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FINANZAS | 27.05.2020

La propuesta de un economista colombiano para salvar a los países emergentes

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La presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, ya ha renovado durante esta crisis económica mundial el compromiso realizado por su antecesor, Mario Draghi, en 2012, de hacer lo que sea necesario (“whatever it takes”) para salvaguardar la unión económica y monetaria europea. 

La Reserva Federal de EEUU ha desplegado una batería de medidas multimillonarias para empresas y ciudadanos con el fin de amortiguar el impacto de la covid en la economía del país. Se estima en más de 8 billones de dólares (trillions en inglés) lo que han destinado el conjunto de las economías desarrolladas para sostener a sus ciudadanos en los últimos tres meses, aproximadamente un 10% del PIB mundial.

Los países en desarrollo, por el contrario, no disponen de ese recurso del “whatever it takes”. Las monedas de estos países no son lo suficientemente fuertes como para imprimir dinero con el que financiar estos estímulos sin asustar a los inversores internacionales, y su capacidad para obtener recursos en el mercado tampoco es ilimitada. Los organismos internacionales están intentando ayudar, pero de momento las cifras contempladas son irrisorias comparadas con esos 8 billones mencionados antes: entre el FMI y el Banco Mundial se han prestado hasta la fecha 26.000 millones a países en desarrollo.

El problema es que estas economías están teniendo que llevar a cabo las mismas medidas de confinamiento ante la covid, con la consiguiente paralización de sus economías. En Latinoamérica, que precisamente ahora está afrontando el pico de contagios en muchos de los países, este bloqueo indefinido de la economía está comenzando a generar situaciones muy difíciles de gestionar en algunos países. Las protestas están comenzando a proliferar, como hemos visto estos días en Colombia, Argentina o Ecuador. En El Salvador la gente que se va quedando sin alimentos ha comenzado a ondear trapos blancos para reclamar ayuda. 

Emergentes

¿Qué hacer?

Una solución ya usada en el pasado, y que será inevitable en algunos casos, es la negociación de una moratoria de la deuda, que permita liberar recursos con que hacer frente a las necesidades más urgentes. Argentina se encuentra en estos momentos en pleno proceso de renegociación de su deuda con los acreedores internacionales.

Pero aunque una moratoria de la deuda podría ayudar a muchos países que carecen de una mejor opción, podría ser contraproducente para las economías que actualmente retienen el acceso a los mercados financieros. Lo que estos países necesitan ahora son más entradas de capital, no restricciones a la salida de fondos.

Como explica MAPFRE Economics en su última actualización trimestral del informe Panorama, los países emergentes como los de Latinoamérica son especialmente vulnerables porque “la creciente proporción de deuda soberana (que es propiedad de instituciones extranjeras no bancarias) ha supuesto un aumento de los costes del servicio de la deuda y un alud de obligaciones sobre bonos internacionales con plazos de vencimiento relativamente cercanos en el tiempo que acaecerán a lo largo de la próxima década”. Especialmente relevante son las necesidades de financiación externa (saldo de la cuenta corriente y amortizaciones de deuda) de los países emergentes, cuyo monto supone entre 8% y 25% del PIB. En estas circunstancias, la capacidad de los mercados emergentes para amortiguar el retroceso de esta crisis parece más que limitada”.

Ante esta situación, algunos expertos están planteando nuevas soluciones. Es el caso del economista colombiano Mauricio Cárdenas, que recientemente ha propuesto en un artículo periodístico la creación de un vehículo financiero por parte del FMI y el resto de organismos multilaterales, que emitiera deuda en los mercados internacionales con que financiar las necesidades más urgentes de estos países. Esta deuda, emitida no por los países sino por las instituciones internacionales, sería a su vez comprada por los bancos centrales de los países desarrollados y por los grandes inversores institucionales, que cuentan con enormes bolsas de liquidez, que paradójicamente se encuentran ahora, en esta época de tipos de interés negativos y volatilidad en los mercados de renta variable, sin grandes alternativas de inversión con un binomio riesgo-rentabilidad razonable. thumbnail_image002-1

En palabras del propio Cárdenas, exministro de Hacienda colombiano, “este fondo de inversión emitiría bonos, que los principales bancos centrales comprarían bajo sus propios programas de flexibilización cuantitativa (QE), y luego prestaría los recursos obtenidos a las economías emergentes. Estos préstamos podrían titulizarse y negociarse como otros activos financieros. El vehículo inversor necesitaría algo de capital para alcanzar la calificación crediticia mínima requerida por los bancos centrales que comprarían sus bonos: los organismos multilaterales como el FMI o el BM, así como los gobiernos de los países desarrollados, podrían proporcionarla”.

Esta nueva herramienta podría servir a su vez como un dispositivo de mitigación de riesgos para atraer más capital privado a las economías emergentes. Por ejemplo, podría proporcionar garantías de capital para la inversión extranjera directa en colaboraciones público-privadas durante la fase de recuperación posterior a la pandemia.

“La propuesta de Cárdenas toca dos aspectos cruciales en la coyuntura actual”, opina Manuel Aguilera, director general de MAPFRE Econonomics. “Primero, las crecientes tensiones que pronto comenzarán a vivir las economías emergentes para servir los pagos de su deuda y, segundo, la necesidad de buscar mecanismos, más allá de la moratoria, para enfrentarlas. Ésta sería sin duda una forma inteligente para lidiar con el problema. Sin embargo, la idea enfrenta el enorme reto de la coordinación y alineación de intereses internacionales que es necesaria; el mismo desafío que debieron superar los economistas en Bretton Woods en 1944 cuando también fue necesario reconstruir la economía mundial.”

En los últimos meses, la situación sin precedentes a que el mundo se enfrenta ha provocado que se empiece a testar medidas económicas igualmente poco convencionales, como el reparto indiscriminado de efectivo entre los ciudadanos que ha realizado EEUU, o la puesta en marcha de medidas como la renta mínima vital que acaba de aprobar el gobierno español. ¿Por qué no plantearse una medida de este tipo? Las consecuencias de un hundimiento de las economías emergentes como consecuencia de la covid se sentirían no solo en estos países, sino en el conjunto del planeta.