FINANZAS | 27.05.2020
Los mercados se ríen del corto plazo
Daniel Sancho
Responsable de Inversiones, MAPFRE Gestión Patrimonial.
Durante el mes de abril, el índice de renta variable mundial (MSCI World) subió un 11,12%, el índice de renta variable de EEUU (S&P 500), un 13,02%, el índice global de Renta Fija, un 1,5%, y si seguimos enumerando índices veremos que la evolución fue extraordinariamente buena. También durante abril hemos conocido una gran cantidad de datos económicos: el paro en EEUU se ha incrementado de 4,4% a 14,7%, el PIB Europeo ha pasado de un 1% en el cuarto trimestre a un -3,3% en el primer trimestre de 2020, los índices de confianza empresarial se encuentran en mínimos históricos y, por mucho que busquemos, no encontraremos ningún dato macroeconómico positivo.
Ante tal tesitura parece que hay algo que es complicado de entender o, al menos, poco intuitivo. La acumulación de noticias y datos negativos que hemos conocido en marzo y han continuado durante abril y mayo nunca nos hubieran invitado a pensar que era el momento de empezar a invertir nuestros ahorros. Incluso a posteriori no podemos dar una solución clara, ya que desgraciadamente el comportamiento del mercado no es una ciencia exacta y es un esfuerzo innecesario tratar de entender su evolución en el corto plazo.
Para poder encontrar una respuesta o por lo menos hacer el intento de entender algo ante tal falta de racionalidad, tenemos que recordar que los mercados de capitales se mueven acorde a miles y miles de transacciones que realizan diariamente miles y miles de individuos y/o empresas. Y que, detrás de cada decisión de compra o venta, hay miles y miles de justificaciones. La cantidad de información y de datos que fluyen cada segundo en los mercados de capitales es colosal y extraer la información valiosa resulta muy complicado.
En este punto puede ser interesante detenerse en dos consideraciones que quizá ayuden a entender la irracionalidad del mercado en el corto plazo:
– Expectativas: todo individuo que decide invertir en el mercado de capitales lo realiza con el fin de tener una rentabilidad positiva en el futuro y siempre lo hará pensando que su elección, dado un riesgo, tiene buenas expectativas de crecimiento. Por el contrario, si ese mismo individuo tiene el conocimiento de que su inversión no va a ir bien y las expectativas son negativas, lo venderá tan pronto pueda. En definitiva, todas las decisiones que se realizan en el mercado no son a presente, sino que son siempre a futuro y teniendo en cuenta unas previsiones o expectativas donde la garantía de acierto no existe.
– Información vs Conocimiento: a día de hoy la cantidad ingente de herramientas que tenemos para compartir datos y dar nuestra opinión ha cambiado nuestras vidas, pero ha hecho que sea tremendamente complicado separar la paja (información) del trigo (conocimiento) y que muchas de las miles de decisiones que se toman diariamente en los mercados sean erróneas. Todo este cúmulo de decisiones fallidas, junto a la globalización, hacen que el mercado en el corto plazo sea un péndulo difícil de controlar y de entender.
Entonces, ¿por qué abril ha sido un mes tan bueno? Sigue siendo complicada la respuesta, pero quizá ahora se pueda argumentar una contestación. Las caídas que tuvimos desde mediados de febrero hasta finales de marzo fueron ocasionadas por miles y miles de decisiones basadas en unas expectativas muy negativas por razones más que obvias. Durante este periodo toda la información que se generó tenía un sesgo tremendamente pesimista, lo que hizo más difícil encontrar la calma y el sosiego para saber dónde estaba el trigo y no la paja provocando que las ventas fueran mucho mayores que las compras. Ante tales expectativas y tal falta de certidumbre los mercados sufrieron una de las caídas más bruscas que se recuerdan en la historia. En abril, sorprendentemente los mercados rebotaron a pesar de que los datos que se publicaron fueron muy malos. Los inversores, en su ímpetu de descontar hechos futuros, habían pronosticado un escenario incluso peor, con lo que quisieron corregir esas catastróficas expectativas diseñadas en un momento de elevada carga emocional.
El ejemplo que hemos vivido estos últimos meses ha vuelto a dejar claro que el mercado siempre “se ríe” de aquellos inversores que buscan invertir a corto plazo y que es una quimera elegir el momento perfecto para comprar o para vender. Sin embargo, para aquel inversor que desee rentabilizar sus ahorros, no es necesario que tenga que entender las expectativas o saber diferenciar entre la paja y el trigo. Lo que debe tener claro es cuál es su situación financiera y el plazo al que desee invertir. Una vez resuelta esa cuestión, y ante la pregunta de cuál es el mejor momento para invertir, la contestación siempre será: “Cuanto antes mejor”.