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FINANZAS | 13.05.2020

Alternativas de inversión tras el COVID: las infraestructuras como una opción estable

Carlos Díaz

Director de inversiones inmobiliarias de MAPFRE Inversión

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En estos tiempos complejos que nos toca vivir tenemos que pensar muy bien cuáles van a ser las inversiones que debemos realizar.

La crisis sanitaria sigue afectando a la economía, y cuanto más se prolongue esta situación de confinamiento, mayor será el impacto en las distintas tipologías de inversión. Existe una gran incertidumbre respecto a la profundidad, duración y la forma de salir de la recesión.

En el sector inmobiliario, por ejemplo, no hemos asistido aún a una caída generalizada en las valoraciones que, en cambio, sí hemos visto en las empresas cotizadas. Es cierto que estamos viendo comportamientos muy distintos en los diversos sectores, mientras el sector logístico sigue realizando operaciones de compraventa, el resto de sectores ha parado casi por completo la actividad inversora. Por lo que aún es pronto para ver el impacto de la crisis en el sector inmobiliario desde el punto de vista de la presión inversora. Además, tenemos que esperar a ver el efecto que la crisis tendrá en las rentas de cada sector, lo cual afectará de la misma manera a las valoraciones y retornos.

Un segmento diferente, y con unas características que le diferencian de todos los demás, es el correspondiente a infraestructuras. Supone una “nueva” opción para el sector asegurador desde hace relativamente pocos años. Tradicionalmente, se habían financiado vía bancaria pero, tras la crisis de Lehman y el incremento de regulación y exigencia de capital a los bancos, este rol ha pasado a ser desempeñado por otros inversores como, por ejemplo, las aseguradoras. Hacemos referencia a inversiones que se realizan en servicios que son esenciales para la sociedad, por lo que siempre son necesarias.

Hoy en día se realizan con parte de capital privado, pero antes eran exclusivamente inversiones públicas. La iniciativa privada permite mejorar las infraestructuras en menos tiempo y optimizando las implantaciones; suponen además unas cantidades de dinero generalmente muy importantes, lo cual implica una importante barrera de entrada para muchos jugadores; también es importante destacar que no hay tantos gestores con experiencia en el sector de infraestructuras, como los que podemos encontrar en otros sectores, y es que es menos maduro que la renta fija, la renta variable o el private equity.

Las infraestructuras, precisamente por su gran tamaño, son además activos de muy larga duración en el tiempo, lo que permite tener una proyección de ingresos a largo plazo que facilita cubrir necesidades del inversor. Generalmente, van ligadas a la inflación, protegiendo así los retornos en el largo plazo.

Por todas estas características, las infraestructuras no tienen correlación con el resto de tipologías de inversión, y es una importante ventaja para diversificar las carteras de las compañías.  Además, tienen un buen potencial de crecimiento y dan una alta rentabilidad por dividendo.

Un elemento clave en las infraestructuras es la gestión de los activos. Al ser actividades esenciales, suelen estar sujetas a regulación, que además cambia en las distintas localizaciones, lo que supone un hándicap para los equipos que gestionan estos activos. Y, por supuesto, se debe conocer a nivel técnico cómo funcionan, para optimar el funcionamiento y aprovechar su valor a largo plazo. Durante la gestión, se debe analizar qué costes se pueden ajustar sin perjudicar el activo y que inversión se debe realizar cada año para mejorarlo. Cuando el fondo o el inversor se plantean la venta de un activo al final de un periodo de tenencia, necesita tener un activo en buen estado y, por tanto, muy bien gestionado si quiere obtener un óptimo precio de venta.

La crisis del COVID va afectar más a algunas infraestructuras que a otras. Por ejemplo, el transporte va a recibir un fuerte impacto por esta crisis, actualmente más profundo en el aéreo que en el marítimo.  En cambio, las redes de telecomunicaciones están notando un mayor tráfico como consecuencia del teletrabajo y, en algunos casos, se han mejorado las instalaciones para poder afrontar esta nueva necesidad. En este sector, el impacto negativo se está produciendo por la paralización de la inversión temporal.

Otro sector menos dañado es la energía renovable. En la parte de producción, las infraestructuras no se ven afectadas al no depender de la mano del hombre, aunque pueden tener problemas de mantenimiento en las instalaciones si la situación se prolonga. Sí habrá algún retraso en nuevas infraestructuras por temas de permisos o falta de suministro. Pero en conjunto tienen un buen comportamiento. Las mejoras tecnológicas aportan cada vez un mejor rendimiento y lo convierten en una inversión más interesante. Estas energías renovables tienen además un futuro creciente, al haber un déficit actual debido al desmantelamiento de energías fósiles como el carbón, y el cierre de las centrales nucleares en los próximos años. Esta tendencia para mejorar la calidad de la energía y reducir la contaminación suponen un beneficio para el conjunto de la sociedad que mejorará la calidad del medio ambiente ofreciendo un futuro mejor.