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FINANZAS | 25.03.2020

Cinco preguntas clave que debe hacerse el inversor para afrontar la crisis

Estamos inmersos en una de las mayores crisis acaecidas tras la finalización de la Segunda Guerra Mundial. Es todavía pronto para poder comparar ésta con otros episodios como la Gran Recesión (2008 Lehman Brothers), el período tras los atentados del 11 de Septiembre o la crisis del petróleo de 1973.

Javier Lendines, director general de Mapfre AM

Esta crisis, totalmente imprevista, reúne las características para ser calificada como un Cisne Negro según terminología de Taleb. La crisis tiene numerosas facetas: sanitaria, social, económica e, incluso podría poner en cuestión la estructura socio-política de muchas naciones occidentales.

Será necesario esperar a la finalización de la crisis sanitaria para poder realizar un diagnóstico de la situación económica. Si, como parece probable, la normalización de la situación se demora hasta finales de abril o principios de mayo, no parece aventurero concluir que los efectos en la economía española y, seguramente, en la del resto de Europa van a ser muy graves.

Una paralización prácticamente total de una economía tiene dos shocks en diferentes fases:

La primera fase es un shock de oferta. En un primer momento el cierre de numerosas fábricas en China ocasionó la falta de abastecimiento de componentes en numerosas industrias de países desarrollados. En el momento actual, con el desarrollo de la pandemia en Occidente, son las fábricas europeas las que están obligadas a parar la producción, independientemente de la procedencia de los componentes, por instrucciones de las autoridades con el objetivo de intentar controlar la expansión de la enfermedad.

La segunda fase es un shock de demanda: con un elevado porcentaje de la población en desempleo, con una falta de confianza en la estabilidad o futuro de las empresas, con un consumo y una inversión, por ejemplo residencial, en decrecimiento. Adicionalmente, la mayor carga fiscal a las que las familias deberán hacer frente para financiar el mayor déficit público, será una laste para el consumo.

Los principales Bancos Centrales han reaccionado en las últimas semanas con anuncios de nuevas medidas expansivas, como bajadas de tipos de interés, inyecciones de liquidez o incrementos en los planes de compras de activos (deuda pública y privada). Estas acciones tienen como objetivo principal proporcionar liquidez en el sistema. Esta liquidez es el aceite que permite que el motor siga funcionando y debe llegar a las empresas para que sigan honrando sus compromisos con los proveedores, arrendadores, empleados e, incluso Hacienda.

¿Qué es lo que debe hacer un inversor/ahorrador en este contexto?

Lo primero es construir un escenario macroeconómico para los próximos trimestres y, posteriormente, conocerse a sí mismo como inversor: ¿Cuál es el horizonte temporal de mis inversiones? ¿cuál es mi tolerancia al riesgo? ¿cuánto dinero estoy dispuesto a perder? ¿procuro estar informado de la actualidad económica y empresarial? ¿intento diversificar las fuentes de información?
Como gestor creo que hay tantas carteras como clientes, pero considerando un horizonte temporal a medio plazo podría dar las siguientes observaciones:

Respecto la renta fija: aunque es muy probable que los tipos oficiales se mantengan en niveles reducidos durante mucho tiempo evitaría inversiones con duración elevada debido a que, ante un incremento de las rentabilidades de mercado de los activos, el precio de éstos reacciona a la baja. Las razones por las que es previsible que los activos de renta fija tengan un mal comportamiento durante los próximos años son las siguientes:

Los tipos de interés de la deuda pública de las principales economías del área euro están cerca de mínimos históricos. Los previstos incrementos en los déficits públicos (subsidios desempleo, menores ingresos fiscales, …) implican mayores necesidades de financiación por los gobiernos por lo que se incrementará la oferta de deuda pública aminorando su precio.

Respecto la renta fija privada el deterioro de la calidad crediticia, el incremento de quiebras y los mayores costes de financiación implican que, en general, sean un activo a reducir en las carteras. Sólo el profundo conocimiento de los emisores, primando empresas poco endeudadas y reducida exposición al ciclo podría justificar la inversión en determinados emisores.

-Respecto la renta variable, después de una caída desde los máximos del año de más de un 40%, si realmente el horizonte temporal del inversor es a medio plazo, los niveles actuales son atractivos para tomar posiciones en el mercado. Es recomendable no invertir la totalidad de los disponible para las inversiones en un único momento. Si se produjeran mayores correcciones, se debe disponer de un porcentaje de lo disponible para continuar invirtiendo.

Sin considerar lo que está ocurriendo este año, el comportamiento homogéneo de índices y sectores está en cuestión. Durante los últimos años está habiendo una revolución tecnológica que está ocasionando que las compañías que se adaptan e implantan los cambios con mayor éxito, estén teniendo una mayor revalorización en los mercados.

Mejor posiciones en índices con mayor exposición a la “nueva economía”
Infraponderar empresas de sectores como ocio, turismo, financiero,…
Tomar posiciones en buenas empresas del sector tecnológico, farmacéutico,…

Como comentario final destacaría que a pesar de la gravedad de esta crisis, la economía tiene saludables fundamentos para recuperarse, por lo que es un buen momento para comprar renta variable siempre que no se vaya a necesitar el dinero en los próximos años. El momento es de una enorme complejidad y siempre es recomendable buscar el asesoramiento de un profesional.