Jeanne Picard (FICVI): “Al volante es donde menor conciencia del riesgo tenemos, hasta que pasa algo”
Al año mueren 1,3 millones de personas en accidentes de tráfico, una cifra inaceptable que la ONU quiere -en una década- reducir a la mitad con el nuevo Plan Mundial para el Decenio de Acción para la Seguridad Vial. Entrevistamos a la presidenta de la Federación Iberoamericana de Asociaciones De víctimas contra la Violencia Vial (FICVI) y co-fundadora en España de STOP Accidentes, Jeanne Picard, para hacer balance de los logros y desafíos en la lucha contra la violencia vial, que se ceba especialmente con América Latina y países en desarrollo, y con los colectivos más vulnerables: peatones, niños, ciclistas y motoristas. Desde su entidad, que colabora activamente con Fundación MAPFRE en el ámbito de la seguridad vial y la prevención de siniestros de tráfico, celebra que se hayan incluido en los ODS y reclama mayor voluntad política para evitar que los coches más inseguros o conducidos con desprecio a la vida sigan siendo “ataúdes con ruedas”.
El nuevo Plan Global de la Naciones Unidas reclama a los países un mayor compromiso, incluso en la adhesión a las convenciones internacionales relativas a la seguridad de vehículos. Piden a los fabricantes que armonicen al alza el equipamiento de seguridad. ¿Cómo está la situación en los países más desfavorecidos y con peores carreteras?
Los coches menos seguros se venden a los países que más seguridad necesitan, en Latinoamérica. Es un escándalo. En Europa contamos cada vez con más sistemas ADAS (de asistencia a la conducción) y, en general, con coches más seguros. Sin embargo, a los países menos desarrollados, con menor poder adquisitivo, les vendemos vehículos menos seguros. ¿Por qué? Porque todas esas medidas de seguridad o complementos de seguridad tienen un coste. Y entonces se eliminan para bajar precios y vender más. Además, en América Latina y el Caribe hay un enorme mercado de coches de segunda mano, incluso de tercera. En Guatemala hay cementerios de vehículos, muchos de ellos procedentes de Estados Unidos, país donde ya nadie los quiere por inseguros, donde se vuelven a poner a la venta. Lo cierto es que la seguridad se compra. Bien, pero debería ser la misma seguridad para todos: no podemos fabricar coches seguros en Europa y vender menor seguridad en América Latina. Por mucho comportamiento seguro del conductor, si el automóvil no lo es el accidente tendrá peores consecuencias.
¿Qué balance hacen del I Plan Global y dónde se ha puesto el acento en el nuevo plan para el actual decenio 2021-2030?
El balance del primer plan global, que fue una gran esperanza en su día, es bastante negativo. Por desgracia, los siniestros mortales e incluso de personas gravemente heridas siguen en aumento. Aunque algo sí se ha conseguido: por ejemplo, Argentina y Colombia ahora cuentan con agencias nacionales de seguridad vial, dotadas de presupuesto propio, o Chile, que está haciendo un enorme esfuerzo a nivel legislativo. Pero hay muchos otros donde hay menos seguridad. Todo depende de la voluntad política.
En cuanto a este nuevo Plan Mundial para el Decenio de Acción para la Seguridad Vial 2021-2030, significa una nueva esperanza. Por lo menos ahora la seguridad vial y reducir la siniestralidad forman parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Hay que reconocer que los ODS están muy bien concebidos, son muy ambiciosos y están muy bien explicados. Es un gran trabajo el que se ha hecho a nivel global. Pero no son vinculantes, son objetivos, al fin y al cabo, así que el compromiso sigue siendo incierto, como estamos viendo estos días, por ejemplo, en el ámbito del cambio climático. Por mucho que firmemos y queramos, si no cumplimos… Los ODS incluyen educación, justicia y sociedad civil, esto nos da una plataforma para poder actuar y eso es muy importante. Ojalá, esta vez, los países cumplan.
Ciertamente, es la base. Si no tenemos o logramos una legislación adecuada a los objetivos, no vamos a conseguir nada. La legislación es fundamental. Por ejemplo, nos encontramos ahora que en México todavía no tienen ley de seguridad vial. ¡En un país enorme, donde mueren por esa causa 400 personas al día! Creo que están trabajando, y afortunadamente hay mucho movimiento de la sociedad civil. Han tenido que cambiar su Constitución. Todo esto es muy lento, pero es verdad que están avanzando; esperemos que México tenga legislación en este terreno en el actual decenio. Cuanto antes, mejor. Esto que digo es solo un ejemplo de que, sin ley, está claro que no podemos mejorar. Y después la ley se tiene que aplicar. Hay muchos países que la tienen, pero no la aplican. Si no hay vigilancia de la ley, seguirá habiendo incumplimiento, por no hablar del problema de la corrupción. Por cierto, el nuevo Plan Global también habla de ella…
Reconozco que se está haciendo un esfuerzo y siempre procuro ser muy positiva: para prevenir he aprendido a tener paciencia. Pero quiero recalcar que modificar leyes es importantísimo: no solo de seguridad vial, sino de protección de las víctimas. La justicia tiene que ser preventiva para la sociedad, educadora para el infractor y protectora para las víctimas. No lo llamo consuelo, porque no hay consuelo para quien ha perdido a un ser querido en la carretera. No queremos que nos paguen por la vida de nuestros seres queridos. Nuestros hijos no tienen precio, pero lo que nos ayuda es la prevención.
Vds. insisten, entre otras cuestiones, en la conducción responsable. ¿Cómo es un conductor responsable y qué papel pueden jugar entidades como Fundación MAPFRE o FICVI en la promoción de la educación vial y de la concienciación de los riesgos?
Tienen un papel indispensable entidades como Fundación MAPFRE, con la que colaboramos desde el mismo momento de nuestra constitución en 2010. En materia de educación ejerce un rol muy grande, no solo a la hora de informar, sino de formar. Educación, junto con justicia y salud son la base de la democracia. Pero la educación es muy lenta. Estamos ahora trabajando con una generación que -todos esperemos- el día de mañana será la de los conductores responsables. Educar a las personas por encima de 40 o 50 años que no han recibido esa buena formación, concienciarlas, y cambiar actitudes y comportamientos es muy difícil. Los malos hábitos son fáciles de adquirir, pero cambiarlos es más complicado, como sucede en todos los ámbitos de nuestra vida. Educación, formación y sobre todo información es lo que hace falta: lo vimos en España, con la introducción del carné por puntos. A veces, la sanción forma parte de la educación. Perder puntos hace reflexionar. En Latinoamérica está pendiente la formación a nivel del conductor, porque muchos permisos de conducir son comprados. ¿Cuántos? Es la gran pregunta. Es más fácil comprarlo que ir a una autoescuela y aprender de verdad; sobre todo, aprender a tener conciencia del riesgo. Yo creo que en la movilidad es donde menos conscientes somos del riesgo hasta que algo nos pasa. Tenemos que ser conscientes antes de que suceda lo peor, porque tenemos una máquina de matar en las manos. Nadie arranca su vehículo pensando que pueda tener un accidente, pero luego no somos conscientes de los riesgos: velocidad, alcohol, distracciones…
Eso es, Fundación MAPFRE lleva mucho tiempo analizando enormemente los entornos escolares y produciendo estudios. Estamos empezando a trabajar mucho con las asociaciones de la Federación. Hay una en México que quiere profundizar ahí y nosotros estamos aportando todo lo que podemos. Aquí en España, en A Coruña, también estamos trabajando. Lo que ha pasado en Madrid, la tremenda conmoción por el accidente a la salida de un colegio de Mirasierra, ha hecho saltar las alarmas, pero nosotros no paramos de decirlo: es nuestra lucha diaria con los padres. Comportamiento, responsabilidad personal, pero también -como advierte el Sistema Seguro del Plan Global- es importantísimo cuidar las infraestructuras y toda la gestión u ordenación del tráfico. No podemos permitir aparcamientos indebidos delante de los colegios. Hay que ir andando y, si tienes que ir necesariamente con el coche, hace falta entonces un aparcamiento seguro en el cual se pueda dejar el vehículo y acompañar al niño a la puerta a pie. No puede haber ese caos que hay en muchos colegios, sobre todo existiendo el transporte escolar. O todos los niños van en autobús o habrá que buscar soluciones a nivel de infraestructuras. Es un tema de responsabilidad compartida de los ayuntamientos, de los colegios, de los padres… Los niños tienen que estar en el cole y salir con seguridad, y hay que decir “no al caos” aunque mamá y papá tengan prisa. Todas las ciudades han entendido que algo hay que hacer. Es triste que esto suceda siempre a posteriori.
En Iberoamérica estamos trabajando, porque allí hay verdaderos problemas de desplazamiento. A veces los niños caminan al borde de la carretera sin seguridad, dos o tres kilómetros, hasta llegar a la escuela. Tienen entornos escolares muy pocos seguros y, como consecuencia, el desplazamiento tampoco lo es. Es un problema grave que hay que trabajar. A veces va un adulto sin casco, con dos o tres niños en la moto… Se están dando pasos, pero ocurre que es más barato comprarse una moto que viene de China en una caja, desmontada como si fuera un mueble, que pagar el abono mensual del transporte público. La monta el comprador pero al mínimo error, a los dos días, fallan los frenos… Algunas son tan baratas que si los agentes ponen una multa resulta más fácil comprar una nueva que pagar la sanción. Lo mismo que con los coches: motos baratas e inseguridad total. Los ciclistas, en menor número en las ciudades, son también más vulnerables. Tenemos que proteger a estos colectivos: peatones, ciclistas, motoristas….
Llama la atención el enfoque integral de este nuevo plan mundial, no solo en lo que respecta al citado vínculo con los ODS, sino también en la consideración que hacen de sistemas seguros, inclusión de cuestiones de género… ¿Cuáles son los principales desafíos bajo este nuevo prisma?
El desafío es que se cumpla. Hay muchos compromisos por cumplir. Están muy bien explicados y que el género aparezca está muy bien, porque de hecho las mujeres son las que mejor conducen y es un plus que se les reconozca. Pero hay múltiples desafíos, tantos como objetivos. Nos dicen que se trata de reducir al 50% la mortalidad a nivel mundial. Ojalá. Lo veo difícil, no ya en los países desarrollados, donde quizá se consiga sino, sobre todo, en aquellos en desarrollo: si no ayudamos a nivel económico y social, será imposible. España hace años tenía 50 años de retraso con respecto a los países nórdicos, cuando en 2004 Pere Navarro -en un primer periodo como Director General de Tráfico – lo vio muy claro: importar los modelos de actuación de los países que lo hacen bien. Logró situar a España en buen lugar. ¿Qué pasa en Latinoamérica? Yo siempre digo: Copiad a Europa, no sigáis haciendo cosas que ya sabemos que no funcionan. El casco salva vidas, el cinturón también…. Pero la ley allí no ayuda. Porque hay países que no tienen obligatoriedad de ponerse el cinturón, así que el fabricante no lo pone. Es un desafío enorme que depende, fundamentalmente, de la voluntad política, de que el gobernante tome medidas y las cámaras de representación -Congreso y Senado- sitúen como prioridad la seguridad vial, que es un problema de salud pública y económico enorme. El modelo está bien explicado en el Sistema Seguro. ¿Por qué no se pone en marcha? Porque falta voluntad política. Presionar desde la sociedad civil y hacer que se escuche la voz de las víctimas, nuestro trabajo, ha sido un paso adelante. En Argentina se consiguió; en Colombia, en Chile, en Costa Rica… En México está trabajando una sociedad civil muy entusiasta, y eso nos empuja a seguir. Colocar a las víctimas de la violencia vial en la prioridad política es el primer peldaño para salvar vidas.