TRANSFORMACIÓN | 12.08.2020
Nuestras ciudades: arquitectura y urbanismo después del coronavirus
No hay ni un solo ámbito de nuestras vidas que no se haya visto trastocado por la pandemia del SARS-Cov-2. Algunos cambios han sido temporales y puede que no se tengan que repetir, o que aparezcan en nuestro devenir de forma cíclica; no lo sabemos aún. Otras modificaciones han podido llegar para quedarse, como algunas de las intervenciones que se han hecho en espacios públicos de nuestros pueblos y ciudades.
En el caso de la arquitectura y el urbanismo los cambios casi nunca pueden hacerse de un día para otro. Es interesante detenerse unos instantes en lo que hemos vivido y en lo que puede pasar a partir de ahora.
Hablemos un poco de historia
Ni son nuevas las epidemias, por desgracia, ni tampoco las modificaciones que pueden llegar a forzar en el tejido urbano. El urbanismo moderno de Barcelona, tal y como conocemos ahora la ciudad, nace en el siglo XIX, de la mano del ingeniero y urbanista Ildefonso Cerdá Suñer, como respuesta a las epidemias y al hacinamiento que imperaban en las grandes metrópolis de la época. La fisonomía fácilmente reconocible del Ensanche de la ciudad condal, la cuadrícula de calles paralelas solo rota por grandes avenidas cruzando en diagonal, se ve reflejada sobre el papel en el Plan Cerdá, gestado hace 160 años, en 1859, aunque posteriormente sus ideas solo se respetarán parcialmente.
La Muerte sobre el Támesis. Original: Cartoon from Punch Magazine; 10 July 1858. Fuente: WikiMedia
Un año antes los ciudadanos de Londres, debido a un caluroso verano, sufrieron con especial intensidad el habitual mal olor del río Támesis en aquella época. Diversas obras de drenaje y construcción de alcantarillado salvaron a la capital inglesa de sucesivas epidemias de cólera, que como había demostrado el médico John Snow se transmitía por el agua fecal. Paradójicamente, en aquel momento no se le daba crédito y las obras se hicieron pensando en parar una infección por vía aérea, pero por fortuna sirvieron para combatir con éxito la presencia de bacterias en el agua.
Las intervenciones de este tipo fueron múltiples y, de hecho, la prevención de la Salud Pública marcó en gran medida las directrices de la arquitectura durante muchos años. La arquitecta Beatriz Colomina habla en su libro titulado X-Ray Architecture sobre la relación entre enfermedades y arquitectura. Cuenta la influencia que tuvo el combate contra la tuberculosis en la construcción de hospitales, pero también en la arquitectura moderna en general.
¿Qué ha pasado estos meses?
En Paisaje Transversal analizan algunos de los aspectos problemáticos que presentan nuestras ciudades a la hora de afrontar una situación como una cuarentena colectiva. Nos hablan de zonas con alta densidad poblacional, un problema que se agrava con las desigualdades sociales. Plantean que urge la necesidad de generar espacios públicos más saludables, integrados con la naturaleza, y de repensar nuestra movilidad.
Sin embargo, es especialmente interesante el concepto que introducen al final de su artículo: el urbanismo táctico, que se plasma en cambios de uso temporal del espacio público. Estas pasadas semanas hemos visto ejemplos prácticos de esta idea como, por ejemplo, la peatonalización de tramos de calzada de La Castellana, Arturo Soria o la Calle Mayor, en Madrid, para que la gente pudiera salir a andar los fines de semana.
A los cambios de uso se han sumado también los cierres de espacios públicos. El más llamativo ha sido el de los parques infantiles, abiertos de nuevo. En otros casos se ha restringido el paso en zonas de paseo en uno de los sentidos, de forma que la gente hiciera ejercicio recorriendo un circuito, sin cruzarse con otras personas. Mientras tanto, en el interior de los edificios han aparecido, por arte de birlibirloque, mamparas y recorridos a seguir en el suelo, con cruces o recuadros donde podemos detenernos.
Donde se han podido ver cambios de forma más acelerada, debido a la gran capacidad de medios que tiene un país como China, y al hecho de ser el epicentro de la epidemia, ha sido en Wuhan. Desde el lógico cierre del mercado, supuesto origen del foco, hasta la construcción meteórica de varios hospitales, pasando por la aparición de barricadas de diverso tipo en las calles, pensadas para aislar zonas y también para ayudar a mantener las distancias de seguridad. En otros sitios han sido los propios ciudadanos los que han levantado barreras, movidos por el miedo, para evitar el paso de personas ajenas a su comunidad.
Autor: Chang Liu. Estación de Tren de Wuhan. Imagen Libre. Fuente: Pixabay
En el transcurso de la epidemia, más importante, aún si cabe, que la estructura de nuestras ciudades, ha sido el interior de nuestras viviendas. De forma inesperada se ha aumentado el tiempo que pasamos en el que, por antonomasia, es nuestro último refugio. No solo ha sido lugar de descanso y de ocio en familia, también se ha transformado en lugar de trabajo y de recepción de docencia. Muchas familias han cambiado la forma en la que ven su hogar: la idea de cerrar el balcón, que días antes era fantástica, se convirtió en un error en el contexto de la cuarentena, o tal vez hubiéramos deseado tener una distribución totalmente distinta de las estancias.
Diversos arquitectos defienden que se podría hacer un uso más inteligente de las zonas comunes de los edificios, las que compartimos con nuestros vecinos. Arguyen que patios más accesibles, azoteas con zonas verdes e incluso la creación de zonas comunes de estudio y trabajo, podrían haber sido un paso intermedio entre el confinamiento en un hogar y la salida al exterior.
El futuro de nuestras ciudades
¿Pero estamos hablando sólo de modificaciones temporales o podemos estar viendo cambios de calado como los acaecidos en el siglo XIX? Como en casi todos los ámbitos de la vida, habrá un poco de todo. Muchos cambios en nuestro urbanismo se van a revertir de forma rápida, pero otros han podido llegar para quedarse, como algunas de las peatonalizaciones.
Autor: David Mark. Imagen libre. Fuente: Pixabay
Uno de los debates más interesantes que vamos a vivir en los próximos años es la compatibilidad entre ciudad sostenible y ciudad sana. En algunos foros de debate ya se ha comentado que el tan ansiado uso del transporte público puede en ocasiones acarrear aglomeraciones. También se han puesto sobre la mesa posibles soluciones, como el concepto de la ciudad de 15 minutos, lanzado desde París, que quiere promover el uso de la bicicleta y la posibilidad de poder llegar paseando a lugares de trabajo y de compras.
Diversos expertos avisan que ahora que estamos volviendo a la normalidad, es posible que se use el vehículo privado más que nunca, debido al miedo al hacinamiento en el transporte público. Muchos parecen estar de acuerdo en que la solución a la movilidad dentro de las ciudades puede pasar por la bicicleta, para lo que será necesario dotar a nuestras urbes de una densa red de carriles-bici.
No podemos olvidarnos de nuestros mayores, colectivo más castigado durante la pandemia, parece cada vez más evidente el buscar opciones de vivienda que reúnan servicios para ellos. Son muchos los que evitan pasar sus últimos años en una residencia, tras el drama vivido por la COVID19, seguro que cada vez más buscan otras opciones que les permita disponer de los servicios necesarios en entornos más limpios y seguros. Estos aspectos han sido analizados desde distintos puntos de vista por MAPFRE en el ciclo de encuentros Ageingnomics, donde se analizan las oportunidades derivadas de la economía del envejecimiento.
El arquitecto urbanista Carlos F. Lahoz habla también de otros aspectos, quizás no tan llamativos, como la vuelta al uso de materiales como el cobre y el bronce, donde se cree que virus y bacterias permanecen menos tiempo. Y no olvida el interior de las viviendas: las terrazas se han convertido en un bien preciado y las casas tendrán que contar con zonas desde las que poder teletrabajar (o estudiar) con comodidad.
Hay otras necesidades que no son nuevas, nunca lo han sido, como la presencia de más zonas verdes y de esparcimiento, aceras más anchas; más espacios en definitiva para las personas y no tanto para los vehículos a motor. Fernando Espinosa de los Monteros, arquitecto y presidente de la Asociación Española para la protección del Patrimonio del Siglo XX, habla de la necesidad de generar un debate en torno a lo que él denomina Arquitectura Saludable. El objetivo es disfrutar de espacios más amplios, agradables y limpios, tanto en espacios públicos como en oficinas y viviendas, en el ámbito privado y en las zonas comunes de los edificios.
Los retos son emocionantes: ciudades más seguras pero sin olvidar que también han de ser sostenibles. En definitiva, saludables para nosotros y nuestras familias, pensando también en las generaciones futuras. Y con un ojo puesto en el corto y el medio plazo, en poder afrontar con mejor calidad de vida otro posible confinamiento.