SOSTENIBILIDAD | 07.01.2020
¿Cuánta energía queda?
El reto de frenar el cambio climático se encuentra presente en la agenda de gobiernos y entidades supranacionales de todo el mundo. La propia Unión Europea se ha marcado como objetivo dejar de utilizar fuentes de energía de origen fósil antes del año 2050. Pero, ¿solo hay un motivo medioambiental tras esta decisión?
La respuesta es no. Además de la salvaguarda del medio ambiente se halla otra razón en el ahorro de costes. Es decir, las energías renovables son más baratas (el coste del megavatio por hora es algo menor que el de las centrales nucleares y mucho más que el de las centrales de ciclo combinado) tanto para el productor como para el consumidor final. Y a ello se suma que al resultar menos contaminantes a priori, los riesgos sanitarios en la población se reducen, lo que a su vez supondría un considerable ahorro. Por ejemplo, la Comisión Europea calcula que el coste sanitario sería de unos 200.000 millones de euros al año.
¿El fin del petróleo?
Los grandes damnificados de este proceso serán, por lo tanto, los países productores y exportadores de petróleo. No obstante, la primera pregunta que surge cuando se tiene en cuenta esta transición energética es si se realiza porque se esté acabando el petróleo o el gas en el mundo.
A fin de cuentas, se trata de uno de los mayores temores que han sobrevolado sobre la industria energética en las últimas cinco décadas. Se lleva mucho tiempo poniendo fecha al momento en que el ser humano habrá extraído todo el petróleo (y el gas natural) del subsuelo y ya no quede una fuente de energía tan poderosa como este líquido viscoso. Sin embargo, este suceso está lejos de ocurrir y las previsiones que se hicieron en el pasado han resultado totalmente desacertadas, habida cuenta las reservas de crudo que quedan en el mundo.
El petróleo sigue moviendo al mundo
De acuerdo con el informe World Factbook que realiza la CIA estadounidense, en el mundo podrían quedar unos 2,1 billones de barriles. Y además, en la actualidad la demanda de barriles no frena. Según el operador independiente Vitol, esto será así hasta el año 2034, el cual será un punto de inflexión para virar hacia otras energías alternativas.
Y eso que en 2020, debido a la pandemia de COVID-19, el consumo de petróleo ha disminuido considerablemente. La Organización de Países Productores de Petróleo (OPEP) ha estimado la caída en el consumo de crudo en 6,85 millones de barriles al día, situándose en un total de 92,82 millones. “La pandemia de COVID-19 afecta actualmente a la demanda de petróleo de numerosos países y regiones, con un impacto sin precedentes sobre las necesidades, en particular en lo que concierne a combustible para transportes”, han declarado al respecto.
Continuas mejoras técnicas
Más allá del frenazo provocado por el menor número de desplazamientos en todo el mundo debido a las políticas de confinamiento, la tendencia en el consumo de fuentes de energía como el petróleo y el gas natural sigue en alza, a pesar de todos los inconvenientes que tiene para el medio ambiente y, como consecuencia de ello, para el propio ser humano.
Esto ha sido posible gracias a la utilización de nuevas técnicas para la extracción como el fracking, las cuales han hecho posible llegar a reservas que antes no se tenían en cuenta. Tanto es así que Spencer Dale, director económico de la petrolera BP llegó a asegurar que “por cada barril de petróleo consumido durante los pasados 35 años, dos nuevos han sido descubiertos¨. Esta cifra y la de que en 2017 había 2,5 más reservas de petróleo que en 1980 demuestran que, a pesar de lo que se ha venido anunciando, al petróleo aún le queda mucho recorrido.
Dicha afirmación coincide con la de Antonio Suárez, máster en Geofísica por la Universidad de Stanford y máster en Finanzas por la Universidad de Londres, en una entrevista concedida a La Opinión de A Coruña, en la que ponía una caducidad al uso del oro negro: “Yo diría que entre 20 y 40 años. Y es un tema económico. La Edad de Piedra no se acabó por falta de piedras. Y el petróleo no se acabará por falta de petróleo. Eso es un grito sensacionalista que utiliza gente con intereses particulares en mercados de futuro que están jugando con los miedos ajenos y la ignorancia”.
Una rápida evolución
Así pues, teniendo en cuenta que en las próximas décadas se podría seguir consumiendo petróleo y gas al ritmo que se hace ahora (lo que provocaría un aumento de la temperatura de más de dos grados -según afirma la Oil Change International– y traería las consecuencias graves del cambio climático que ya se está experimentando), el reto de fomentar cada vez más el uso de las energías renovables se antoja complicado. La razón no es otra que el poder que se congrega alrededor de este líquido oleoso bituminoso y que ha llevado a la generación de conflictos bélicos (Guerra de Yom Kippur, Guerra del Golfo…), caídas de gobiernos, etc.
En este escenario tienen una gran importancia compromisos como el Acuerdo de París de 2015, en el que, entre otros países y confederaciones, la UE anunció la intención de reducir hasta un 40% sus emisiones contaminantes antes de 2030, un logro que solo se conseguirá si se apuesta realmente por las energías renovables.
En este sentido, un buen aliciente se encontrará, como hemos apuntado, en el ahorro. De acuerdo con un informe de IRENA (The International Renewable Energy Agency), Europa podría llegar a ahorrar hasta 113.000 millones de euros al año simplemente con aumentar la producción de energías sostenibles un 14%. En cuanto al impacto medioambiental, cabe señalar un ejemplo de lo que supone el uso de este tipo de energías. Según un estudio realizado por las Universidades de Cambridge, Exeter y Nijmegen, los coches eléctricos llegan a contaminar hasta un 70% menos que los de motor de combustión.
Así pues, ya sea por un motivo u otro, la transición energética está en marcha y deberá protagonizar una rápida evolución si se tiene en cuenta el tiempo que el petróleo ha sido la principal fuente de energía en el planeta.