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SOSTENIBILIDAD | 26.08.2021

Cómo afecta el cambio climático a los monumentos patrimonio de la humanidad

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El aumento de las temperaturas y los fenómenos meteorológicos extremos afectan a numerosos monumentos y edificios históricos de los que dependen comunidades en todo el mundo

Pocos dudan ya de que el mundo está inmerso en un cambio climático acelerado por la acción del ser humano. Las temperaturas han ascendido en el pasado siglo y se cierne la amenaza de que sigan haciéndolo durante el siglo XXI.

Esto ha llevado a los países y las instituciones supranacionales a tomar y promover medidas que de algún modo frenen la emisión de gases con efecto invernadero, así como otras fuentes de contaminación ambiental. De no hacerlo, las consecuencias podrían ser catastróficas a todos los niveles, incluido el referente al patrimonio de la humanidad.

Porque según se ha podido comprobar en un estudio realizado por la UNESCO, El PNUMA (Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente) y la Unión de Científicos Comprometidos (USC), el cambio climático es uno de los riesgos más significativos para los lugares y monumentos del Patrimonio Mundial.

“Patrimonio mundial y turismo en un clima cambiante”

Con ese título, estas organizaciones ponen de manifiesto cuál es la situación actual y avisan de que no solo la naturaleza y los seres humanos están sufriendo las variaciones climáticas, sino que también las creaciones de estos se ven abocadas al deterioro y, en algunos casos, incluso a la desaparición.

“Tenemos que entender, vigilar y abordar mejor en todo el mundo la amenaza del cambio climático sobre los sitios del Patrimonio Mundial”, ha llegado a declarar Mechtild Rössler, directora del Centro del Patrimonio Mundial de la UNESCO, a lo que ha añadido: “Tal y como destacan las conclusiones del informe, alcanzar el objetivo que marca el Acuerdo de París de limitar el aumento global de la temperatura a un nivel inferior a dos grados centígrados es de vital importancia para la protección de nuestro patrimonio mundial para las generaciones actuales y futuras”.

Causas del deterioro de los monumentos

Subida del nivel del mar, sequías, incendios, lluvia ácida… La lista de circunstancias que atacan a los bienes culturales de la humanidad es tan elevada como complicada de gestionar, ya que aún no se puede hacer nada para evitar los fenómenos climáticos más extremos. De hecho, el único remedio que puede ponerse en marcha es el que ya se está adoptando: reducir la emisión de gases y cuidar el medio ambiente.

Aparte, eso sí, está la posibilidad individual de cuidar y proteger cada uno de los bienes que se encuentran en peligro. Y es que este mismo informe apunta 31 sitios afectados pertenecientes a 29 países, casi todos ellos conocidos a nivel mundial y que no solo aportan un legado cultural, sino que también son una importante fuente de ingresos y desarrollo local. Cualquier persona que haya estado Venecia o Stonehenge -dos de las localizaciones afectadas- se habrá percatado de la importancia del turismo en la economía de la zona.

La lluvia ácida

No obstante, este informe no hace sino incidir en lo que la comunidad científica lleva tiempo avisando. Por ejemplo, en una publicación de 2016 del periódico El Mundo ya mencionaba cómo la lluvia ácida estaba haciendo mella en numerosas estatuas y edificios de todo el mundo. Sobre ello apuntaba sus hallazgos Elisabetta Erba, investigadora y profesora del Departamento de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Estudios de Milán, que aseguraba que “la lluvia ácida afecta sobre todo al mármol y otras piedras calcáreas, a las que va poco a poco destruyendo, disolviendo. Ya estamos viendo estatuas enormemente dañadas a causa de esta lluvia. A no ser que se haga algo, en 20 años muchos edificios, esculturas y fuentes que adornan nuestras plazas podrían quedar enormemente deterioradas. La única solución para protegerlas sería cubrirlas”.

Estas palabras no solo son suposiciones de la investigadora, sino que se refiere a ejemplos de estatuas que en solo 60 años han perdido sus “rostros” por el efecto de la citada lluvia ácida. Y es que el cambio climático ha provocado que existan variaciones en la composición de la atmósfera, que si bien al ser humano no afectan directamente, sí que lo hace en materiales como el mármol o la piedra caliza.

Fuente de desarrollo

Como se ha apuntado anteriormente, los bienes del patrimonio cultural de la humanidad repercuten positivamente en la economía y el bienestar local, además de suponer un legado histórico que puede resultar inspirador. Y por poner un ejemplo, se calcula que en Francia cada día se movilizan unos 40.000 trabajadores para el funcionamiento turístico de monumentos y museos.

A esto hay que sumarle otros 45.000 trabajadores que se encargan de la conservación y del mantenimiento. Y por supuesto, a todo ello habría que añadir los restaurantes, hoteles y tiendas que dependen directamente de tales actividades.

Riqueza cultural

Los efectos de la pandemia de COVID-19 han sido especialmente duros con el sector turístico, como se ha podido comprobar, con lo que el deterioro de monumentos y edificios emblemáticos podría tener unas consecuencias parecidas para algunos lugares. Sin embargo, no todo es el aspecto económico. Así lo exponen desde Amnistía Internacional, organización que pone de relieve el hecho de que “la emergencia climática puede acabar con siglos de progreso cultural de la humanidad e incluso impedir que se conserven en el futuro algunas prácticas culturales vigentes”.

En esta publicación aseguran que el cambio climático amenaza lugares de “interacción cultural” y que, por lo tanto, “convendría hacer un inventario de las pérdidas culturales presentes y futuras para comprender mejor lo que está en juego y plantearnos ahora cómo nos adaptaremos culturalmente en adelante”.

Y eso no es todo, desde este organismo también señalan que muchos países que están sufriendo las consecuencias de una excesiva contaminación -en buena parte creada por otros estados más ricos- no se encuentran capacitados para mantener sus bienes culturales. De ahí que sea necesaria una acción global para que no solo las economías más ricas (y generadoras de la mayor parte de los gases contaminantes) puedan hacer frente a este problema, sino que sea común a cualquier bien cultural que haya sido declarado patrimonio de la humanidad.