“Hasta un 75% de los españoles toma algún suplemento alimenticio; la mayoría sin prescripción”
Comprometidos con la salud y el bienestar, preguntamos en esta entrevista con ocasión de un reciente estudio de Fundación MAPFRE, en colaboración con la Academia Española de Nutrición y Dietética, a su coordinador, Eduard Baladia. Destaca que los suplementos nutricionales más vendidos durante la pandemia de la COVID-19 han sido la vitamina C y D, antioxidantes, el selenio o el zinc, todos ellos nutrientes relacionados con la inmunidad.
El comportamiento humano es, en general, complejo, y las personas suelen responder de forma diferente ante los mismos estímulos. Según los [i] estudios publicados, el aumento de “comer en casa” -por imposibilidad de ir a restaurantes y bares- ha mejorado en cierta medida la alimentación de unos, mientras que, por culpa de la ansiedad, el hastío y la depresión, puede haber empeorado la alimentación de otros grupos de población. Asimismo, la ingesta emocional (modificación del consumo en función de las emociones) y los trastornos del comportamiento alimentario también han estado presentes. Así que diría que hemos tenido de todo: mejora de algunas conductas alimentarias, empeoramiento de otras, la búsqueda de refugio placentero en la comida y también sentimientos negativos tras una ingesta. Cabe mencionar que otros estilos de vida que tienen un impacto en la salud y en la alimentación también se han visto modificados, por ejemplo, en general, se considera que la población ha disminuido su actividad física, aspecto que está muy relacionado con la conducta alimentaria. Finalmente, hay que considerar que la pandemia ha afectado a la continuidad de las personas que estaban bajo tratamiento, aspecto que también puede aumentado la carga de sus respectivas enfermedades.
Es difícil interpretar estos datos de consumo. Por un lado, me gustaría pensar que un menor gasto en bares y restaurantes responde a que, simplemente, estos establecimientos han permanecido con muchas restricciones de acceso, y que eso se ha traducido en una mejora de la alimentación al realizarse en casa; en algunos estudios se ha constatado que en un sector de la población es así. Sin embargo, seguramente también responde a un aumento de la pobreza o menor entrada de dinero en las familias. Hay que hablar mucho más del aumento de las desigualdades sociales creada por la pandemia y, en consecuencia, hay que hablar mucho más de inseguridad alimentaria y familias que viven al borde de la pobreza en España.
La pandemia ha aumentado las desigualdades sociales, así que hay que trabajar mucho más teniendo en cuenta aspectos de equidad y, sin lugar a dudas, esto tiene consecuencias con respecto al acceso de alimentos saludables, y son aquellos con menores ingresos los sectores más vulnerables los que sufrirán más las consecuencias, y aquellos en los que se verá más afectada su alimentación, tanto por exceso (sobrepeso y obesidad), como por defecto (ingesta insuficiente).
El aumento del uso de suplementos ha sido espectacular. Desgraciadamente responde, bajo mi punto de vista, a tres aspectos: a la incapacidad de la sociedad científica y gubernamental para asesorar de forma creíble y efectiva a la población, pero también al pensamiento mágico muy arraigado en el ser humano: la búsqueda de una pócima mágica que nos hará más inmunes, y finalmente, a la falta de legislación que regule estos productos de forma adecuada.
Los suplementos cuyas ventas se han visto aumentadas, como la vitamina C y D, antioxidantes, el selenio o el zinc, son todos nutrientes relacionados con la inmunidad. Sin embargo, que estén relacionados con la inmunidad no significa que tomando suplementos pueda aumentar o mejorar nuestra inmunidad, sino que la deficiencia de estos nutrientes podría empeorar nuestro sistema inmune, aunque no sabemos cuánto. Así que primero se requeriría de un diagnóstico de deficiencia suficiente como para alterar el sistema inmune (que en muchos casos no está claro cuál sería el nivel de deficiencia necesario para tener un impacto en el sistema inmune), y luego recomendar suplementación en aquellos casos necesarios en los que se haya detectado deficiencia.
Sí, los datos sugieren que hasta un 75% de los españoles estaría tomando algún tipo de suplemento. El problema adicional detectado, después de realizar una extensa revisión de la literatura, es que muchos de ellos no cuentan con estudios suficientes que permitan verificar los potenciales beneficios que se les atribuyen, y lo que es peor, tampoco que certifiquen que son seguros. Es más, en algunos casos hemos detectado efectos adversos bastante comunes después del uso de suplementos nutricionales, como por ejemplo problemas gastrointestinales: náuseas, dolor abdominal, vómitos y, en algunos casos (no tan comunes), impactos negativos para la salud mucho más importantes, como problemas en el hígado o en los riñones. Además de la falta de certeza en torno a los posibles beneficios y los indicios de efectos adversos en algunas ocasiones cabe destacar que si las personas que toman suplementos están enfermas o enfermando y no toman un tratamiento adecuado, es decir, usan los suplementos pensando que son efectivos cuando en realidad no lo son, conduciría a una situación de aumento de la carga de enfermedad de dichas personas y empeoramiento de su calidad de vida, las cuales impactan finalmente en el coste sanitario y también social (años de vida perdidos).
¿Cuál es el perfil de consumidor de este tipo de productos?
En realidad, existen varios perfiles, dependiendo del tipo de producto y finalidad con el que se toman. Parece que los complementos nutricionales (vitaminas y minerales) y probióticos son más comúnmente consumidos por mujeres de entre 26 y 35 años, siendo también algo más común entre aquéllos con estudios universitarios y que han estado a dieta.
Los extractos de plantas y productos para adelgazar han sido también más consumidos entre las mujeres, y más común en un rango de edades más amplio, de entre 18 y 50 años, y algo más común entre universitarios y personas que han estado a dieta.
En cambio, los productos para deportistas han sido más comunes entre hombres de 18 a 45 años, siendo los productos más consumidos las barritas energéticas, los preparados de proteínas, las bebidas para deportistas y la cafeína.
La mayoría de las personas los toma con intención de mejorar su salud general.
Los países nórdicos fortifican algunos alimentos básicos con ciertas vitaminas, como la vitamina D, para asegurar un aporte mínimo. Esto evita grandes deficiencias que en esos países seguro que se darían. La alta incidencia de falta de vitamina D en España sugiere varias cosas: sobreestimación de dicha incidencia, falta de actividad física al aire libre, posibilidad de haber sobreestimado la posibilidad de exponerse al sol (en algunas regiones de España hay mucho menos sol que en otras, y en algunas regiones que hay tanto sol que no es adecuado exponerse al mismo por altas temperaturas). Finalmente, en los mayores institucionalizados o solos, incapacitados para salir de sus viviendas, seguro que está aumentando la deficiencia de vitamina D. Sin embargo, no tengo claro que la fortificación de alimentos básicos en España sea una aproximación coste-efectiva, y estoy aún más seguro que no se debería realizar la suplementación sistemática a través de suplementos de vitamina D. En todo caso, creo que lo ideal sería valorar cada caso mediante analítica y estimación de la ingesta de vitamina D, y suplementar a las personas con riesgo de deficiencia detectada.
Como experto en la materia, ¿qué debemos hacer para cuidar más la alimentación? ¿Qué asignaturas pendientes seguimos teniendo?
En general, en lugar de buscar la pócima milagrosa que nos dé la salud, como dijo un muy buen amigo mío y excelente dietista-nutricionista, Julio Basulto, lo que hay que buscar es el estilo de vida que nos permita conservar la salud con la que nacemos. Esto incluye cuidar la alimentación, cuidar la actividad física, evitar el consumo de tabaco y alcohol, mejorar las relaciones personales y laborales, y un largo etcétera.
Para lograr esto no vale solo apelar a la responsabilidad individual, sino a la responsabilidad social (que tu entorno social te ayude a llevar esa vida saludable: familia, amigos, entorno laboral); a la responsabilidad social gubernamental (legislación para favorecer la alimentación saludable y actividad física; a la existencia de consultas de dietistas-nutricionistas en el sistema público), así como de una mayor responsabilidad social empresarial (una industria más ética que se ajuste incluso a aspectos no legislados para favorecer la salud del consumidor).
Hay varios puntos grises en materia de legislación sobre suplementos: actualmente se pueden vender complementos nutricionales sin necesidad de que pasen pruebas de eficacia y seguridad, los productos para deportistas carecen de legislación específica, y se pueden vender productos a base de extractos de plantas simplemente basándose en que hace muchos años que se usan, y no bajo el paraguas de la ciencia. Hay mucho que recorrer para proteger al consumidor desde el punto de vista legal, no podemos hacer que el peso de la responsabilidad sea a nivel individual (estar bien informado y decidir al respecto).
¿Qué valor cree que tiene un buen dietista-nutricionista? ¿Por qué no es una figura habitual en nuestras vidas?
Un buen dietista-nutricionista no vende un método único que te haga tener una mejor salud, y no vende productos a menos que sean estrictamente necesarios y que la ciencia los avale para ese fin. En todo caso cabe recalcar que la mayoría de los dietistas-nutricionistas en nuestro país tienen que vivir de sus consultas privadas, lo que hace que el asesoramiento dietético-nutricional realizado por parte del mejor profesional en la materia, sea solo para quienes se lo pueden permitir económicamente. Esto entra en conflicto con ofrecer asistencia sanitaria equitativa en materia de nutrición, y sin lugar a dudas los más vulnerables son los más afectados por la falta de inclusión de este profesional en el sistema sanitario.