TRANSFORMACIÓN| 16.02.2021
¿Las nuevas tecnologías democratizan o incrementan las barreras?
La innovación es clave para el desarrollo humano y supone una vía esencial para conseguir una mayor igualdad social. Sin embargo, cuando la tecnología no llega a todos por igual surge la temida brecha digital que provoca el efecto contrario.
“Internet debe ser un medio de comunicación entre los pueblos que contribuya a la paz mundial y el principal objetivo de la alta tecnología es mejorar el nivel de vida de las personas”. Estas palabras de Larry Ellison, fundador de la compañía Oracle, dan una buena muestra de lo que la tecnología ha ofrecido y debe ofrecer al ser humano.
Son muchos los ejemplos que se encuentran cada día sobre cómo la capacidad de conexión que ofrece Internet ha conseguido que pequeños movimientos, start-ups o pymes hayan crecido exponencialmente gracias al poder democratizador de una tecnología que está al alcance de un gran número de personas.
Sin embargo, al igual que la tecnología abre las puertas a la igualdad de oportunidades, también levanta barreras que incrementan una brecha difícil de sortear para quienes simplemente no tienen acceso a esos avances tecnológicos.
Por lo tanto, la respuesta a la pregunta que se plantea en el título podría ser afirmativa a ambas cuestiones, ya que la adopción de las nuevas tecnologías no solo mejora la vida de las personas, disminuye la pobreza a incluso ofrece oportunidades a quienes, a priori, no tendrían opción; sino que también puede hacer crecer una brecha entre los países más ricos y los que tienen menos recursos, o lo que es lo mismo, entre los habitantes de unos u otros.
“Hay zonas en las que la brecha digital limita las oportunidades a algunos colectivos”
La brecha digital
En esta disyuntiva, comencemos por ese bache o brecha digital que aumenta conforme siga habiendo personas en el mundo que no tengan acceso a las nuevas tecnologías —obviando, claro está, que su principal misión día a día sea alimentarse y proporcionar recursos a sus familias—.
En este sentido, el Informe sobre Desarrollo Humano 2019 creado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) señala que “los países en desarrollo presentan una tasa de 67 suscripciones de telefonía móvil por cada 100 habitantes, la mitad que en los países con desarrollo humano muy alto. En cuanto al acceso a la banda ancha, los países con desarrollo humano bajo no llegan siquiera a una suscripción por cada 100 habitantes, frente a las 28 suscripciones por cada 100 habitantes en los países con desarrollo humano muy alto”.
Asimismo, esas diferencias son todavía mayores cuando se trata de conocimientos más avanzados, ya que junto a la tecnología debe haber una formación que se antoja esencial para sacar el máximo provecho a los avances. “En los países con desarrollo humano muy alto, la proporción de la población adulta con estudios superiores está creciendo a un ritmo más de seis veces superior al de los países con desarrollo humano bajo”, explican en ese mismo informe.
Por esa razón, aunque consideran que la innovación tecnológica siempre ha impulsado mejoras de los niveles de vida y un incremento en la productividad a lo largo de la historia, este órgano de la ONU también insiste en que hay que “garantizar que los profundos cambios provocados por la innovación beneficien a todas las personas; para ello se requieren igualmente políticas innovadoras y, quizá, nuevas instituciones”.
Brecha de género
Las diferencias no solo se reflejan a nivel estatal, en el que países como Estados Unidos, Francia, Alemania, Corea del Sur o Singapur destacan por su capacidad para adoptar las nuevas tecnologías en el mundo laboral y en los procesos industriales.
Hay zonas en las que la brecha digital limita las oportunidades a algunos colectivos. Es el caso de las mujeres en Hispanoamérica. Según desvela el estudio “Desigualdad digital de género en América Latina y el Caribe”, realizado por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), en 17 de los 23 países analizados, las mujeres tienen un menor acceso a los teléfonos móviles que los hombres, incrementándose esa distancia aún más en aquellas que viven en el ámbito rural.
“El estudio revela que el acceso reducido a teléfonos móviles y a Internet se suma a diversos problemas enfrentados por las mujeres en el campo, como las barreras a la obtención de financiación, a capacitación, empleo formal y propiedad de la tierra”, asegura al respecto Manuel Otero, director general del IICA, que añade: “Eso muestra un cuadro de desigualdad que obstaculiza que una figura central del campo desarrolle su potencial tanto para la producción agropecuaria como para la estabilidad de su familia”.
Brecha en la educación
En el campo educativo, la brecha digital también supone un problema que debería solventarse. Y en este caso no se trata de una cuestión entre países más ricos o más pobres, sino que la problemática se detecta dentro de las fronteras de cada uno de ellos, ya que no todos los niños cuentan con los mismos recursos.
Este hecho se ha visto potenciado por la crisis provocada por la pandemia de coronavirus, pues la educación se ha debido realizar de manera online. En este caso, Unicef se fija en un país como España, donde el 97% de los hogares con niños tienen acceso a Internet, según el Instituto Nacional de Estadística. Eso sí, en las familias que tienen menores ingresos (menos de 900 euros mensuales netos), hasta un 9,2% no cuentan con conexión a la red, lo que implica una carencia que influirá en el desarrollo intelectual de los más pequeños.
Esta situación puede ser todavía más acusada si se habla de personas con discapacidad, ya que, de acuerdo con el informe Keysight-Fundación Adecco Tecnología y discapacidad, el 55% de las personas discapacitadas encuentra barreras para utilizar las herramientas tecnológicas convencionales (el 22% apunta que son barreras económicas, el 19% formativas y un 14% de accesibilidad).
Avances necesarios
A pesar de dichas barreras, no se puede olvidar que gracias a la tecnología numerosas personas que cuentan con alguna discapacidad disponen ahora de las herramientas necesarias para una mejor integración social y laboral.
Además, la globalización de los avances tecnológicos y su democratización -así como la labor llevada a cabo por ONGs, gobiernos e instituciones internacionales- ha sido uno de los principales factores para que el índice de pobreza global haya descendido desde el 36% de 1990, hasta el 9,5% de la actualidad.
“La evidencia empírica señala cómo la globalización ha ayudado a prácticamente todas las economías en vías de desarrollo a lograr un mayor nivel de vida, gracias a la reducción de la pobreza y a mejoras significativas observables en varios índices relacionados con la educación, la asistencia médica, la esperanza de vida y derivados”, explica Álvaro Martín en un artículo de opinión en la web de Fundación Civismo.
Por esa razón, el acceso de la tecnología es la vía que muchas personas tienen para llegar a una vida mejor. Aporta la conexión y capacidad de evolución necesarias para desenvolverse mejor en su entorno, para mejorar las posibilidades de producción, para promover la igualdad, para facilitar el acceso a nuevos mercados y conseguir un mayor desarrollo económico e incluso para mejorar la sostenibilidad medioambiental. Claro que, como se ha podido comprobar, esa tecnología debe llegar a todos por igual para evitar cualquier tipo de brecha que tienda a hacerse cada vez mayor.
Garantizar el desarrollo
Así, dos de las metas del Objetivo de Desarrollo Sostenible número 9 de la ONU son “apoyar el desarrollo de tecnologías, la investigación y la innovación nacionales en los países en desarrollo, incluso garantizando un entorno normativo propicio a la diversificación industrial y la adición de valor a los productos básicos, entre otras cosas” y “aumentar significativamente el acceso a la tecnología de la información y las comunicaciones y esforzarse por proporcionar acceso universal y asequible a Internet en los países menos adelantados”.