SOSTENIBILIDAD| 30.04.2021
¿Cómo lograr que las personas con discapacidad intelectual logren la inserción laboral?
La inserción laboral de las personas con discapacidad intelectual suele resultar complicada por la percepción que se tiene de ellas; sin embargo, pueden aportar otras muchas capacidades a las empresas.
El mercado laboral supone una carrera de obstáculos que cualquier persona debe ir superando. Desde que finaliza la formación hasta que consigue puestos de trabajo mejores, el camino es arduo —aunque eso no quiere decir que sea insatisfactorio—. Así que no es de extrañar que las personas que tienen algún tipo de discapacidad encuentren en ese periplo un recorrido mucho más complicado, repleto de barreras y discriminaciones con respecto a su situación y condición.
Afortunadamente, tanto las autoridades gubernamentales como numerosas organizaciones sin ánimo de lucro están esforzándose en conseguir leyes que mejoren su inserción. Incluso el Objetivo de Desarrollo Sostenible número 8 dictado por las propias Naciones Unidas solicita en su punto 8.5 lo siguiente: “De aquí a 2030, lograr el empleo pleno y productivo y el trabajo decente para todas las mujeres y los hombres, incluidos los jóvenes y las personas con discapacidad, así como la igualdad de remuneración por trabajo de igual valor”.
“Oportunidad de brillar”
De igual modo en el Informe Mundial de la Discapacidad realizado en el año 2011, el científico Stephen Hawking escribía: “Tenemos el deber moral de eliminar los obstáculos a la participación y de invertir fondos y conocimientos suficientes para liberar el inmenso potencial de las personas con discapacidad. Los gobiernos del mundo no pueden seguir pasando por alto a los cientos de millones de personas con discapacidad a quienes se les niega el acceso a la salud, la rehabilitación, el apoyo, la educación y el empleo, y a los que nunca se les ofrece la oportunidad de brillar”.
Discapacidad intelectual
De hecho, la tasa de actividad es menor que quienes sufren alguna discapacidad física o sensorial. La principal explicación es que los estereotipos frenan a las empresas en su apuesta por este tipo de trabajadores, cuando en realidad todo el mundo necesita un entrenamiento para realizar una labor.
En un artículo publicado en la revista Diversidad e inclusión de Adecco, Abelardo Rodríguez, psicólogo y coordinador técnico de Red de Atención Social a personas con enfermedad mental de la Consejería de Políticas Sociales y Familia de la Comunidad de Madrid, ofrece una visión muy interesante al respecto: “Las personas somos muchas cosas y, sin embargo, a las personas con discapacidad las reducimos sólo a una y todo se interpreta en el ámbito de esta discapacidad”.
Es decir, si una persona tiene algún tipo de discapacidad, eso va a condicionar cualquier otra actividad que lleve a cabo, aunque en ella no afecte de ningún modo. En cambio, alguien no discapacitado puede estar expuesto a numerosos problemas o sufrir condicionantes que pueden provocar que realice su labor con menor eficacia. Y no por ello dichos inconvenientes condicionan todo lo que hace o pudiera hacer en su día a día.
Miles de historias de superación y confianza
Lo que no se suele poner en valor son las miles de historias anónimas en las que las personas con algún tipo de discapacidad intelectual son capaces de encontrar la confianza necesaria, tanto para superar sus propias limitaciones como las que les pone la sociedad para salir adelante, consiguiendo un puesto de trabajo que va a resultar esencial para sentirse más reconocidos socialmente.
Eso les llevará a estar menos apartados, a considerar que forman parte de un grupo y, por lo tanto, a incrementar sus relaciones con quienes les rodean. De esa manera se alejan de la exclusión y adquieren una confianza que les hará evolucionar interior y exteriormente.
“La falta de trabajo, por lo general, es un elemento de discriminación social, así como el hecho de ser perceptores de ayudas sociales. Por eso trabajamos la inclusión social a través de la inclusión laboral”, explica Pedro Llaca, coordinador del Centro Don Orione de Posada de Llanes (Asturias), que añade: “Hay chicos que no necesitan ese trabajo que buscan precisamente gracias a esas ayudas; sin embargo, ellos buscan formar parte de la sociedad. Quienes tienen la capacidad de trabajar se suelen dar cuenta de su situación y de cómo esa sociedad les pone una marca, les define y les limita. Y saben que una forma de intentar superarlo es tener una vida lo más normal posible y en ella, por lo general, es necesario trabajar”.
En este centro es posible encontrar algunas de esas historias de superación antes mencionadas. “Roberto Isidro, por ejemplo, lleva muchos años trabajando en una panadería por la noche y vive solo en un piso en el pueblo. Por otro lado, está Salva, un chico que trabajó en una cooperativa de jardinería y después se apuntó a talleres de empleo. Desde hace tiempo, a través de una empresa de contratación, trabaja en mantenimiento de dos centros de salud, uno en Posada de Llanes y otro en Nueva de Llanes, al que acude cogiendo el autobús. Y tampoco podemos dejar de mencionar a Lázaro, que trabaja en un taller ocupacional en el centro. Él quería estudiar y, poco a poco, con tesón y mucho trabajo, se sacó ciclos formativos en la escuela de adultos que le capacitan para acceder al mercado laboral”, explica Pedro Llaca, que recuerda que la clave está en que “las personas con discapacidad se integren en entornos donde no la haya”, ya que eso es lo verdaderamente inclusivo.
Otra mirada en las empresas
Por su parte, las empresas han de cambiar su percepción, ya que pueden salir beneficiadas en todos los sentidos. En el artículo, “Inserción laboral de personas en situación de discapacidad en América Latina”, desarrollado por Eddy Paz-Maldonado e Ilich Silva-Peña, se asegura que “la inserción laboral de las personas en situación de discapacidad posibilita, tanto a empresas privadas como a organismos estatales, desarrollar una mirada distinta, valorando las capacidades administrativas de los trabajadores en tal condición. Además, se convierten en organizaciones con mayor responsabilidad social, desarrollando actitudes positivas hacia la discapacidad y facilitando la inclusión en los puestos de trabajo”.
Y aseguran que para lograr que las personas con discapacidad logren integrarse en el mercado laboral “las normativas establecidas no pueden ser los únicos mecanismos utilizados para promover la igualdad de oportunidades de dicho colectivo”. Y añaden: “También, es importante contemplar la responsabilidad de quienes se encargan de los procesos de selección del personal. Aquí, se hace necesaria la generación de actitudes positivas hacia los individuos en tal situación, facilitando la inclusión sociolaboral”.
Juntos Somos Capaces
Desde la Fundación Mapfre se apoya esta visión y por ello contamos con el programa Juntos Somos Capaces, cuyo objetivo pasa por “impulsar la integración laboral de personas con discapacidad intelectual y enfermedad mental fomentando las relaciones entre empresas y entidades sociales desde un enfoque innovador que permita la integración laboral de este colectivo”.
No en vano, desde el año 2021 ya se han adherido al programa más de 4.910 empresas y más de 3.504 personas han conseguido un empleo.
En cuanto al beneficio que obtienen las empresas, además de subvenciones y ayudas públicas, está aumentar el orgullo de pertenencia a la compañía. “Está demostrado que si la empresa adopta una medida social como es la incorporación de un trabajador con discapacidad, mejora el clima interno, disminuye la rotación y aumenta la motivación entre sus empleados”. Y buen ejemplo de ello son todos los casos de éxito que se han conseguido llevar a buen término y que demuestran que la integración laboral es posible.