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SOSTENIBILIDAD| 08.08.2022

Sequía, la escasez de agua que se extiende por el planeta

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La falta de agua es cada vez mayor en el mundo. Es una afirmación alarmante pero que refleja una realidad sobre la que las cifras no dejan lugar a dudas: desde el año 2000 hasta la actualidad, el número y la duración de las sequías han aumentado un 29%, según la ONU. Son una de las principales amenazas de las naciones en desarrollo, donde pueden ser devastadoras, aunque también golpean de manera creciente a países ricos, y para el año 2050 podrían afectar a tres cuartas partes de la población mundial. Pese a esta tendencia, hay margen de actuación: hay varias acciones que pueden mitigar su impacto e incluso revertirlo.

Toda sequía tiene su origen en la escasez de lluvias, pero hay factores humanos que las aceleran y agravan. “La sequía no es solamente la ausencia de lluvia, se ve alimentada por la degradación del suelo y la crisis climática”, apunta el informe publicado este año por las Naciones Unidas sobre este asunto. Y es que actividades como la deforestación o la sobreexplotación de recursos hídricos contribuyen en gran medida a desencadenar las sequías.

Además, hay mucha evidencia científica de que las sequías son uno de los fenómenos naturales extremos que están directamente relacionados con el cambio climático, ya que el aumento de las temperaturas altera los ciclos del agua, causa que haya menos precipitaciones, acelera la evaporación de las reservas… En este sentido, están en línea con el aumento que se está produciendo a nivel global de los desastres naturales, que se explica por la mayor incidencia de los que tienen una base meteorológica -las sequías son uno de ellos-, pero también por otros factores como los movimientos sociodemográficos.

 

Tipos de sequía

No hay una definición única de sequía, y su consideración varía en función de las zonas geográficas porque se determina en base a los niveles habituales de presencia de agua; un país africano no tendrá en cuenta los mismos parámetros que otro del norte de Europa.

Las instituciones nacionales e internacionales distinguen entre varios tipos:

  • Sequía meteorológica: se denomina así a una escasez de precipitaciones que se registra de manera continuada.
  • Sequía hidrológica: disminución de la disponibilidad de agua por debajo de lo normal, ya sea en caudales circulantes como ríos o del nivel de los embalses.
  • Sequía agrícola: déficit de humedad que no permite satisfacer las necesidades de un cultivo.
  • Sequía socioeconómica: la que se produce cuando la escasez de agua afecta directamente a las personas o a alguna actividad económica.

Países en desarrollo, los más golpeados

Las peores consecuencias de las sequías son, por un lado, sociales, con la pérdida de la capacidad agrícola y de la disponibilidad de agua, que pueden acabar en la malnutrición y la hambruna para millones de personas; y medioambientales, con la degradación de ecosistemas naturales y la desertificación.

Las zonas que se ven más afectadas son aquellas en desarrollo de latitudes tropicales, y sobre todo África, que ha vivido más de 300 sequías en los últimos cien años, el 44% del total. De hecho, pese a que las sequías no suelen ocupar tantos titulares como fenómenos de otra naturaleza, por ejemplo terremotos o huracanes, son el fenómeno más temido en muchos de estos países pobres. La mortalidad provocada por las sequías representa en torno al 60% de las muertes asociadas a eventos climáticos extremos.

Cada año, las sequías más severas afectan de manera directa a 55 millones de personas, y son el peligro más grave para el ganado y los cultivos agrícolas en prácticamente todo el mundo, de acuerdo a la Organización Mundial de la Salud. Al impactar en regiones pobres, con pocos recursos para poder hacerle frente de forma efectiva y proteger a sus comunidades, se convierte en causante de miles de muertes: la ONU estima que desde el año 1900 hasta la actualidad han muerto más de 11,7 millones de personas en todo el mundo por las sequías.

Son, asimismo, uno de los motores de los movimientos migratorios, y para el año 2030 las Naciones Unidas estiman que habrá 700 millones de personas en riesgo de ser desplazadas por este motivo.

Económicamente, las sequías también tienen unas importantes repercusiones. Es difícil cuantificarlas con precisión y los distintos cálculos varían en su magnitud, pero en cualquier caso coinciden en que las pérdidas causadas por las sequías son de cientos de miles de millones de dólares en las últimas décadas, unas cifras superiores al PIB anual de la mayoría de países del mundo.

El sector de los seguros vive de cerca esta problemática, a través, entre otros, de la protección de las cosechas arruinadas por la falta de agua. Por ejemplo, este año se ha vivido una sequía histórica en la cuenca del río Paraná (en territorio de Brasil, Paraguay y Argentina), en la que MAPFRE ha intervenido con decenas de millones de euros para compensar a los afectados.

El grave riesgo de la desertificación

La desertificación es, en su aspecto medioambiental, la otra cara destructiva de las sequías sobre la que advierten los expertos, y que no se refiere al avance de los desiertos existentes, que es un proceso natural -pese a que la actividad humana puede acelerarlo-, sino a la degradación de los ecosistemas de zonas secas. Estos espacios, altamente vulnerables, cubren un tercio de la superficie del planeta. Ante una época de escasez de precipitaciones, sumada a la sobreexplotación y un uso inadecuado de la tierra, esta se seca y se deteriora, dejando de ser productiva.

Según la FAO (Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura), la desertificación hace que se pierden al año de este modo unos 12 millones de hectáreas de suelo, una superficie mayor, por ejemplo, que la de un país como Portugal. Es un fenómeno de profundas implicaciones, entre ellas el aumento de los gases de efecto invernadero, la disminución de la biodiversidad y la desaparición de espacios silvestres que amortigüen eventos climáticos extremos como inundaciones, tormentas de arena y polvo o las propias sequías, o que prevengan la zoonosis, el probable origen del covid-19.

Un fenómeno de escala global

Pese a que el grueso de las consecuencias -sociales, económicas y medioambientales- de las sequías se dan en regiones en desarrollo, ningún país es ajeno al problema. Las sequías están llegando a latitudes cada vez más amplias, y los estudios que maneja la ONU creen que para el año 2050 podrían afectar a más de tres cuartas partes de la población mundial, y que entre 4.800 y 5.700 millones de personas vivirán en zonas con escasez de agua durante al menos un mes cada año, frente a los 3.600 millones actuales.

El preocupante descenso de los niveles de reservas hídricas, acompañado de restricciones en el suministro de agua, o las olas de incendios que pueden desembocar en la temida degradación de los suelos fértiles, que se producen en España y otras áreas del Mediterráneo ponen de relieve que la preocupación por la falta de agua no es exclusiva de los países tropicales.

Hay soluciones al alcance de la mano

Pese a dar la voz de alarma al respecto, los organismos internacionales dejan claro que el aumento de las sequías y la desertificación no son procesos irreversibles, y hay muchas medidas que pueden frenarlos de manera eficaz. Una de las más completas, afirman, es la restauración de tierras, es decir, la recuperación de espacios naturales para la vida humana y silvestre. Esto se puede hacer a través de la plantación de árboles, con cultivos rotativos, utilizando técnicas de retención de agua (como la construcción de zanjas de retención y drenajes de corte) o la aplicación de abonos orgánicos y fertilizantes minerales.

Así, la restauración de tierras permite a las comunidades vulnerables enfrentarse a las épocas de sequía, debido al aumento de la infiltración y la acumulación de agua, e incrementando la producción agrícola. Pero solo la restauración no es suficiente, advierten los expertos, que piden un mejor uso de la tierra, con prácticas agrícolas más eficientes en el lado de la agricultura, una explotación más sostenible y un consumo con un menor impacto ambiental. 

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