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SOSTENIBILIDAD | 02.11.2021

Las catástrofes naturales aumentan, pero se salvan más vidas

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Los sistemas de alerta temprana han hecho posible que el número de muertes provocadas por fenómenos meteorológicos extremos haya descendido en los últimos 50 años.

La actividad volcánica en el sur de La Palma, una de las Islas Canarias (España), no solo ha tenido en vilo a la población local, sino a millones de personas en todo el mundo que han podido observar las imágenes de la tierra escupiendo lava y de los ríos incandescentes llevándose por delante todo lo que encontraban a su paso.

Afortunadamente, apenas se han dado pérdidas humanas. Por un lado porque la grieta del volcán se abrió a cierta distancia de los núcleos urbanos, pero también porque los sistemas de alerta habían ayudado a predecir el riesgo de erupción.

Cuando unos días antes el enjambre sísmico comenzó a sentirse, el Instituto Geográfico Nacional (IGN) informó que se habían detectado miles de terremotos, la mayor parte de ellos imperceptibles en tierra firme, puesto que no eran de gran magnitud y además se producían muchos metros bajo tierra. Sin embargo, tanto la capacidad de registrarlos como los estudios realizados a lo largo de los últimos años en la conocida como “Isla Bonita” hicieron posible que se alertara a la población con bastante tiempo de antelación, de manera que se pudo evacuar a los habitantes de la zona afectada. No en vano, desde el año 2017 se ha registrado una actividad sísmica que los especialistas consideraban como anómala.

Quizás por el estilo de la erupción y por el lugar en que se produjo, en otros tiempos tampoco se lamentarían numerosas pérdidas humanas, pero el peligro se habría multiplicado, por el mero hecho de que se desconocía lo que se estaba “cociendo” bajo la corteza terrestre.

Fenómenos naturales más extremos

Relacionado con la capacidad de adelantarse a los acontecimientos mostrados en la erupción volcánica de La Palma se puede mencionar el Atlas de Mortalidad y Pérdidas Económicas por Fenómenos Meteorológicos, Climáticos e Hídricos que recientemente han dado a conocer la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNDRR).

Y es que, aunque se hable de dos tipos de catástrofes diferentes —la actividad sísmica y volcánica no se incluye en el informe—, se refiere a cómo los avances en los sistemas de alerta resultan esenciales para salvar vidas humanas.

La diferencia se encuentra en que los fenómenos meteorológicos extremos han aumentado considerablemente en los últimos 50 años como consecuencia del cambio climático, mientras que en el caso de sucesos como el volcán de La Palma este no ha tenido nada que ver.

¿Aumentan los fenómenos meteorológicos extremos?

Antes de evaluar cómo influyen los sistemas de alerta en la disminución de los fallecimientos causados por estas catástrofes, la OMM y la UNDRR explican la peligrosa tendencia que se está viviendo especialmente en los últimos años, la cual marca un aumento paulatino de las catástrofes naturales.

En el citado Atlas se muestran datos recogidos desde el año 1970 hasta 2019, un intervalo donde los peligros naturales supusieron la mitad de los desastres acaecidos, provocando el 45 % de las muertes que se han reportado y el 74 % de las pérdidas económicas. Estas cifras se traducen en más de 11.000 desastres naturales, más de dos millones de fallecimientos y 3,46 billones de dólares en pérdidas.

“El número de fenómenos meteorológicos, climáticos e hídricos extremos está aumentando y será más frecuente y grave en muchas partes del mundo como consecuencia del cambio climático”, explicó Petteri Taalas, secretario general de la OMM, a lo que añadió: “Eso significa más olas de calor, sequías e incendios forestales como los que hemos observado recientemente en Europa y Norteamérica”.

El cambio climático, el principal causante

Como se ha apuntado con anterioridad, el cambio climático es el principal causante de este crecimiento en el número y la magnitud de las catástrofes. Por un lado, el aumento de las temperaturas provoca un incremento de vapor de agua en la atmósfera que se ha traducido ocasionalmente en precipitaciones extremas, las cuales, a su vez, han dado lugar a peligrosas inundaciones.

Por otro lado, el hecho de que las temperaturas de los océanos también se hayan elevado ha dado lugar a una mayor frecuencia en la formación de tormentas tropicales y de fenómenos como los huracanes, los tifones y los ciclones. Y a esto hay que añadir las olas de calor y las sequías, que muchos especialistas también achacan a la actividad humana.

Menos muertes por catástrofes naturales

En el informe de la OMM se llega a la conclusión de que el ser humano deberá amoldarse a esta nueva realidad, ya que el cambio climático sigue su curso y la temperatura media global se encuentra en continuo ascenso.

De ahí que cada vez sean más importantes los sistemas de alerta que se emplean para, en la medida de lo posible, minimizar las pérdidas tanto humanas como económicas. Y es precisamente en las vidas salvadas donde se encuentran las buenas noticias. Si en la década de los 70 del pasado siglo murieron 50.000 personas como causa de estos desastres, en la segunda década del siglo XXI que acaba de terminar, han sido 20.000, lo que contrasta con el aumento de las catástrofes antes mencionado.

“Se están salvando más vidas gracias a los sistemas de alerta, pero también es cierto que el número de personas expuestas al riesgo de catástrofes está aumentando debido al crecimiento de la población en las zonas expuestas a peligros y a la creciente intensidad y frecuencia de los fenómenos meteorológicos.  Es necesaria una mayor cooperación internacional para hacer frente al problema crónico del enorme número de personas que se ven desplazadas cada año por las inundaciones, las tormentas y la sequía”, apuntó Mami Mizutori, representante especial de la ONU y jefa de la Oficina para la Reducción del Riesgo de Desastres, para avisar de que son precisamente las poblaciones más pobres las que no cuentan con los medios adecuados y, por tanto, las que se encuentran en mayor peligro. Tanto es así que cabe preguntarse cómo hubiera sido la erupción de La Palma en una zona más depauperada.

En este sentido, la propia OMM apuntó hace unos meses que únicamente el 40 % de los países miembros de la organización disponen de sistemas de alerta temprana multirriesgo. “Estar preparados y ser capaces de reaccionar en el momento oportuno y en el lugar adecuado puede salvar muchas vidas y proteger los medios de subsistencia de las comunidades de todo el mundo”, aseguró Petteri Taalas.