SALUD | 24.03.2020
Anabel González, psiquiatra y autora de ‘Lo bueno de tener un mal día’
“Debemos prepararnos emocionalmente para el bajón que vendrá después”
Fotografía: Miguel Garrote
Una vida buena no es aquella en la que no pasan cosas, sino en la que llevamos las cosas que ocurren de la mejor manera posible. Es parte de la filosofía de esta doctora en Medicina, que acaba de publicar Lo bueno de tener un mal día (Planeta), su segundo libro sobre salud y bienestar emocional. Su principal misión en estos momentos es enseñarnos a entrenar y gestionar nuestras emociones en momentos difíciles para prevenir o reducir así el estrés postraumático por el que pasarán muchas personas cuando acabe esta situación.
¿Es posible llegar a ver el lado positivo a situaciones tan complicadas como las que estamos viviendo estos días?
No cabe duda de que estamos generando muchas cosas buenas, y que estamos aprendiendo mucho más que en cualquier otra etapa de nuestra vida. Gestionar adecuadamente los malos momentos es lo que da sentido a la vida y lo que más ayuda a estar bien. Si los días regulares los llevamos lo mejor posible cuando venga una situación mala, como esta, estaremos más preparados y lo tendremos un poco más fácil.
Creo que, si no anteriormente no llevábamos bien las dificultades, ahora nos conviene poner en marcha un entrenamiento acelerado, no solo para desarrollar buenos hábitos, como hacer ejercicio físico, sino también para hacer gimnasia emocional. Hemos de aprender a no pelearnos demasiado con nosotros mismos, no abandonarnos y cuidar también de los demás. Todo ello es clave para hoy, pero también para más adelante, cuando pase todo y nos demos cuenta de lo cansados que estamos y de la tensión que hemos acumulado. Ese bajón será más llevadero si no hemos malgastado las energías y hemos hecho cosas constructivas.
¿Qué conductas debemos entrenar exactamente?
Como en los aviones, debemos ponernos la mascarilla de oxígeno antes de ponérsela a los demás. Esto significa que es importante permitirnos irnos un rato solos a nuestra habitación, si lo necesitamos, desahogarnos, hablar con alguien o llorar. También es muy importante tener en cuenta algo de lo que se está hablando estos días, que es intentar mantener una rutina, un orden de actividades, moverse y hasta buscar un rato para reír, bailar y cantar en alto una canción que nos anime.
Considero que es un momento único para dedicar tiempo a reflexionar sobre nosotros, a observar nuestro cuerpo, escuchar nuestra respiración y hacer examen de conciencia sobre cómo nos sentimos. Si actuamos de esta manera, nos daremos cuenta de que es posible que los mecanismos que antes nos funcionaban y con los que íbamos tirando, ahora ya no nos resultan útiles. Estamos en un momento en el que las emociones se van a disparar y necesitamos que todos nuestros sistemas de regulación funcionen lo mejor posible.
No hay que olvidar que estamos ante una situación de alto potencial traumático. La parte buena es que si entrenamos todo ello y logramos encontrar recursos que nos funcionan, nos haremos más resistentes.
¿Qué mensajes podemos trasmitir a nuestros hijos?
El mejor regalo que podemos hacerles ahora es acompañarles en este proceso, que puedan contar y expresar todo lo que están sintiendo y que les abracemos con palabras y con miradas, no solo con contacto físico. También debemos aprender a calmarnos nosotros para poder trasmitirles serenidad. Vivimos una situación que, como a nosotros, también les ha llegado de forma inesperada y les ha desbaratado por completo.
Es importante que les preguntemos, que favorezcamos una conversación y si no tenemos mucha experiencia en compartir emociones, puede ser un buen momento para empezar. Si cogen rabietas, que es algo muy normal en este tipo de situaciones, entendamos lo que hay detrás. Lo mejor en estos casos es expresar contención, porque es sin duda lo que más les va ayudar a canalizar su rabia, su malestar y su impotencia, y será una lección muy importante para ellos.
Los adolescentes también pueden estallar y si lo hacen con nosotros, hablémosles primero de lo difícil que es esta situación y de que entendemos que les cuesta. Veamos detrás de la conducta, seamos un espejo de reflexión. Sé que esto es difícil y que nosotros también estaremos nerviosos, pero si podemos acompañarles en estos momentos, si estamos ahí cuando lo pasen mal, aprenderán a tolerar el malestar, la frustración y a llevar mejor las dificultades. Puede ser algo bueno que salga de esta mala etapa.
¿Qué ocurre con las personas que viven solas?
Desgraciadamente para algunas de ellas esta situación es lo más parecido a quedarse a solas con su peor enemigo, o se auto abandonan, o no se levantan de la cama, no se duchan o no comen. Una etapa larga en estas condiciones puede ser más difícil de remontar después. En cambio, estas circunstancias de parada obligada, en las que pasamos más tiempo con nosotros mismos, pueden ser una oportunidad para que estas personas inicien una reconciliación consigo mismas, sean conscientes de que se están haciendo daño a sí mismas, y a partir de ahí, pueden empezar a hacer cambios en su circuito interior.
Subrayas la importancia de no vivir al margen e ignorar los que está ocurriendo.
Así es. Creo que hay algunos grupos a los que sin duda le pasará factura esta epidemia. Me refiero a los que están haciendo como que no pasa nada, los que están más hiperactivos de lo normal y los que se olvidan de cuidarse porque están volcados en el cuidado de los demás. Es fundamental que en estos momentos nos cuidemos todos, y muy especialmente todo el personal sanitario porque son los que están en primera línea de batalla. Para ellos es como una guerra contra un enemigo invisible y muy difícil de vencer. No debemos olvidarles porque seguramente les costará muchos meses recuperarse. Son ellos los que están más expuestos y van a estar en contacto con situaciones muy duras. Sin duda van a necesitar una atención especial.
Tu libro refleja la idea de que vivimos muy deprisa.
Desde luego que sí y creo que es otro aspecto que sacaremos en claro de toda esta circunstancia. La epidemia nos ha obligado a parar. Estos días pasamos más tiempo juntos y sin todos esos estímulos que suelen dispersarnos habitualmente. Es un buen momento para aprender a aburrirse, a frustrarse y a desesperarse un poco, y de todo ello se aprende mucho. Debemos dar pie a que pongamos encima de la mesa momentos de tristeza, que es posible que en muchos casos estuvieran ahí hace tiempo.
Vivimos en una sociedad en la que vamos tan deprisa que apenas dedicamos tiempo a ver cómo nos encontramos y a escucharnos, a nosotros y a los demás. A todo ello se une el hecho de que estamos obsesionados con alcanzar la felicidad máxima, la felicidad permanente, y esa adicción hace que nos sintamos insatisfechos de forma permanente.
Aseguras que, por lo general, nos ponemos muchas trabas para ser felices. ¿A qué obstáculos te refieres?
Lo bueno de tener un mal día es un libro sobre las emociones, sobre la importancia de escucharlas y atenderlas, no guardarlas en un cajón. Pocos refranes han sido más perjudiciales que ese que dice “al mal tiempo hay que ponerle buena cara”. Creo que al mal tiempo hay que ponerle lágrimas y tristeza y, al buen tiempo, sonrisas y alegría.
CLAVES EMOCIONALES PARA MOMENTOS DE CRISIS
- Los días malos llegan, así es que conviene que aprendamos a reaccionar de forma productiva. Es el mejor entrenamiento que podemos hacer a lo largo de la vida. Así llevaremos cada vez mejor las cosas.
- Expresar una emoción es clave, porque si no se queda estancada y hasta puede desbordarse, lo que puede hacer que de repente sintamos mucha tristeza y no sepamos de dónde viene.
- La tristeza hay que cuidarla, porque nos informa de que perdemos algo que nos importa mucho. Si además la compartimos, mejor aún. Nada diluye mejor la tristeza que el abrazo de alguien que entiende lo que estamos sintiendo.
- Enfadarse es imprescindible, pero hay que aprender a hacerlo bien, es decir, hacerlo cuando toca y en la proporción adecuada. Significa darse cuenta de que algo no nos gusta y decirlo, con moderación y elegancia.
- Debemos practicar la flexibilidad y cogerle cierto cariño a la incertidumbre y a la confusión para reducir el miedo.
- Vivimos en una sociedad en la que vamos tan deprisa que apenas dedicamos tiempo a ver cómo nos encontramos y a escucharnos.
- Los momentos difíciles no se superan en solitario. Es importante que aprendamos a apoyarnos en las personas que nos rodean.
- A los niños no hay que decirles “no llores”. Necesitan aprender a gestionar la tristeza. Es como si ponemos un tapón al problema y no lo disolvemos. Además, damos a entender a esa persona que lo que siente no importa.
- Existen los abrazos virtuales, que se expresan con miradas de cariño, con el tono de la voz y por supuesto, con las palabras.
- Hay gente que tiene un mal día y no lo convierte en el fin del mundo, sino que trata de resolver y de sacarle el mejor partido. Esto no implica no sentir, al contrario, significa que podemos regular el malestar.
Perfil
Anabel Gonzalez (A Coruña, 53 años) es psiquiatra y psicoterapeuta y doctora en Medicina. Actualmente, trabaja en el Hospital Universitario de A Coruña (CHUAC). Desde hace años imparte formación a otros especialistas y es entrenadora acreditada de terapia EMDR, que consiste en trabajar sobre los recuerdos que tienen las personas que han vivido experiencias traumáticas para que no les afecte y no les influya en su vida. También es colaboradora docente en el CHUAC y participa como profesora invitada en el Máster en Psicoterapia EMDR de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED).