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SEGUROS | 25.11.2020

¿Cómo se asegura un satélite?

Los satélites, aunque muchas veces no nos demos cuenta, están muy presentes en nuestras vidas. Son, por ejemplo, fuente de comunicación, la base para tener información meteorológica, para el funcionamiento de los sistemas de navegación… e incluso para muchas otras actividades, como puede ser la defensa y la seguridad. Muchas de ellas serían inviables o su potencial sería infinitamente inferior sin la ayuda de los satélites.

Muchos de los satélites que están dando vueltas por el espacio están asegurados. Pero ¿cómo se asegura un satélite? O ¿por qué es importante asegurarlo? La segunda pregunta tiene una respuesta bastante sencilla. Asegurar un satélite significa comprar una protección para en caso de que ocurra un percance (que en el negocio asegurador se denomina siniestro) el propietario del mismo no pierda toda su inversión. Es similar a cuando se asegura una casa o un coche, por ejemplo.

La primera pregunta exige una explicación un poco más amplia. En la vida de un satélite existe dos momentos diferenciados: el momento de su lanzamiento y la vida en órbita que éste tiene. Eso es lo que cubre el seguro de satélites, los daños propios en esas dos fases.

La cobertura se inicia en el momento en el que el lanzamiento no puede ser abortado, con la ignición de los motores principales del lanzador. Como todos hemos podido ver alguna vez, durante la cuenta atrás todavía cabe la posibilidad de poder parar el lanzamiento si durante los chequeos finales alguna variable no estuviese en orden. Se han dado situaciones en los que el lanzamiento se ha abortado en los últimos segundos de esta cuenta atrás.

El lanzamiento es el momento más sensible y de mayor riesgo de toda la operación y aunque la tecnología ha traído consigo muchos avances en cuanto a seguridad, todavía existen fallos. Una vez que el satélite se separa del cohete es cuando finaliza esa fase y se inicia la segunda: la vida en órbita del satélite.

Aquí entraría en vigor la cobertura de vida en órbita, que tiene una duración habitual de 12 meses y se renueva cada año hasta finalizar la vida útil del satélite, que en caso de los satélites de comunicaciones suele ser de unos 15 años. Concluida su vida útil, el satélite es trasladado a una órbita “cementerio” dejando de operar y por tanto, dejando de asegurarse.

Este tipo de seguros son “trajes a medida” para cada cliente, ya que cada satélite tiene unas características muy específicas. Por eso, establecer una prima para este tipo de seguro es muy complejo, ya que las variables que entran en juego para diseñar cada póliza son muchas y muy diferentes.

Por otra parte, las sumas aseguradas son también muy elevadas, de varios cientos de millones de dólares, por lo que el coste de un siniestro de este tipo también puede ser muy alto y por ello los riesgos son compartidos entre varias compañías, a través del coaseguro o del reaseguro y contando con el apoyo de un bróker especializado en este sector.

Evaluar este tipo de siniestros puede ser o muy sencillo o extremadamente complejo. En caso de un fallo total de lanzamiento, poco habría que discutir y se indemnizaría la suma asegurada completa. Por contra, estando el satélite en órbita, en el caso de que exista un percance que disminuya su vida útil o su capacidad de operar, sería necesario calcular esa pérdida parcial y para ello hay que establecer una serie de hipótesis, muy complejas, para establecer qué porcentaje de la vida útil ha quedado afectado y cuánto hay que indemnizar al titular de la póliza… pero además, existe otra dificultad añadida. Lógicamente, la compañía aseguradora no puede enviar a un perito al espacio a analizar el siniestro y toda las tramitación se deben realizar en base a la información suministrada por el asegurado y el fabricante del satélite.

Además, las negociaciones de este tipo de pólizas son muy largas. De hecho, se tardan meses desde que se empieza a negociar un seguro de este tipo hasta que el satélite se pone en órbita.

Cualquier compañía aseguradora que suscriba seguros de satélites debe operar globalmente y tener capacidad para poder asegurar cualquier satélite en cualquier lugar del mundo y así tener una cartera equilibrada. Además, los aseguradores que suscriben riesgos de espacio tienen que disponer de equipos especializados y con gran conocimiento de las particularidades técnicas y aseguradoras.

MAPFRE inició su actividad en este tipo de pólizas de riesgos espaciales, con el satélite HISPASAT 1 A en 1990 y luego HISPASAT 1B, el 1 C, y así hasta convertirse en la aseguradora de referencia en España para los seguros de esta industria. Poco a poco, fue ampliando su cartera, al entrar a participar en programas de un gran número de satélites internacionales, lo que posicionó a MAPFRE Global Risks como una relevante aseguradora  en este tipo de seguros a nivel mundial.