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FINANZAS | 20.05.2020

Reapertura del mundo: cuidado con las “salidas en falso”

Ludovic Subran

Economista Jefe de Euler Hermes y consejero de Solunion.

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Nos enfrentamos a un fenómeno tan complejo e impredecible que convierte las tareas del análisis y la proyección en un verdadero reto.

Al impacto económico derivado de los bloqueos para intentar frenar el avance de la COVID-19, se suman las incertidumbres acerca de la nueva normalidad hacia la que nos dirigimos, en la que nuevos patrones de consumo y organización en los consumidores y las empresas modelarán un nuevo panorama económico.

La economía mundial ha sufrido un impacto muy profundo. El confinamiento de más de la mitad de la población y los bloqueos en las cadenas de suministro la han empujado a su peor recesión desde la Segunda Guerra Mundial (nuestras estimaciones apuntan a un crecimiento negativo de -3,3% para este año). Las pérdidas comerciales podrían ascender a 3,5 trillones de dólares en 2020, y las insolvencias aumentarían alrededor del 20%.

 

Los gobiernos deberán esforzarse para capear esta crisis, que amenaza un tercio de los empleos que se encuentran afectados por expedientes de regulaciones temporales de empleo. Aunque nos encontramos ante un fenómeno transversal, las perspectivas regionales apuntan a caminos divergentes entre Estados Unidos y Europa.

El mercado laboral estadounidense podría resistir gracias a su flexibilidad, y su tasa de desempleo se situaría en el 9,4% este año. Por su parte, en la zona euro hablamos de la posibilidad de más de 70 millones de personas afectadas por estas situaciones de desempleo parcial. La reapertura de las distintas economías, muy gradual, empujará a las empresas a reducir sus costes fijos, especialmente en aquellos sectores como la hostelería, el turismo o el comercio minorista, en los que el desconfinamiento tomará más tiempo. Como resultado, la tasa de desempleo de la zona euro podría aumentar 2pp, hasta el 9,5% en 2020.

Según nuestras estimaciones, el crecimiento del PIB de la zona euro se contraerá fuertemente en el primer semestre de 2020 (del -4% al -8% intertrimestral en el primer trimestre, y del -10% al -20% intertrimestral en el segundo trimestre, dependiendo del país).

En el caso de Latinoamérica, la recesión parece inevitable. La región está expuesta al impacto de los precios de los productos básicos y el comercio de China, al del precio del petróleo y al de las medidas de confinamiento en prácticamente todas las economías. En general, esperamos una contracción cercana al -4,1% en 2020 en nuestro escenario de referencia en forma de U, y al -8% en caso de una crisis prolongada. Los mercados con mayor riesgo son aquellos exportadores de petróleo, los destinos turísticos y los países centroamericanos de bajos ingresos.

Volviendo a la economía mundial, la relajación gradual de las medidas de contención en varios países desde principios de mayo, supondrá un impulso a partir del segundo semestre del año. Sin embargo, los planes anunciados sugieren que las medidas de protección (mascarillas obligatorias, distancia de seguridad interpersonal, prohibición prolongada de los eventos y la contención a través del aislamiento selectivo) permanecerán vigentes durante varios meses para minimizar el riesgo de un nuevo aumento de las infecciones. La mayoría de las economías funcionarán al 70% u 80% de su potencial durante al menos dos o tres trimestres. Además, observamos varios factores que podrían desencadenar una crisis prolongada, en lugar de un escenario en forma de U.

Necesitamos políticas adaptativas que ayuden a reparar y recuperar. Los déficits fiscales de dos dígitos, la carga adicional de la deuda y los balances de los bancos centrales (50% del PIB para la Fed y el BCE) han ayudado a mitigar los costes financieros, económicos y sociales de la crisis, pero no son suficientes.

El impacto interno alcanza del 30% al 40% del PIB en aquellos países donde el confinamiento es muy estricto, como en los casos de España, Italia, Francia y Reino Unido. Por lo tanto, parece que tendremos que esperar a principios de 2021 para que el PIB de la zona euro se recupere a sus niveles anteriores a la crisis de COVID-19. Además, en algunos países, particularmente en aquellos con gran peso del turismo y el sector servicios para su economía, el proceso de recuperación podría dilatarse hasta mediados de 2021.

En el medio plazo, esta crisis inédita va a modificar las reglas del juego que han imperado hasta el momento. En el ámbito político, el rol del Estado se ha visto fortalecido. Podemos esperar, por tanto, gobiernos más intervencionistas, que amplíen la cobertura de necesidades básicas, especialmente en el ámbito de la salud. La situación pondrá a prueba la capacidad de los gobiernos para hacer frente al temporal y podrían surgir rivalidades entre los diferentes modelos de Estado (con tintes más democráticos o más autoritarios) en la gestión. Además, existe el riesgo de que se politice con el hundimiento de la economía, como ya estamos observando.

El fenómeno también ha puesto en cuestión las relaciones comerciales entre mercados. Los países intentarán reducir su dependencia de otros, especialmente en lo que respecta al abastecimiento de bienes estratégicos. También en esta línea, las empresas tenderán a reducir sus cadenas de suministro.

El riesgo será un factor muy considerado por inversores y empresas. La confianza en los mercados financieros se ha tambaleado y los inversores podrían apostar por estrategias más defensivas. Las empresas, por su parte, aumentarán la demanda de cobertura de riesgo.

Finalmente, esta nueva normalidad está modelando la forma en la que trabajamos. Las estructuras de las compañías se flexibilizarán, disminuirán los viajes laborales y el teletrabajo se impondrá.

Un nuevo horizonte en el que la gestión del riesgo y la previsión serán fundamentales.