SALUD | 25.05.2020
“La receta saludable para el planeta y para las personas se cocina en casa”
Entrevista a Blanca Ruibal, Coordinadora de Amigos de la Tierra
¿En qué medida la Covid-19 está sirviendo de pasarela hacia una cultura de proximidad?
Como tantas cosas en esta situación tan excepcional, tiene una doble cara. Ha pasado algo muy relevante con respecto a los canales cortos de comercialización de alimentos, como llamamos a todas las alternativas que acortan la distancia entre el productor y el consumidor, aportándoles a ambos ventajas en cuanto a precio, calidad y conocimiento del producto. Uno de los grandes problemas del sector agrario, creo que conocido y objeto de una gran movilización en el campo, es el precio. El problema de los precios reside en la globalización del entorno y en nuestro contexto español, en el inmenso poder de los supermercados.
Lo que ha pasado es que la pandemia ha cancelado prácticamente los canales cortos: las plazas de los barrios de los pueblos, mercadillos al aire libre, productos vendidos por agricultores a comedores escolares u hospitales de manera directa, todo ese consumo inmenso que se hace en cantinas colectivas. Ha habido una gran movilización para pedir a ministerios y consejerías que se permita ir a las huertas de autoconsumo, que se reabran los mercadillos al aire libre… Pero lo cierto es que los supermercados han ganado poder en esta crisis.
¿Debemos volver a la reflexión de dónde vienen los alimentos que consumimos?
En un mercadillo al aire libre, seguramente su procedencia será de proximidad. En un supermercado, es muy fácil encontrar naranjas de Sudáfrica o aceite de Italia o vino de Chile. Nos hacemos trampas al solitario. Tenemos un gran problema con la despoblación en España, tenemos un problema con el uso de nuestros recursos naturales, con todo nuestro espacio rural, sabemos que la agricultura está siendo cada vez más difícil de mantener económicamente y, sin embargo, vamos a la compra y nos traemos naranjas que vienen de muy lejos, en vez de las de Valencia, y en Valencia los agricultores las están teniendo que tirar, porque no les dan precio.
En ese sentido, está claro que la gran distribución no es la mejor opción para una compra sostenible: incluye un montón de alimentos kilométricos, de plástico y muchos productos procesados, que son malos para la salud y nocivos para el medio ambiente, porque no van dirigidos a las personas.
En un momento de crisis como ésta, han predominado los canales más clásicos, pero también la compra de productos frescos. Aquí tenemos una clave importante de la receta saludable para las personas y para el planeta. ¿Qué hay que hacer? Cocinar.
Cuando compras productos frescos, es más fácil ahorrar montones de kilómetros. Si hay alguna posibilidad de encontrar naranjas que no sean de Sudáfrica será fuera del zumo embotellado; más o menos improbable encontrar los tomates de Tailandia como producto fresco, pero en el brik, seguro.
¿Cómo vivimos en una sociedad en la que apenas pasamos tiempo en casa, porque lo dedicamos al transporte y al trabajo? Pues dedicando menos tiempo a nuestra alimentación. Y es ahí donde las peores soluciones para el planeta encuentran vía libre. Viene bien comprar la lechuga limpia dentro de un plástico, pero es un desastre para el planeta.
¿Cómo está la situación de la seguridad alimentaria?
Las condiciones sanitarias e higiénicas en general (food safety) están garantizadas por la Unión Europa (UE), con normas estrictas. Hay problemas, como la presencia de antibióticos en la carne, pero no creo que se hayan visto en mayor medida por la pandemia. Con todo, como ciudadanos debemos cuestionarnos cómo evolucionan las normas y vigilar que atienden a la salud pública y al bien común. El paquete higiénico-sanitario de la industria está completamente vigente, ya sea para el pequeño productor de un centenar de yogures, o de un gigante como Danone.
Hay otra acepción (security), que apunta a la seguridad de producción y adquisición de alimentos, y ahí sí tenemos problemas. Uno grande, de pobreza. La seguridad alimentaria no solo supone ingerir calorías, sino que éstas sean de calidad. Hay que comer fruta y asegurarnos de que los niños las consumen. También tiene que ver con la dependencia de los alimentos del exterior; el 95% de los garbanzos que comemos en España proceden de Canadá, o de México. ¿Hay algo más natural para nuestra dieta y nuestro ecosistema que el garbanzo?
La pandemia nos ha hecho hacernos preguntas interesantes. Hablábamos de si éramos o no capaces de producir mascarillas… ¿Y garbanzos? Si pasa algo y se ven perjudicadas las importaciones, podría haber desabastecimiento de ese producto tan nuestro.
Dependemos mucho de las importaciones. En España, más de la mitad de los alimentos que consumimos proceden del exterior. Parece mentira con el suelo agrario que tenemos, con agricultores que están saliendo del campo porque no tienen para vivir y un ecosistema privilegiado, dependamos de las importaciones para alimentarnos. Otros países, independientemente de la pandemia, ya estaban gestionando este asunto. Reino Unido ha realizado una estrategia agrícola para disminuir la dependencia.
¿Qué hemos aprendido en esta pandemia sobre la importancia de la alimentación?
Sabemos que la pandemia se ha producido en parte a la extrema globalización y movimientos de personas y mercancías, pero es que además es perjudicial para el medio ambiente, porque no podemos más. Pensar y ser más autosuficientes como región es una reflexión interesante, ya sea para abastecerse de material médico o de alimentos.
Es difícil saber qué va a ocurrir. Hay que combinar la responsabilidad individual a la hora de hacer la compra con que haya una normativa que asegure el bien común, en este caso: tenemos un cambio climático acuciante, debemos cambiar radicalmente nuestra forma de producir y de consumir, tenemos el campo abandonado y los recursos naturales destrozados, y es fundamental ver que la agricultura tiene un papel ahí que jugar.
Quienes tienen aquí mayor responsabilidad son los gobiernos, y en el ámbito de la UE más, con una PAC [Política Agrícola Común] por decidirse. Es una ocasión idónea para plantearnos qué agricultura queremos: si una agricultura que ande jugando en el escenario global a ver quién vende más barato o una con más agricultores que puedan habitar el medio rural, cuidando de los recursos naturales y que permita la producción de alimentos sanos para la ciudadanía.
¿Y cómo podemos ser los ciudadanos más responsables?
Nos falta que nos lo pongan fácil. Por ahora los canales cortos de comercialización son una odisea, porque son marginales y alternativos. Todavía no han tenido un apoyo decidido de las autoridades. No puede ser que actualmente lo fácil sea perjudicial para la salud, para el medio rural y para el planeta. Se pueden haber dado algunos cambios, como el de la necesidad de un mayor tiempo disponible para cocinar y comer bien.
¿Volveremos a nuestro ritmo de vida habitual en el que cualquier cosa vale?
Yo quiero creer que podemos haber aprendido y disfrutado individualmente de algunas cosas que nos harán reivindicar el teletrabajo algunos días a la semana. Aquello que era parecía imposible ha sufrido un cambio: estamos teletrabajando en peores condiciones, con los niños en casa, pero lo estamos haciendo. Otro mito que se ha roto.
Organizar de forma diferente nuestro tiempo, nuestra casa y nuestro trabajo, podríamos reivindicarlo y probablemente pase. Déjame teletrabajar para comer mejor, decentemente en una mesa, incluso en familia…. El choque de la pandemia es muy fuerte y el debate seguramente también lo será. Evidentemente habrá fuerzas que querrán volver al business as usual… La sociedad tendrá que empujar esta batalla en la que hay mucho en juego: nuestra salud, nuestro bienestar, todo el planeta ha visto cómo ha disminuido la contaminación en las ciudades.
Hay muchas organizaciones sociales, ambientales, de toda índole dando ya la batalla para que la reconstrucción económica se haga desde el punto de vista ambiental y de justicia social.
Aprovechemos este shock para cambiar cosas. En el sistema agroalimentario hay mucho que cambiar, pero también una gran oportunidad, como es la reforma de la PAC.
¿Las sociedades desarrolladas se han hecho acomodaticias en algo tan esencial como la alimentación?
Lo que sucede es que el sistema en el que vivimos nos ha restado capacidad de decisión, fundamentalmente por cuestión de tiempo y de dinero, cuestiones que han prevalecido sobre la ética, los principios y las ganas de construir un mundo mejor. Una situación como la que estamos viviendo ha puesto de manifiesto que no tenemos tiempo de decidir, de cocinar y de pasar tiempo con los hijos. Replantearnos la vida cotidiana y restar el tiempo de transporte nos ha devuelto a lo importante. La salud, la alimentación, el cuidado de la familia… Creo que hay muchas personas que le estarán dando vueltas a esto. Y cómo impactamos al planeta. Por ejemplo, que se puede atender una reunión importante a través de una app, ahorrándonos viajes y un gasto ingente devastadores para el planeta.
La tecnología, ¿apoya un modelo más sostenible?
Indudablemente nos está aportando grandes ventajas, que ya forman parte de la experiencia de cada uno. La pandemia bien, pero con Internet. Pero es necesario recordar que la universalización y el precio de la tecnología son importantes, porque hay familias y entornos rurales donde no llega. Debemos hacerla universal, democrática y accesible, porque es un derecho. Y atender al problema de la obsolescencia programada. Países como Francia ya están legislando en ese sentido. La tecnología es tan importante como los alimentos.
Soluciones de compra para hacer la odisea más liviana
Existen grupos de autoconsumo que facilitan la gestión, la logística y reducen los precios de los alimentos frente a los canales tradiciones. Personas concienciadas, como Blanca y su familia, han optado por comprar al máximo dentro de esa fórmula, a un precio ligeramente superior que en un supermercado tradicional, pero compensando el ahorro de transporte hasta el establecimiento más cercano. Esa una experiencia particular, que en algunos casos satisface la voluntad decidida de apoyar a los productores que lo están pasando mal. En el caso de Blanca se organizan por Internet, con hojas de excel colaborativas.
También existen distribuidoras ecológicas, como Ecomarca, un proyecto de distribución para grupos de consumo que, en un portal web, aflora la oferta de distintos productores.
El siguiente paso, una fórmula que se está expandiendo en grandes ciudades a imagen de lo que antes hicieron posible Nueva York con su famoso Park Slope Food Coop o La Louve en París, es la de los supermercados cooperativos. Se trata de una solución más fácil para quien no carece del ímpetu militante de consumir ecológico. Soluciones como La Osa, en Madrid, permiten hacerse socio y poner unas horas de trabajo al mes con las que conseguir precios mejores. La variedad de productos ecológicos es grande y permite una compra sostenible, solidaria y justa, con un formato más convencional que el herbolario o el grupo de consumo. Ampliar miras para alcanzar a la gente, de eso trata esta opción que es la última moda del consumo responsable.
Ingredientes esenciales para una compra saludable
La recomendación es fijarse en los productos frescos, que no estén envasados en plásticos ni brik. Comprar fresco, sin procesados, elimina estos envases nada ecológicos y los llamados alimentos kilométricos, traídos de lejos. Hay que observar las etiquetas y la procedencia de los productos, para intentar apostar por producto autóctono. Además, sería importante observar qué es imprescindible adquirir en un supermercado, porque eso permite acordarse de las tiendas de barrio, de los mercados, donde se puede optar a alimentación de calidad, proximidad y temporada.