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SOSTENIBILIDAD | 13.12.2021

Tercer sector, el puntal de la sociedad en tiempos difíciles

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El tercer sector es uno de los elementos más importantes que sostienen nuestras sociedades, siempre presente en sus márgenes, ayudando a cientos de miles de personas que de otro modo sufrirían de una manera mucho más dura y angustiosa las amenazas de la pobreza, el hambre, la falta de oportunidades y la exclusión. Y, si bien esta es una realidad permanente, lo es especialmente en tiempos de dificultades.

Al pensar en la época del coronavirus, a la cabeza del lector probablemente acudirán los confinamientos, las restricciones para ver a los seres queridos o el teletrabajo. Pero ¿dónde podían aislarse quienes malvivían en casas sobrepobladas o ni siquiera tenían un hogar? ¿Qué pensarían cuando todo el mundo comenzó a hablar de teletrabajo quienes jamás han poseído un ordenador? ¿Qué llevarse a la boca cuando los cierres acabaron con los pocos ingresos, muchas veces informales, de familias enteras? Muchas personas se vieron obligadas a acudir a las organizaciones del tercer sector, tras una pandemia que, como suele suceder en tiempos de crisis, ha acentuado las desigualdades.

Es una de las conclusiones de la sexta edición de las Conversaciones para el liderazgo de la Fundación MAPFRE, que ha analizado el papel de las mujeres en el tercer sector con tres figuras de referencia en España: Natalia Peiro, secretaria general de Cáritas España, Virginia Carcedo, directora adjunta de Formación, Empleo y Transformación de Fundación ONCE, y Carmen García de Andrés, presidenta de la Fundación Tomillo. Además de poner en valor la labor realizada en el último año y medio, las tres coinciden en que aún queda camino por recorrer en materia de igualdad de género.

El tercer sector está compuesto en España por unas 28.000 organizaciones, entre las que están más vinculadas a la asistencia, como fundaciones, asociaciones y ONGs, y las de la economía social, un terreno poco conocido que incluye cooperativas, sociedades laborales, mutualidades, centros especiales de empleo o empresas de inserción. Entre todas ellas supusieron el año pasado el 1,45% del Producto Interior Bruto (PIB), y un 3% de todo el empleo de España, y sus ayudas directas sumaron un monto de 42 millones de euros. Son cifras que revelan su importante magnitud, aunque no pueden explicarse sin el más de un millón de voluntarios que se desempeñaron en ellas e hicieron posible su trabajo.

Tercer sector y mujeres

El 52% de los voluntarios son mujeres, una proporción que asciende hasta el 57% en el caso de los contratados en este sector. Pero esta predominancia femenina en los números no siempre se traduce en los puestos de responsabilidad, y son mayoría las mujeres en los trabajos de base, pero encuentran dificultades para acceder a los cargos de dirección. Cáritas ilustra bien esta situación. En torno al 70% de sus empleados y voluntarios son mujeres, un porcentaje muy alto. La organización realizó recientemente un informe de cómo había sido el proceso de toma de decisiones durante la pandemia, y comprobó que buena parte de este proceso estaba en la primera línea, en los centros repartidos por todo el territorio español y en poblaciones de todo tipo, donde mujeres con más experiencia dirigían pequeños equipos. La secretaría general, sin embargo, estuvo ocupada por hombres hasta que en 2017 Natalia Peiro fue la primera en llegar a ese puesto.

En la Fundación ONCE ocurre algo similar. Se han dado grandes pasos en igualdad y las mujeres ya son el 50% de sus cargos directivos, pero en los puestos intermedios suponen el 60%, y en el total de la plantilla, su proporción es del 64%.

Para lograr dar el salto a las cúpulas de todo tipo de organizaciones, ser mujer suele conllevar un mayor esfuerzo, pero hay otros factores que pueden influir. Una mujer con discapacidad, o proveniente del mundo rural, encontrará muchos más obstáculos en su camino. Y es que las barreras sociales y externas limitan en gran medida la capacidad de desarrollar una carrera. A un hombre se le presupondrá una capacidad y unas ganas de liderazgo que, en el caso de ser mujer, de pueblo, extranjera o discapacitada, las personas a su alrededor ni siquiera se plantearían.. Y no solo los ambientes laborales, también las familias y allegados juegan un papel en estas limitaciones. Sin un entorno que aprecie el talento de las mujeres, es difícil que estas den el paso.

Pero los factores externos no son los únicos que actúan como freno para muchas trabajadoras. Al igual que en el resto de sectores, muchas barreras se encuentran en la educación, la mentalidad y las convenciones sociales que adquiere la propia mujer, y es su autopercepción la que le puede hacer no plantearse el progreso en su carrera. Ante esta cuestión, los casos de éxito son fundamentales, y ver a mujeres en puestos de liderazgo es un aliciente y, quizás, el empujón definitivo para que una mujer quiera avanzar y ganar en visibilidad y responsabilidades.

El tercer sector, que se ha demostrado en esta crisis una vez más como la red que sostiene a los más vulnerables, aún tiene una deuda pendiente con las mujeres, pero es uno de los espacios donde más se ha conseguido al respecto. En un sector donde las mujeres hace años que son mayoría y en el que estas comienzan a tomar el mando, las organizaciones esperan que sus buenas prácticas puedan ir permeando al resto de la sociedad, de modo que la inclusión y la igualdad estén presentes en todo tipo de actividades, y se puedan ir difuminando las fronteras que las separan de la economía social.