TECNOLOGÍA | 08.05.2020
“La tecnología 5G en el transporte abre una ventana a la conectividad en los países en vías de desarrollo”
José Francisco Monserrat, investigador de la Universidad Politécnica de Valencia y asesor del Banco Mundial en Transportes y 5G
“Casi 20 países en el mundo no disponen de conectividad 4G y esto excluye a la población de las oportunidades que la digitalización brinda, como la educación online. Con la excusa de invertir en el transporte, si a la vez le dotamos de 5G, podremos dar conectividad a la ciudadanía con todas las ventajas que eso supone”, explica José Francisco Monserrat, catedrático de la Universidad Politécnica de Valencia. El investigador (Madrid, 1980) trabaja en un informe, por encargo del Banco Mundial, para comprobar el impacto económico del 5G en los países en vías de desarrollo en el ámbito del transporte.
Con este informe, Monserrat y su equipo del Instituto de Telecomunicaciones y Aplicaciones Multimedia (iTEAM) tratarán de ver hasta qué punto una inversión adecuada del Banco Mundial o de los gobiernos en transportes y 5G puede ser positivo para la sociedad, para el crecimiento del país y, a la vez, que el retorno económico sea viable. Así, por un lado, desplegarán el 5G en los semáforos de Sao Paulo y, por otro, elaborarán un estudio económico de lo que costaría desplegar esta tecnología en las carreteras de Kenia.
“El Banco Mundial tiene muchos proyectos para invertir en semáforos porque hay muchos países que no los tienen y, de paso, se puede aprovechar para desplegar fibra y que esos semáforos se conviertan un punto de acceso 5G. Es una buena forma de superar la barrera de la conectividad en los países en vías de desarrollo”, señala Monserrat, quien pone como ejemplo a Bangladesh: “Es uno de los mayores productores del mundo en textil y su puerto es una maravilla, pero luego ves burros llevando cosas en fardos, los paquetes se pierden o no llegan a tiempo. Su transporte local es muy malo. En el momento en que este mejore, la producción será mucho mejor, se liberará la economía y si, con la excusa del transporte, integramos 5G, se abre una ventana a la conectividad global”.
Optimizar la logística
El gran inconveniente –continúa Monserrat– es que, al tratarse de países en vías de desarrollo, a los operadores no les sale económicamente rentable y es necesario convencer a los gobiernos de que tienen que hacer un esfuerzo y participar en inversiones o acuerdos público-privados para el despliegue de esa red.
Si además de ser un nodo 5G, los semáforos y las carreteras están conectados mediante inteligencia artificial con los coches y otras infraestructuras, será posible desarrollar sistemas inteligentes para que el transporte sea lo más eficiente posible. “En Nairobi, investigaremos la parte logística relacionada con los camiones que transportan pescado. La trazabilidad en tiempo real con grandes volúmenes de cosas requiere la conectividad de millones y millones de dispositivos que el 4G no permite y el 5G sí”.
Esa posibilidad de monitorizarlo todo, lo que se conoce como Wireless IoT masivo (Internet de las Cosas inalámbrico) propiciaría en Bangladesh unir millones de camiones y gente en bicicleta que transporta individualmente paquetes con clientes y que el transporte nunca tuviera un camión vacío. “Ahora mismo, el transportista va un 30% de su tiempo sin nada, y esto perjudica la eficiencia del transporte y, por tanto, consumimos más energía”, señala Monserrat.
El Banco Mundial también quiere saber qué beneficios puede tener el coche autónomo en grandes países que exportan mucho pero tienen muy mal transporte. Con los semáforos con 5G y conectados, los vehículos pueden ajustar su velocidad. De esta manera, se reduce mucho el consumo de energía. “El coche autónomo no llegará a su máximo rendimiento hasta que no esté comunicado y pueda comunicarse con el resto de coches y la infraestructura (señales, semáforos…). Y en eso el 5G juega un papel fundamental. Solo esta conectividad será capaz de llevar el coche autónomo a su máximo nivel. Esa comunicación con otros vehículos y el entorno permitirá realizar rutas conjuntas y evitar las congestiones de tráfico, ya que adaptará la velocidad a la indicada por las señales”, subraya Monserrat.
Ciudades con transporte público compartido
Como experto en 5G, Monserrat prevé unas ciudades con muchas cosas conectadas que ahora ni nos imaginamos, como las papeleras o los contenedores de basura, los cuales se comunicarán con los camiones para que estos solo los vacíen cuando se necesite. “Se conectarán las luces de la calle. Se conectarán los semáforos con los coches y llegará un momento en el que los coches conectados ajustarán sus velocidades para no tener un accidente”.
En esa prospección de las ciudades de las próximas décadas, el gran cambio que el 5G va a aportar es el coche compartido como transporte público, según el catedrático. Para Monserrat, vamos a un modelo de transporte híbrido de público y privado porque siguen siendo vehículos pequeños para poca gente pero de uso público. “Es como si tuviéramos muchísimos más taxis de los que tenemos ahora, y estos vehículos compartidos me recogerán a mí, al vecino de abajo y al de enfrente, ya que estaremos todos conectados y así se sabrá dónde queremos ir y cuáles son nuestros movimientos. Esto hará la movilidad mucho más eficiente”.
Esta fase del coche compartido “va a cambiar mucho las ciudades dentro de 20 años. Habrá muchos menos coches y estos serán compartidos. Y, al final, ese coche compartido siempre estará lleno. Por eso, habrá cinco veces menos coches o muchos menos. Nosotros llamamos a esto mobility as a service, movilidad como servicio”, subraya Monserrat, quien lo tiene claro: “El coche electrificado, autónomo, conectado y compartido ahorrará un 50% de energía. Al reducirse el número de vehículos en circulación considerablemente, el ahorro alcanzará casi el 97% para 2050”. Unas cifras hoy impensables, pese al auge del coche electrificado.