SEGUROS| 24.11.2021
La crisis de la cadena de suministro global: lo que necesitas saber
En esta primera entrega de una serie de artículos, explicamos el trasfondo económico de los problemas actuales y los retrasos que experimentan los fabricantes de todo el mundo mientras se esfuerzan por hacer llegar sus productos a los consumidores.
Sara tiene la pauta completa de la vacuna, su familia no tiene problemas de salud y ha tenido la suerte de haber seguido trabajando durante toda la pandemia. Ahora que 2021 llega a su fin, Sara se siente moderadamente optimista acerca del aumento de los niveles de vacunación y la recuperación económica. No ha hecho grandes compras en los últimos 18 meses y ha decidido que ahora es el momento de cambiar de coche. Sara trabaja en el centro de la ciudad y usa el transporte público para ir al trabajo. Los fines de semana le gusta salir de la ciudad y explorar el campo con sus amigos y Charlie, su querido perro. Después de buscar información en internet y conversar en algunos foros de coches, decide finalmente comprarse un SUV híbrido, por lo que va a un concesionario, prueba el coche, configura el modelo que quiere y negocia el precio. Pero cuando el comercial le dice que tendrá que esperar al menos cuatro meses para recibir su nuevo coche, no puede ocultar su sorpresa. ¿Cómo puede tardar tanto?
Bienvenida a la realidad de la crisis de la cadena de suministro global.
En primer lugar, aclaremos qué es una cadena de suministro global. Según el Chartered Institute of Procurement and Supply, es una «red que se extiende por varios continentes y países con el fin de obtener y suministrar bienes y servicios». Como dice el refrán, una cadena es tan fuerte como su eslabón más débil. En el mundo globalizado de hoy, todas las empresas de fabricación confían en que sus redes de cadena de suministro les proporcionarán los componentes necesarios para ensamblar sus productos cuando los necesitan, en el lugar donde los necesitan y en el momento en que los necesitan. Este sistema «justo a tiempo» (JIT) de subcontratación brinda a los fabricantes mucha flexibilidad y les permite concentrarse en aquellos aspectos de su oferta a los que pueden añadir el máximo valor. Por ejemplo, un automóvil de tamaño familiar promedio puede contener hasta 30.000 partes individuales. No tiene absolutamente ningún sentido que un fabricante de automóviles tenga grandes fábricas en todo el mundo, cada una produciendo todas las piezas que necesita para ensamblar los diferentes automóviles de la gama de productos de la empresa. Es mucho más eficiente disponer de miles de proveedores expertos y cualificados que fabriquen estas piezas y las envíen a ubicaciones centrales donde los automóviles se puedan ensamblar rápidamente.
Pero pueden surgir problemas graves cuando uno de los eslabones de la cadena se rompe. Si se rompen muchos eslabones de la cadena, las líneas de producción global pueden reducirse a la mitad muy rápidamente. Y las consecuencias de que esa ruptura perdure en el tiempo más de lo previsto pueden ser importantes para la economía. “Las expectativas de crecimiento se están rebajando debido a tensiones en la cadena de suministro. Los cuellos de botella en el transporte son el mayor punto de tensión, pero la limitada capacidad sobrante de producción nacional, los bajos inventarios, el fuerte aumento de los costes de los insumos (más agudo en el caso de las materias primas) y los desafíos laborales están dificultando cada vez más que la oferta se mantenga al ritmo de la demanda”, según se incluye en el último informe Panorama de MAPFRE Economics.
Así que ahora volvamos a la pregunta de por qué Sara no puede conseguir un coche nuevo hasta dentro de cuatro meses (o tal vez más). La respuesta radica en cómo funciona uno de los aspectos más fundamentales de las economías modernas: la ley de la oferta y la demanda. La demanda tiene que ver con lo que se quiere y con cuánto se está dispuesto a pagar por ello. La ley de la demanda dice que, a precios más altos, los compradores demandarán menos cantidad de un bien económico dado. El suministro consiste en que los operadores del mercado lleven los productos y servicios deseados a nuestra puerta. La ley de la oferta dice que, a precios más altos, los vendedores suministrarán cantidades mayores de un bien económico dado. Cuando estas dos leyes interactúan, como se muestra en el gráfico a continuación, determinan los precios de mercado reales y el volumen de bienes que se comercializan en un mercado abierto en condiciones normales.
El punto de intersección entre la oferta y la demanda se denomina equilibrio de precios: un bien o servicio particular se entregará al mercado (Q*) a un precio particular (P*). Desde ese punto de equilibrio inicial, existen cuatro escenarios posibles:
La demanda sube
Si la demanda sube y la oferta no, el resultado es una escasez del producto o servicio, lo que significa que el precio aumentará (pensemos en el aumento de la demanda de mascarillas tras el brote de la pandemia de COVID-19).
La demanda baja
Si la demanda baja y la oferta no, el resultado es un excedente del producto o servicio, lo que significa que el precio bajará (pensemos en la fuerte caída de la demanda de juguetes para niños en enero).
La oferta sube
Si la oferta sube y la demanda no, el resultado es un excedente del producto o servicio, lo que significa que el precio bajará (pensemos en el enorme aumento de la oferta de patinetes eléctricos en los últimos años).
La oferta baja
Si la oferta baja y la demanda no, el resultado es una escasez del producto o servicio, lo que significa que el precio subirá (pensemos en la reciente caída en la oferta de conductores de camiones en el Reino Unido).
Como hemos dicho anteriormente, cuando la oferta y la demanda se cruzan, se establece el precio de mercado. Cuando la oferta y la demanda cambian, el precio de mercado fluctúa. Recientemente, hemos visto cambios significativos tanto en la oferta como en la demanda:
Cuando se juntan todos estos factores, lo que se obtiene es una situación en la que la demanda es estructuralmente más alta que la oferta, lo que a su vez conduce a retrasos, escasez y mayores costes en todos los elementos de la cadena de suministro global. Y, por ende, tiene efectos sobre la inflación, es decir, sobre el coste de la vida, lo que puede acabar condicionando las decisiones de política monetaria: “Las perspectivas inflacionistas que ya perciben los principales bancos centrales descansan todavía sobre la idea de un repunte al alza de carácter limitado y transitorio.
Sin embargo, las probabilidades de que se cumpla el escenario se ven reducidas a medida que las cadenas de suministro global continúan encontrando obstáculos, los cuellos de botella se acumulan y la escasez de ciertos bienes se expande hacia las fases productivas iniciales compuesta por materias primas y energía”, explica el servicio de estudios de MAPFRE.
Por eso, Sara tendrá que esperar cuatro meses para recoger su coche nuevo.