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CULTURA | 22.05.2020

¿Ha cambiado el coronavirus el consumo de cultura para siempre?

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El mes pasado hablábamos de cómo los museos (extensible a monumentos y espacios naturales de especial relevancia) se habían adaptado a un contexto en el que el coronavirus SARS-CoV-2 nos ha tenido parcialmente confinados en nuestras casas. Si trasladamos la reflexión al mundo de la cultura, incluyendo en él tanto la literatura, como el cine y otras obras audiovisuales, pero también espectáculos escénicos y musicales, el debate se hace aún más rico y complejo. Más allá del inevitable proceso de adaptación temporal subyacen varias preguntas de fondo: ¿alguno de los cambios que estamos viendo ha llegado para quedarse?, ¿ha cambiado el coronavirus nuestra forma de consumir la cultura para siempre?

Uno de los sectores donde, sin duda, el debate va a ser más intenso es el audiovisual. Hablamos de documentales y de series de televisión, pero muy especialmente del cine, que desde siempre ha estado ociomuy ligado al estreno en salas. Es llamativo lo que ha ocurrido recientemente con la película de animación “Trolls 2: Gira mundial”, cuyo estreno oficial en cines en España está previsto para el próximo 23 de octubre. En Estados Unidos se estrenó el pasado 10 de abril en los poquitos cines que permanecían abiertos y, simultáneamente, se ofreció en alquiler digital. Sus responsables, Universal Pictures, afirman que ha sido el mejor estreno digital de la historia.

Además, y probablemente esto es lo más peliagudo, económicamente este estreno bajo demanda y en streaming ha sido rentable, ya que se ha recaudado más en taquilla que la primera película de Trolls. Obviamente, no está todo el mundo contento, y la principal cadena de cines de los Estados Unidos, AMC Theatres, ha anunciado que no va a volver a proyectar películas de Universal en sus salas.

En España, los profesionales del mundo del cine también se preguntan cómo va a ser el día después. Y empezando por el principio, ni siquiera se sabe con seguridad cómo van a poder ser los rodajes, que teóricamente ya pueden arrancar en las provincias que estén en la fase 1 (o posteriores) de la desescalada. Un asunto, claro está, que entra dentro del ámbito de los riesgos laborales. En España, durante el confinamiento, se ha rodado y estrenado online la película “Madrid, interior”. Es casi una excepción.

Respecto a la exposición y al estreno de las obras, lo único que sabemos es que, a partir de ahora, las salas de cine irán paulatinamente abriendo, con condiciones restringidas de aforo. Los propios creadores tienen claro que las plataformas de contenidos audiovisuales han llegado para quedarse. Y cualquier espectador mínimamente curioso se habrá dado cuenta que estas plataformas ya han entrado de lleno en la producción de cine, series y documentales; son las reinas del ocio familiar y ya están estrenando de forma habitual series que no han pasado por ninguna televisión. No es descartable que se convierta en habitual el estreno de películas que no han pasado por salas de cine o que dicho estreno sea simultáneo.

En el mundo de la música la situación es similar. Por un lado, tenemos la venta de música “enlatada”, que puede continuar sin grandes problemas gracias a los nuevos soportes digitales (esta parte del negocio ya pasó su propia crisis). La música en vivo ha sido la que ha tenido que reinventarse, y lo tendrá que seguir haciendo durante meses, ya que para este verano se están suspendiendo la práctica totalidad de los grandes festivales, y también están en entredicho las habituales actuaciones enmarcadas en los programas de fiestas de pueblos y ciudades.

Durante los últimos meses, las redes sociales se han llenado de artistas haciendo pequeños directos online o quedadas con otros artistas, mediante herramientas como Zoom o Google Meet o los directos en Instagram. Ha sido su forma de mantener el contacto con fans y seguidores y, probablemente, la mejor manera de sobrellevar las fases más estrictas de la cuarentena para obligarse a estar activos.

Estos días también hemos podido ver cómo explotaban de forma definitiva los conciertos virtuales. El caso más llamativo es, sin duda, el de las actividades organizadas dentro de Fortnite, el juego de Epic Games. Es curioso porque su naturaleza es otra, pero se adapta perfectamente a la emisión de espectáculos, ofreciendo una experiencia lo más realista posible, en la que los asistentes pueden moverse cerca del escenario, interactuar con tiendas de merchandising… En definitiva, hacer lo mismo que un asistente a un concierto físico, pero dentro de un mundo virtual. Esto no es nuevo, ya se hacía antes con gran éxito, pero con el confinamiento y la práctica desaparición de otras alternativas, se han batido todos los récords. En abril, el rapero Travis Scott consiguió congregar a 27,7 millones de jugadores en torno a su concierto Astronomica, pulverizando cualquier marca anterior. Este es otro punto a valorar, que garantiza el futuro de este tipo de eventos: de forma exclusivamente física es del todo punto imposible congregar a tantas personas en un único espectáculo. Y la experiencia es mucho más inmersiva que ver un concierto a través de la televisión.

También online, pero de forma más convencional, con artistas como Lady Gaga, Stevie Wonder, los Rolling Stones o Maluma grabando en sus casas para ser vistos a través de Internet, se puede calificar como éxito el concierto One World: Together at Home, que recaudó más de 117 millones de euros en beneficio de la OMS. En España, muchos teatros y salas de conciertos han ofrecido, y siguen ofreciendo, espectáculos de artes escénicas, humor y música a través de Internet; en numerosas ocasiones de forma gratuita. Sirva como ejemplo la iniciativa que tuvo el Teatro Real de Madrid que, el Día del Libro, permitió el acceso a una fantástica selección de óperas basadas en grandes obras de la literatura.

Precisamente no se puede finalizar este artículo sin lanzar también una pequeña reflexión en torno a la literatura. En este caso, las grandes damnificadas han sido las librerías, que hasta ahora no han podido abrir sus puertas. Las editoriales, por su parte, se han visto obligadas a postergar sus estrenos literarios, salvo algún caso puntual en el que se ha lanzado un título tan solo en formato digital. Tampoco se han podido hacer presentaciones ni ha habido Ferias del Libro, salvo cuando se ha decidido hacer estos actos de forma virtual. Grandes eventos como la Feria del Libro de Madrid se han trasladado al otoño, aunque las incógnitas sobre su celebración siguen siendo muchas.

La venta de libros se ha resentido muchísimo, aunque los lectores acérrimos han tenido dos posibilidades a su alcance, siempre online: la compra de libros en papel con su posterior envío a casa, y la compra de ebooks, por supuesto, instantánea.

Queda por hacer la gran reflexión a la cuestión que planteábamos al inicio del artículo: ¿Estamos hablando de modificaciones puntuales o de cambios permanentes? Es una pregunta difícil de responder. En primer lugar, no sabemos aún durante cuánto tiempo vamos a tener que convivir con lo que los medios de comunicación denominan “nueva normalidad”, que en muchos aspectos tiene bastante de nueva, pero poco de normal. Tampoco sabemos si habrá alguna oleada posterior del virus que nos obligue a confinarnos de nuevo de forma estricta o si esto no será necesario. Así que de momento la situación de excepcionalidad permanece.

Si intentamos imaginar la vuelta a la situación que teníamos antes del coronavirus, parece lógico pensar que algunas de las formas de vivir el ocio y la cultura que hemos asumido durante estos meses se quede para siempre. Las que más puntos tienen para conseguirlo son las que, por decirlo de forma coloquial, ya “asomaban la cabeza” antes del advenimiento del SARS-CoV-2. Y que además han demostrado poder ofrecer ventajas que van más allá de la sustitución de otra forma de hacer las cosas. Entre las mencionadas en estas líneas se puede augurar un buen futuro a las plataformas de contenido electrónico, los espectáculos virtuales y los libros electrónicos.