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SOSTENIBILIDAD| 18.01.2023

¿Cómo puede ayudar una aseguradora a construir una sociedad mejor?

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Las empresas tienen una enorme capacidad para cambiar el mundo y contribuir a que sea un lugar más sostenible, es decir, más justo, más equitativo y más próspero. Esta convicción está cada vez más presente en la sociedad y en las propias compañías, lo que ha propiciado un auge de los criterios ESG (medioambientales, sociales y de buen gobierno) en la actividad del sector privado e incluso para dar a las empresas un sentido más allá de su negocio, y poder generar desarrollo social.

Pero al buscar ejemplos de compañías comprometidas, lo más frecuente todavía es pensar en la protección del medio ambiente, cuando lo cierto es que el mayor reto que enfrentan es el de su huella en la sociedad.

Mónica Zuleta“Todas las dimensiones son relevantes, pero para nosotros, que somos una empresa que cuida de personas, la S de Social es la que concentra el mayor peso, con programas para mejorar la inclusión social, el empleo justo o el conocimiento financiero. No hay duda de que estamos en un momento de progreso histórico en el que hemos dado grandes pasos para avanzar hacia una sociedad diversa e inclusiva, pero aún existen importantes brechas de desigualdad que impactan directamente en el bienestar de las personas, y con esta visión, trabajamos para seguir avanzando hacia un mejor modelo de sociedad que garantice a todos, sin exclusión, la igualdad de oportunidades”, subraya Mónica Zuleta, directora corporativa de Sostenibilidad de MAPFRE, la visión del grupo para implementar los criterios ESG y la sostenibilidad con acento social.

Para acercarse a esa meta, MAPFRE estableció en su plan estratégico actual, junto a los objetivos de negocio, otros objetivos de carácter social:

  • Alcanzar un 3,5% de personas con discapacidad en plantilla
  • Conseguir la equidad salarial, reduciendo la brecha salarial de género a +/-1%
  • Aumentar hasta el 90% la cartera de inversión calificada con criterios ESG
  • Tener el 100% de la red preferente de autos, hogar y salud y los proveedores de soporte homologados con criterios ESG

La inversión y la suscripción pueden ser instrumentos útiles

Por su posición central en la economía, en contacto con otros muchos sectores y empresas, puede desempeñar un papel fundamental en el cumplimiento de metas sociales. “En nuestro rol como aseguradores e inversores, influimos en la gestión y flujo de recursos hacia una economía más justa. Desde la inversión y suscripción, podemos promover el desarrollo de los objetivos sociales que nos propongamos, como la igualdad de oportunidades, de género o el respeto a los derechos humanos”, explica Mónica Zuleta.

Esto se traduce, por ejemplo, en dirigir la inversión hacia empresas que den un paso al frente y se distingan por incluir el desarrollo social en su día a día, algo que se materializó en el lanzamiento desde MAPFRE AM del primer fondo europeo de inclusión de personas con discapacidad (incluido en el informe del Pacto Mundial de la ONU como ejemplo de buenas prácticas). O en la decisión de no asegurar a empresas que no cumplan con los derechos humanos, del mismo modo que, en el ámbito ambiental, MAPFRE no asegura la construcción de nuevas centrales de carbón o la explotación de nuevas minas, y no invierte en compañías que basen sus ingresos en el carbón.

Los seguros hacen a la sociedad más sostenible

La pregunta de qué pueden hacer las aseguradoras para contribuir a una sociedad mejor es la que ha guiado a la Asociación de Ginebra (GA), la agrupación mundial del sector, en la publicación del informe “El rol de los seguros en la promoción de la sostenibilidad social”. Una de sus principales ideas es que la propia actividad del seguro contribuye a hacer sociedades más sostenibles, porque aportan resiliencia socioeconómica. Según la GA, los seguros:

  • Promueven la estabilidad financiera y la paz mental, al permitir a personas, familias o empresas afrontar sus proyectos sabiendo que tienen las espaldas cubiertas.
  • Estabilizan y complementan los programas gubernamentales de seguridad social. Cumplen esta función modalidades de seguros como los de vida, accidentes o planes de pensiones.
  • Facilitan el comercio. Un elevadísimo porcentaje de las transacciones comerciales (y en general de cualquier proyecto empresarial, como construcción, fabricación…) cuenta con un seguro respaldándolas. Muchas de ellas no podrían llevarse a cabo si cualquier imprevisto pusiera en riesgo el capital de quienes las ponen en marcha.
  • Movilizan ahorros. Desde que la aseguradora ingresa la prima hasta que la utiliza para indemnizar un siniestro, ese dinero es utilizado con fines como sostener la deuda pública de los Estados.
  • Permiten una gestión de riesgos más eficiente y fomentan la mitigación de pérdidas.

Pero estos efectos positivos de su actividad no deben hacer conformarse a las aseguradoras. En su informe, la Asociación de Ginebra apunta a una de las cuentas pendientes, compartida con tantos otros sectores: la falta de métricas en cuanto al impacto social. Para ello, proponen partir del Protocolo de Gases de Efecto Invernadero, basado en tres alcances, y adaptarlo al aspecto social. Este modelo de analizar el impacto social se divide en tres niveles:

  1. Empleados. Uno de los motores más potentes para reducir las desigualdades es la generación de empleo de calidad. Además, difícilmente podrá una empresa alegar ser sostenible socialmente si no proporciona buenas condiciones a sus propios trabajadores, las primeras personas de las que debe cuidar. En este punto, por ejemplo, más del 97% de los contratos de MAPFRE son fijos.
  2. Comunidades. El siguiente nivel que debe abordar una compañía es el de las comunidades en las que está presente, y cómo contribuye a su desarrollo. Estos grupos de interés son diversos y pueden tener distintas necesidades; basta con ver el caso de MAPFRE, que opera en alrededor de 30 países, con niveles de renta muy dispares, por lo que los planes de acción social también han de ser flexibles.
  3. El impacto a lo largo de la cadena de valor. Este es, sin duda, el más importante para una aseguradora, e incluye su propio negocio (la contratación y la inversión), hasta las posiciones superiores (proveedores y socios) e inferiores (consumidores) en esta cadena. En todos ellos, una compañía responsable debe adoptar los criterios ESG y evitar impactos potencialmente negativos (es decir, colaborar con proyectos contrarios a los derechos y objetivos sociales).

El desarrollo social es un reto compartido. Pero desde una empresa como MAPFRE hay mucho que se puede hacer para avanzar en ese sentido. “El sector asegurador tiene que trabajar para promover la inclusión en todos sus aspectos, a través de la mejora de la educación financiera, facilitando la accesibilidad a los seguros y asegurando la sostenibilidad en toda la cadena de valor. Como suscriptores de riesgos e inversores institucionales, las aseguradoras tienen mucha influencia para promover la causa de la sostenibilidad social. Si no somos capaces de construir una sociedad en la que las personas puedan desarrollarse y lograr su propósito, las comunidades en las que operamos están en riesgo”, concluye la directora corporativa de Sostenibilidad de MAPFRE.

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