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SOSTENIBILIDAD| 01.06.2022

¿Vamos menos a la oficina?

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De los miles de millones de desplazamientos que se realizan a diario en el mundo, una buena parte de ellos son para acudir al puesto de trabajo, con viajes rutinarios que constituyen una parte más de nuestra vida y a los que, especialmente en las ciudades, la mayoría dedica un considerable número de horas a la semana. Pero de la mano de la pandemia llegó el avance del teletrabajo, una modalidad a la que, tras poner en práctica a marchas forzadas, muchas empresas y profesionales han encontrado ventajas y se plantean mantener a largo plazo, aunque sea parcialmente.

El trabajo en remoto se ha probado como una opción real, y no hay debate sobre el futuro de la movilidad del día a día en el que no esté presente. Aunque nunca podrá sustituir al contacto humano, y no es posible en todos los tipos de trabajo, su adopción de modo más o menos flexible ha significado una mejor conciliación entre vida laboral y personal, y, en un contexto de mayor concienciación medioambiental, permite rutinas más sostenibles. Sin embargo, ¿cuál es la realidad al respecto más de dos años después de la pandemia? ¿Fue una solución circunstancial o ha llegado para quedarse?

El nivel de implementación del teletrabajo es un fenómeno que varía en función de los países y el desarrollo de sus economías, y del tipo y tamaño de población. Aunque es complejo de medir, se puede hacer una aproximación a través de los datos obtenidos del uso de aplicaciones de navegación GPS, que han llegado a ser utilizadas por las autoridades sanitarias para tomar decisiones frente al Covid-19. Los Informes de Movilidad Local de Google ofrecen volúmenes y tendencias de movimiento por zonas geográficas en todo el mundo.

En MAPFRE hemos puesto en marcha un modelo híbrido de trabajo en remoto en España, que establece nuevos mecanismos para avanzar hacia un modelo de organización más flexible, que como compañía nos permita ganar en agilidad y eficiencia.

Este nuevo modelo establece una bolsa de horas trimestrales de trabajo en remoto, que el empleado podrá utilizar con carácter voluntario. Esta bolsa se podrá disfrutar por horas o por días completos, a elección del mismo, sin que se puedan acumular o trasladar entre trimestres.

El teletrabajo, mayoritariamente urbano

Al repasar las cifras de algunas grandes ciudades, la primera conclusión es que hay una menor afluencia a los centros de trabajo. Según los datos más recientes de Google, de este mayo, los desplazamientos de este tipo han caído en comparación con los momentos previos a la pandemia un 13 % en Barcelona, un 15 % en Madrid, un 18 % en Berlín, un 25 % en Nueva York, un 30 % en Londres, un 33 % en París…

El perfil de usuarios de las aplicaciones con GPS está más en contacto con la tecnología que la media y las cifras reales pueden ser algo menores. Sin embargo, permite observar una tendencia clara: en entornos urbanos, hay menos personas yendo presencialmente a oficinas y otros lugares de trabajo, un cambio que se explica por el surgimiento del teletrabajo.

Hay ciudades que no se han sumado al mismo ritmo a esta corriente. Es el caso de Roma, una excepción con un descenso de tan solo el 1 % tras la pandemia. O las capitales de países asiáticos, que se caracterizan por una cultura con mayor peso de lo colectivo y de la presencialidad. Pese a que en ellas la presencia de la tecnología es muy elevada, en Tokio y Seúl la caída del trabajo presencial es de solo el 8 % y el 10 %, respectivamente.

Latinoamérica recupera el ritmo precoronavirus

Una mayor adopción del teletrabajo está ligada a la digitalización de la economía, un apartado en el que otras regiones como Latinoamérica aún tienen menores avances. Por eso, frente al descenso en el trabajo presencial de las grandes ciudades de Europa o Estados Unidos, las capitales latinoamericanas ya registran niveles similares o superiores a los anteriores a la irrupción del Covid. Entre otras, los desplazamientos al trabajo han aumentado un 5 % en Ciudad de México, un 30 % en Bogotá, un 5 % en Lima y un 20 % en São Paulo.

Las poblaciones pequeñas, también alejadas del teletrabajo

Al igual que sucede con las variaciones entre países, en los que el nivel de digitalización, propia de economías más desarrolladas, determina las posibilidades de optar por un mayor peso del trabajo en remoto, dentro de las propias naciones hay importantes diferencias. Incluso en los países cuyas capitales habían visto reducido notablemente el tráfico diario hacia los centros de trabajo, como Estados Unidos, España, Francia, Reino Unido o Alemania, al observar las cifras de sus regiones más rurales y con poblaciones menores se aprecian descensos que no llegan al 10 % o la vuelta a los antiguos niveles.

Junto a la mejor conciliación con la vida personal, sobresale entre los puntos a favor del teletrabajo que puede aliviar problemas como la masificación y la contaminación, propios de las grandes ciudades. Estos afectan mucho menos a pueblos y ciudades de tamaño medio, donde además los tiempos de desplazamiento son inferiores. No es solo una cuestión de la tecnología, las diferencias también se deben a que en estas poblaciones, que se mueven con desplazamientos más cortos, se opta menos por el teletrabajo porque sus atractivos son menores.

Por otro lado, hay una tendencia en el mundo rural pero que tiene un mayor reflejo en los datos urbanos. La posibilidad del teletrabajo ha permitido que profesionales de las ciudades elijan trabajar parte de su tiempo desde localidades más pequeñas o incluso se muden a ellas, en busca de una mejor calidad de vida. Aún poco representativo en las cifras globales, es un cambio que puede ayudar a revitalizar los pueblos y a avanzar en sostenibilidad, dos de los mayores retos que enfrentan nuestras sociedades.

Menos tiendas, más parques

De los datos globales se pueden extraer conclusiones más allá del terreno laboral. Hay otros dos lugares de las ciudades que, dos años después, seguimos frecuentando menos: las estaciones de transporte público, y las tiendas y establecimientos de ocio. La caída de pasajeros en el transporte público, que se dio inicialmente por el miedo a los contagios, aún no se ha recuperado por el teletrabajo y la preferencia por otros medios individuales. El descenso en la categoría de tiendas y ocio, con origen también en el miedo a los contagios, sigue vigente por el auge de nuevas formas de comprar o disfrutar del ocio como el comercio electrónico, o las plataformas de streaming en lugar de las salas de cine, por ejemplo.

Por otro lado, los desplazamientos a supermercados y farmacias, los que tienen lugar en zonas residenciales y los que tienen como destino espacios naturales como parques o playas ya registran niveles iguales o superiores a los anteriores a la aparición del Covid.

 

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