SEGUROS | 19.02.2024
Pilar González de Frutos: “Hace años nadie imaginaba que la sostenibilidad pudiera convertirse en la espina vertebral del seguro”
Hablar de Pilar González de Frutos es hablar de la industria aseguradora en España. Ha sido la imagen y la voz de la patronal del sector durante más de dos décadas, en las que ha hecho pedagogía, ha defendido a capa y espada la importancia de una industria que es básica para el desarrollo económico de cualquier sociedad y no se ha cansado, aunque razones tendría para ello, de predicar la importancia del ahorro privado como complemento al sistema público de pensiones.
Licenciada en Derecho, inspectora de Seguros del Estado, directora general de Seguros, presidenta de UNESPA, vicepresidenta de CEOE, presidenta de la Federación Interamericana de Empresas de Seguros (FIDES)… y múltiples cargos más jalonan la trayectoria de esta mujer que llegó al mundo del seguro por oposición (aunque en su mente no estaba en un primer momento dedicarse al seguro… y, sin embargo, ha dedicado toda su vida profesional a este sector, en el que confiesa que ha trabajado mucho y que, porque no está reñido, ha disfrutado también mucho).
Hace unos meses recibió el premio internacional de Seguros Julio Castelo Matrán, que otorga Fundación MAPFRE, por el trabajo La necesaria reforma de la previsión social complementaria en España, en el que defiende lo que ha defendido siempre, con pasión y de manera didáctica: que el sistema de pensiones debe sustentarse en tres pilares, que son el público, el empresarial y el individual, y que los sistemas de previsión complementaria, es decir, el ahorro privado, junto con la pensión pública es lo que puede ayudar a los mayores a mantener el poder adquisitivo que han tenido hasta el momento de jubilarse. Potenciar este sistema beneficia tanto a aquellos que apuesten por estos sistemas como a la economía en general ya que contribuye al crecimiento económico y mejora la competitividad.
Alejada de la primera línea de batalla, pero con el conocimiento de quien ha desarrollado toda su carrera profesional en un sector que representa alrededor del 5 % de la riqueza nacional de España, charlamos con ella sobre la evolución de esta industria y los retos a los que se enfrenta en el futuro más inmediato.
Ha vivido muy de cerca y ha sido protagonista de la transformación del sector asegurador español en las últimas décadas, ¿cuáles han sido los cambios que han marcado el sector en todos estos años?
Ha cambiado mucho. Hace 40 años, por ejemplo, la ley no contemplaba margen de solvencia. Existía una cifra de capital mínimo, que se exigía en el momento del registro. Los precios estaban regulados, los distribuidores de seguros necesitaban formar parte de un colegio profesional. La incorporación de España a la Comunidad Económica Europea supone una modernización del seguro. (Esta afirmación la ejemplifica con una afirmación que pone de relieve el cambio que ha experimentado el sector). Las filiales de las aseguradoras europeas que entonces operaban en España lo importaban todo de su casa matriz y hoy, sin embargo, los equipos españoles de esas multinacionales son los encargados de abrir nuevos mercados. Se ha producido una transformación y profesionalización del sector enorme.
Además, el sector asegurador se ha popularizado y ha ganado aceptación en la sociedad. El seguro tiene una valoración por parte de la sociedad que es francamente buena y el más beneficiado de esto es el propio cliente. La competencia es muy grande, pero hay algo que caracteriza al sector asegurador y es el respeto profesional enorme que existe entre los trabajadores del mismo.
¿Cuáles son los desafíos más inmediatos que tiene el seguro ahora mismo?
Ahora mismo hay mucha presión en los costes, por lo que un reto es la eficiencia para que, sin que se resienta la calidad del servicio que se presta —que es mucho—, cuadren las cuentas de resultados de las compañías y de sus proveedores, por lo que hay que hacer enormes esfuerzos de eficiencia en el resto de gastos. La digitalización, la inteligencia artificial o la personalización de los productos debe contribuir a que cada asegurado soporte el precio que le corresponde, pero sin que eso llegue a ser un autoseguro, sin perder la esencia de lo que es el seguro.
Responder a las necesidades de nuevos riesgos es otro reto inminente y ahí haremos lo que hemos hecho siempre [todavía se le escapa alguna expresión en primera persona del plural, hablando como si todavía fuese parte del sector —y es que es difícil desligarse, si es que lo consigue, después de tantas décadas—]. ¿Cómo lo hemos hecho? Analizando, viendo las coberturas que se pueden ofrecer, contando con mucho reaseguro; en definitiva, acumulando experiencia, ajustando precios y después generalizando esa cobertura.
La sostenibilidad, en su triple vertiente, ambiental, social y de gobernanza está hoy en boga. ¿Está preparado el seguro para dar respuesta a estas demandas?
Cada día está más preparado. Hace años se hablaba de Responsabilidad Social Corporativa, un concepto que entonces no imaginábamos que pudiera ser casi la espina vertebral del negocio asegurador. Hoy es impensable un producto que no contemple el impacto ASG, en todas sus vertientes. En el ámbito de gobernanza, el sector asegurador ha ido por delante de otros sectores por su propio modelo de negocio. La gobernanza está muy regulada y el sector lo cree y lo gestiona de forma adecuada. Hoy cada vez se progresa más en materia medioambiental y social, aunque los criterios de medición estén todavía en fabricación y las posibilidades de comparar sean casi imposibles aún.
Lo que antes eran fenómenos atmosféricos extraordinarios empiezan a ser cada vez más comunes y su intensidad es mayor. En España tenemos un organismo, el Consorcio de Compensación de Seguros, que cubre algunos de estos episodios. ¿Debería actualizarse para dar respuesta a una nueva realidad que ha cambiado mucho desde su creación? (Recordemos que Filomena no lo cubrió).
Sí. Sin duda. La distribución tradicional de la siniestralidad entre las compañías y el Consorcio de Compensación de Seguros ha evolucionado en detrimento de las compañías, que hoy asumen un porcentaje superior (prácticamente el 70% de los costes de las catástrofes naturales, frente al 30% que asume el Consorcio) y debería replantearse para que esos porcentajes vuelvan a situarse en valores de 50% el Consorcio y 50%, las entidades aseguradoras. Para empezar, se debería revisar toda la definición de eventos que hoy están contemplados como asumibles por el Consorcio de Compensación de Seguros.
En las últimas décadas hemos vivido varias crisis financieras, crisis de reputación y el seguro no se ha visto salpicado. ¿Cuál es la razón?
El modelo de negocio del seguro no es un modelo especulativo, está basado en el medio y largo plazo y eso genera un modelo de gestión en el que se apuesta por el respeto y por el compromiso con el cliente a largo plazo más que por el beneficio inmediato.
Y cuando se han acometido reestructuraciones internas, se ha hecho por la Comisión Liquidadora del Consorcio de Compensación de Seguros, con cargo al fondo de aportaciones, sin coste al erario público.
En los casos en los que ha habido un impacto directo, el sector ha reaccionado muy bien y asumiendo siempre todos los compromisos e incluso yendo más allá y ejemplo de ello fue el compromiso de la industria aseguradora en los momentos de la pandemia.
El bajo nivel económico en algunos países, sobre todo en Latinoamérica, explica lógicamente el infradesarrollo de la industria aseguradora pero los microseguros pueden ser una opción. ¿Qué papel pueden desempeñar estos productos en esas economías?
Puede tener un papel básico para integrar a grandes capas de la población, sobre todo en los países menos desarrollados económicamente. Dada la estructura social de algunos países, en los que existe una regulación específica para estos productos, con canales específicos y con control de costes, los microseguros tienen calado y son el futuro asegurador para esas capas de la sociedad.
Desde UNESPA, patronal que ha presidido más de dos décadas, ha abogado con insistencia, con pedagogía y sin descanso, por medidas para fomentar el segundo y el tercer pilar del sistema de pensiones. ¿Qué habría que hacer para conseguirlo?
Más allá de una necesidad social, que lo es, es una necesidad que tenemos como país. El segundo y tercer pilar son complementarios al primero y lo son también entre sí y necesitamos combinar todos los instrumentos que tengamos. Si queremos revertir la situación que tenemos hay que incentivar el ahorro finalista. Es un grave error dinamizar el segundo pilar a costa del tercero. No son alternativos; insisto son complementarios al primero y complementarios entre sí.
Existen análisis muy exhaustivos de países de nuestro entorno donde ya han tomado decisiones sobre esta situación y las propuestas pasan por el segundo pilar, con incentivos para los empresarios y los trabajadores. Los nuevos planes van a necesitar años para su despliegue, por eso debe seguir habiendo un sistema temporal, que permita seguir haciendo aportaciones a los planes individuales con los límites que teníamos, mientras no estén disponibles los nuevos planes de empleo.
Hay que recuperar esos límites, facilitar el cobro en forma de renta y separar la tributación de modo que la recuperación de las aportaciones que se hayan hecho tribute en la base imponible y la rentabilidad, en la base del ahorro.
Debemos fomentar el ahorro interno como país, para no tener que depender del ahorro externo, con lo que eso supone, que no es más que pagar primas de riesgo como hemos pagado en las últimas crisis. Esto es compatible con la creación de empleo y el mantenimiento del estado del bienestar.
Y hay que ser transparente en el sistema público, que la gente conozca cuál va a ser su futura pensión pública. Seamos realistas: o trabajamos más años o la tasa de sustitución (porcentaje que representa la pensión pública respecto al último salario) será más baja.
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