TRANSFORMACIÓN | 05.08.2020
Filosofía y coronavirus, así nos está cambiando la pandemia
Por desgracia no podemos decir “así nos ha cambiado”, ya que seguimos estando inmersos en la pandemia. En Europa aún nos estamos sacudiendo los embates de la primera oleada del virus, con amenazas de rebrotes por doquier, vigilando de reojo a esa probable segunda oleada que podría llegar en otoño. Además, la situación que provoca la COVID-19 se va a ver complicada con su coexistencia con otros virus, como los que generan los catarros comunes o la gripe.
En el resto del mundo la situación es cada vez más preocupante, con países muy populosos que parecen incapaces de contener la epidemia. La duda que tenemos en Europa es si sucesivas oleadas podrán ser contenidas sin la necesidad de repetir el confinamiento masivo de meses anteriores, una experiencia que, sin duda, nos ha marcado a todos.
Cuarentenas, confinamientos, cierre de fronteras… Las circunstancias hacen que nos replanteemos muchas cosas. Cuenta en su columna en el suplemento Babelia del diario español El País el filósofo Juan Arnau que un concepto que ha quedado estos días en entredicho es el cosmopolitismo. Un término que se cree que acuñó Diógenes y sobre el cual, con el paso de los siglos, han debatido pensadores tan importantes como Kant, denostándolo, o Leibniz y Hume, defendiéndolo y, en cierto modo, practicándolo. Ahora mismo, con multitud de fronteras cerradas, es una de las controversias que ha perdido su esencia.
Victoria Camps y las virtudes de la incertidumbre
El confinamiento ha afectado a algunas personas de tal forma que están sufriendo lo que los psicólogos denominan el síndrome de la cabaña: ahora que pueden salir a la calle tienen miedo, y se muestran remisos a hacerlo. Hay gente que se ve paralizada por la incertidumbre, pero como opina la filósofa Victoria Camps puede tener su vertiente positiva, ya que “nos obliga a pensar”. También cree que el confinamiento nos ha hecho sopesar mejor cuáles son nuestras verdaderas necesidades y valorar como se merecen a trabajadores de sectores esenciales que han estado en primera línea en todo momento.
No piensa, Victoria Camps, que la crisis que hemos vivido nos vaya a cambiar demasiado y aunque reconoce que de toda crisis puede surgir una oportunidad, también tiene claro que hay que tener la voluntad de querer aprovecharla, y que nuestra experiencia es que de pasadas crisis hemos salido con aumentos de la desigualdad.
Economía, liberalismo, globalización y crisis climática
El filósofo alemán Markus Gabriel cree que la crisis que ha provocado el SARS-CoV-2 es tan solo la primera de muchas, de las cuales la más grave será la ecológica. El sí piensa que saldremos de la pandemia siendo una sociedad más moral, y estima que esto nos puede servir como preparación para afrontar una crisis climática que, por fuerza, hará que pasemos una página: la de la globalización y el neoliberalismo.
Pero ya que hablamos de economía no es contraproducente escuchar también a una economista como Esther Duflo, último Premio Nobel en su campo, que cree el reto es intentar mantener empleos y sueldos cuando se supere la situación actual. Su visión es pesimista y teme que las grandes empresas apuesten por la automatización, algo que plasma en una frase lapidaria: “Las máquinas no enferman”.
Richard Sennett, sociólogo y profesor en la London School of Economics, coincide con Gabriel en su preocupación por otra crisis, la provocada por el cambio climático, de la que somos menos conscientes por ser más larvada, no tan abrupta. También le preocupa la merma que el estado de bienestar sufre, a su juicio, a causa del liberalismo, lo que ha limitado nuestra respuesta ante la crisis. Richard Sennet, que también es profesor de planificación urbana en el MIT, opina que en las ciudades se volverá al concepto de vivienda individual y que habrá que repensar su crecimiento. Por desgracia, algunas de estas ideas se contraponen con la búsqueda de la eficiencia energética en las grandes metrópolis. Sin lugar a dudas, el coronavirus, como lo hicieron otras epidemias en el pasado, puede dejar también su huella en la arquitectura y el urbanismo.
Noam Chomsky, la prevención y el New Green Deal
Si hay una voz relevante en nuestro siglo es la de Noam Chomsky. Durante el pasado mes de abril, desde su confinamiento, el profesor emérito del MIT, lingüista, filósofo y ensayista, nos recordaba que además de la mencionada crisis climática, todavía se cierne sobre nuestras cabezas la amenaza de una guerra nuclear.
Como en otras ocasiones, Noam Chomsky coloca el acento en los temas sociales y pone en solfa las contradicciones del sistema político de occidente, y la diversa importancia que se le da a cada crisis dependiendo de quién la sufra. Hace hincapié en los problemas socioeconómicos que, según su concepción, genera el neoliberalismo y también en la falta de previsión que hemos tenido de cara a protegernos frente a una pandemia que podría llegar en cualquier momento; por ejemplo, lo poco que se ha invertido en la investigación de vacunas contra los diversos coronavirus.
En cambio, él sí que ve en esta crisis la oportunidad de que la sociedad se organice de otra forma, de que la pandemia sea la señal de alarma que nos mueva a buscar una sociedad mejor. Para Noam Chomsky es imprescindible la puesta en valor del New Green Deal, un gran pacto verde que nace en Estados Unidos a raíz de una iniciativa legislativa, con el doble objetivo de reducir las desigualdades sociales y luchar contra el cambio climático.
Otra de las frases que nos regala Noam Chomsky es que “la prevención no da beneficios”; esa es la causa de que no se haya invertido en ella. Al hilo del tema de la prevención es muy interesante detenerse unos instantes en el concepto “cisne negro”, acuñado en el año 2007 por el inversor y matemático Nassim Nicholas Taleb, y que se refiere a eventos totalmente impredecibles, por lo que es imposible tomar medidas para prevenirlos. En torno a la pandemia de coronavirus se ha dado este debate: unos piensan que poco o nada se podía hacer; otros muchos, como Noam Chomsky, piensan lo contrario. El mismísimo Bill Gates había dado varias conferencias en las que advertía de la necesidad de prepararse ante las pandemias que con toda seguridad estaban por llegar.
La renuncia a la privacidad y el poder de la información
Allá por marzo, Europa estaba sufriendo los peores embates de la epidemia, mientras que los países asiáticos parecían haber controlado el problema con cierta eficacia. El filósofo surcoreano Byung-Chul Han, radicado en Berlín, reflexionaba sobre ello. En algunos casos con el concurso del autoritarismo de un estado fuerte, y en todos ellos gracias a la tecnología, lo que requiere que la privacidad de los datos de los ciudadanos pase, en mayor o menor medida, a un segundo plano.
Cámaras de vigilancia, apps en el móvil y en definitiva, tecnología y Big Data, tienen en la lucha contra el virus tanto peso como la virología en países como Taiwán o Singapur. En general los ciudadanos asiáticos confían en el Estado, pero en un caso como el de China, donde están obligados a hacerlo, la vigilancia digital está llegando hasta los extremos más insospechados y rige casi por completo, en opinión de Byung-Chui Han, la vida de sus ciudadanos. A pesar de lo dicho, en aquel momento su artículo era aún más crítico con Europa y su inoperancia en la lucha contra la pandemia con el uso de “medidas obsoletas”, como el cierre de fronteras.
Dos meses después, en mayo, en una entrevista concedida a la agencia EFE, la mirada de Byung-Chul Han era aún más pesimista, si cabe, con afirmaciones como: “Sobrevivir se convertirá en algo absoluto, como si estuviéramos en un estado de guerra permanente”. Por un lado, Byung-Chul Han nos advierte que “la muerte no es democrática” y que son las capas más pobres de la sociedad las que están sufriendo con mayor crudeza los embates de la COVID-19. Por otro, manifiesta su temor a que la situación nos lleve a lo que él denomina un régimen de vigilancia biopolítica; todo está relacionado con la vigilancia digital de la que hablaba en el anterior artículo. Cree que el miedo a la muerte nos va a llevar al peor escenario posible, en el que occidente tendrá que renunciar a sus principios liberales y los polos de poder mundial se desplazarán hasta Asia. Su mensaje no deja de ser controvertido, ya que además de pensar que el pánico ante el virus es exagerado, algo cuestionable, parece que solo afecta seriamente a gente de edad muy avanzada, lo que no es del todo correcto.
El historiador, escritor y filósofo israelí Yuval Noah Harari, por su parte, cree que se debería apostar por la cooperación internacional y por la ciencia, aunque duda que se esté haciendo. Para él, como pilar básico de dicha cooperación, la información debe fluir y ser compartida. A los ciudadanos nos pide que controlemos a nuestros responsables políticos, ya que las decisiones que tomen ahora van a marcar nuestro futuro. Está en nuestras manos que la crisis se aborde desde una perspectiva autoritaria o, por contra, democrática. Y también que se aborde desde la solidaridad entre los países.
Así ven la situación, y la influencia que ha tenido y va a seguir teniendo en nuestras vidas el coronavirus, algunos de los más grandes filósofos de nuestra época. Pero cada uno de nosotros tiene su propia y legítima radiografía de lo acontecido. Voces como la del escritor Javier Cercas lo tienen claro: “cuando pase la pandemia seguiremos siendo los mismos botarates”. En cambio, muchos pensadores afirman con claridad que la posibilidad de recuperar la confianza en la humanidad está en nuestras manos, y que el futuro puede ser mejor si aprovechamos la crisis para repensar nuestra sociedad y apostar por la solidaridad.