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SOSTENIBILIDAD | 22.03.2024

Agua potable: ¿un derecho al alcance de todos?

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A pesar de ser indispensable para la vida, más de 703 millones de personas no tienen acceso al agua potable. El crecimiento demográfico y el cambio climático exigen al planeta una gestión sostenible de este recurso, con el desafío añadido de que sea accesible para la mayoría de la población.

Sin agua potable no se puede vivir. No obstante, la necesidad más básica del ser humano es una quimera para 703 millones de personas en el mundo. Se considera que cualquier persona tiene derecho a unos servicios de agua y saneamiento accesibles que deben encontrarse a menos de un kilómetro del hogar, colegio, centro de trabajo o institución sanitaria y cuyo tiempo de desplazamiento para la recogida no supere los 30 minutos.

Además, debe ser suficiente. En España, esta cifra se sitúa en los 133 litros por habitante y día de consumo, según el último informe publicado por el Instituto Nacional de Estadística. A nivel europeo, las cifras varían entre los 78 litros de Eslovaquia y los 300 litros de Suiza, según apunta la Federación Europea de Asociaciones Nacionales de Servicios de Agua (EurEau). Pero estos datos contrastan con los 2.200 millones de personas que no pueden acceder a un agua gestionada de manera segura. Por saludable se entiende que esté libre de microorganismos, sustancias químicas y peligros radiológicos que constituyan una amenaza para la salud; aceptable en cuanto a olor, color y sabor; y asequible, es decir, que el coste del agua no supere el 3 % de los ingresos del hogar.

La buena noticia es que hay agua para todos, el reto es saber gestionar los recursos. Aun así, la evolución es positiva, pues entre 2015 y 2022 el porcentaje de población mundial con acceso a servicios de agua potable gestionados de manera segura aumentó del 69% al 73%. Para seguir en esa línea, la ONU apunta a varias claves, tales como aumentar la inversión y la capacitación, promover la innovación y la acción a partir de pruebas, mejorar la coordinación y la cooperación intersectorial y adoptar un enfoque más integrado y holístico de la gestión del agua.

Entonces, ¿qué podemos hacer? Nos enfrentamos a un reto mayúsculo en el que la sociedad debe presionar para que los gobiernos inviertan en investigación y desarrollo sobre el agua y que se promueva la inclusión de las mujeres, los jóvenes y las comunidades indígenas en la gestión de los recursos hídricos. De lo contrario, millones de personas seguirán muriendo cada año a causa de enfermedades relacionadas con el agua, como la malaria y la diarrea. Igualmente, la pérdida de biodiversidad y el deterioro de la resistencia de los ecosistemas también afectan el progreso de los países y los esfuerzos por lograr una sociedad más sostenible. Una mayor conciencia colectiva sobre la importancia de esta problemática desembocaría en mejores resultados y mayor sostenibilidad e integridad de los sistemas humanos y ecológicos.

Del mismo modo, al gestionar el agua de forma sostenible, se mejora la gestión de la producción de alimentos y energía y se contribuye al trabajo digno y al crecimiento económico. Además, se preservan los ecosistemas acuáticos y su biodiversidad, y se lucha contra el cambio climático. Limitar el calentamiento global a 1,5 °C reduciría a la mitad, aproximadamente, la proporción de la población mundial que previsiblemente sufrirá escasez de agua, aunque la variabilidad entre regiones es grande. Los científicos coinciden en que no superar esa cifra ayudaría a evitar los peores impactos climáticos y a mantener un clima habitable. Sin embargo, las políticas actuales apuntan a un aumento de la temperatura de 2,8 °C para finales de siglo. Los siete mayores emisores —China, Estados Unidos, India, la Unión Europea, Indonesia, Rusia y Brasil— causantes de la mitad de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial en 2020 juegan un papel protagónico para el futuro del planeta.

Por ello, MAPFRE se ha embarcado en un proyecto cuyo objetivo es reducir en un 25 % el consumo del agua sin que disminuya el bienestar de sus usuarios. La fecha marcada es 2030, aunque los resultados ya son visibles. En 2023 el Plan de Huella Ambiental alcanzó una reducción del 14 % respecto a 2019, superando con creces el 6% marcado como objetivo previsto de disminución anual. Además de actuaciones técnicas encaminadas a conseguir una reducción en el consumo, como la instalación de equipos para reducir la presión o el corte de agua en grifos y sanitarios en Argentina, México, Portugal, Paraguay y Venezuela, instalación de depuradoras para tratamiento de aguas residuales para riego de zonas verdes en México y nueva sede de Perú, control de fugas y grifos abiertos en Panamá y sustitución de agua embotellada por la instalación de bidones con filtros de agua en Nicaragua y Venezuela.

El plan de concienciación y uso eficiente del agua llevado a cabo por MAPFRE, así como las prácticas implementadas por otras instituciones, e incluso individuos, contribuyen a un movimiento colectivo que forma parte de un objetivo aún mayor: garantizar la disponibilidad de agua y su sostenibilidad para todos los habitantes del planeta.

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