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SOSTENIBILIDAD| 18.04.2022

¿Por qué la educación financiera es importante para todos?

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Existe un consenso cada vez más generalizado sobre la necesidad de mejorar el nivel de cultura financiera de los consumidores, vengan de donde vengan y sea cuales sean sus circunstancias. Esta cultura financiera es necesaria para poder desarrollar nuestro proyecto de vida de forma razonable, siendo conscientes de nuestras finanzas personales y sabiendo gestionar los recursos que están a nuestra disposición

En la actualidad se nos exige participar en los mercados financieros y disponer de medios de pago, ahorrar, invertir, asegurarnos, etc… Es por tanto necesario que todos los ciudadanos cuenten con la capacitación para mejorar su relación con sus finanzas personales y con los intermediarios financieros.

Aquí es donde entra lo que se conoce como educación financiera.  Pero, ¿en qué consiste?

La Comisión Nacional del Mercado de Valores de España (CNMV) la define de la siguiente manera:

“La educación financiera permite a los individuos mejorar la comprensión de conceptos y productos financieros, prevenir el fraude, tomar decisiones adecuadas a sus circunstancias y necesidades y evitar situaciones indeseables derivadas bien de un endeudamiento excesivo o de posiciones de riesgo inadecuadas.”

El papel de la educación financiera en tiempos de COVID-19

Los dos últimos años han estado marcados por los acontecimientos derivados de la pandemia de COVID-19, unos hechos que están configurando una realidad más compleja e inestable. Este nuevo escenario repercute en una mayor incertidumbre en el entorno económico, en los mercados financieros y, evidentemente, en nuestra vida. Tampoco debemos olvidar que la crisis derivada de la pandemia ha puesto a prueba la resistencia ante la adversidad de agentes y familias. Adaptarse a este nuevo contexto requerirá en gran medida la consolidación de competencias para poder tomar decisiones y gestionar a largo plazo nuestras finanzas personales.

Debido a la crisis del coronavirus ha aumentado en gran medida el uso de canales digitales, algo que ya llevábamos viendo hace unos años con la aceleración de la digitalización en el ámbito financiero, pero que, sumándole las distancias interpersonales y el confinamiento, han marcado un punto de inflexión acelerando todavía más esta transformación digital.

Esta transformación se traduce en nuevos modelos de negocio innovadores, y aunque esta variedad de servicios proporciona un bienestar en los consumidores, adaptándose a nuevas necesidades, no se pueden obviar los riesgos. Como adelantábamos anteriormente, la pandemia también ha hecho aumentar el uso de los canales digitales por ciudadanos que no siempre han estado dotados de la suficiente capacidad digital y financiera. Además, también existen segmentos de la población que están menos familiarizados con los avances tecnológicos y que, por tanto, están en riesgo de exclusión financiera. Sumándose a esta problemática, a raíz de la pandemia también hemos visto la reducción de oficinas físicas, especialmente en entornos rurales.

Para mitigar estos riesgos deberemos dotar a la población de los conocimientos necesarios para relacionarse adecuadamente con los nuevos entornos digitales y que les permitan entender los productos financieros que se les ofrecen y así poder gestionar de manera adecuada sus finanzas personales.

Transición hacia economías sostenibles

En los últimos años se ha hecho evidente la necesidad de acelerar la transición hacía una economía circular y baja en carbono. En este sentido el sector financiero tendrá un papel clave con el impulso de las finanzas sostenibles. Han ido surgiendo nuevos conceptos como ESG (criterios ambientales, sociales y de buen gobierno) o ISR (inversión socialmente responsable), que serán los protagonistas de esta nueva etapa y serán el foco principal para la mayoría de las empresas.

Teniendo en cuenta este contexto, las iniciativas en materia de educación financiera deberán incluir también herramientas para que los ciudadanos puedan entender estos nuevos conceptos y puedan tomar sus decisiones financieras. Por tanto, ante estos retos presentes y futuros, la educación financiera se ha convertido en una competencia clave como elemento fundamental de desarrollo. Es también un instrumento de protección para el consumidor debido a la estrecha relación que tiene en nuestra salud financiera y que, al fin y al cabo, acaba repercutiendo en nuestro bienestar personal.  

La educación en la Agenda 2030

Por último, cabe destacar que la educación financiera también constituye una pieza clave para la consecución de los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenibles) integrados en la Agenda 2030, al promover la toma de decisiones financieras informadas y que influyen en la adquisición de buenos hábitos de ahorro y gasto y de consumo responsable, y que consecuentemente permite a los ciudadanos una buena gestión de sus finanzas personales.

El cuarto objetivo del listado de los ODS es el de “garantizar una educación de calidad, inclusiva y equitativa, y promover las oportunidades de aprendizaje permanente para todos”. Este objetivo parte de la base que la educación de calidad es clave para evitar la pobreza, reducir desigualdades sociales y dotar a las personas de mejores oportunidades.

Desde MAPFRE queremos promover la educación financiera como un instrumento que puede contribuir notablemente al desarrollo de la Agenda 2030, al ser una herramienta imprescindible para tomar decisiones financieras responsables y, al mismo tiempo, un instrumento esencial para promover el conocimiento en estas materias.

 

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