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INNOVACIÓN| 19.04.2022

Smart cities, ciudades más habitables

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En los años ochenta, el director de cine Ridley Scott imaginó un 2019 en el que nos movíamos en coches voladores y convivíamos con robots casi humanos en rascacielos infinitos bajo una nube de contaminación perpetua. Nuestro presente poco tiene que ver con la película Blade Runner. En 2022 las megaurbes sostenibles y tecnológicas sí están presentes en la conversación. ¿Es la smart city el modelo de ciudad que necesitamos? ¿Estamos preparados para reimaginar otra forma de vida urbana? Desde MAPFRE y nuestra apuesta por la sostenibilidad, que acompaña nuestra estrategia de negocio para los próximos tres años, reflexionamos sobre los nuevos modelos de ciudades inteligentes donde el urbanismo unido a la máxima innovación devuelve a las personas al centro.

Fijarnos en los antiguos es una forma de rescatar el auténtico valor de la vida en la ciudad. Los griegos colocaban el corazón de su sociedad en la plateia, el lugar que bombeaba la actividad de las personas en diferentes arterias. Una plaza es hoy un resumen de la historia, un mirador arquitectónico, cultural, económico y social y, durante mucho tiempo, el epicentro de las ciudades. 

En el siglo XXI las urbes ya no se diseñan a su alrededor. El crecimiento y la ramificación de las ciudades es pura vorágine con tendencia a mermar la calidad de vida de sus habitantes. Se prevé que en 2050 más de la mitad de la población mundial viva en zonas urbanas y el verdadero desarrollo sostenible se sustentará en cómo seamos capaces de gestionar la expansión de las ciudades. 

Las tendencias indican que este aumento de habitantes puede producirse de forma desigual en términos geográficos, que las nuevas ubicaciones de las megaurbes conquistarán los países emergentes y que, en aquellos de ingresos bajos y medios, la urbanización será especialmente rápida. Por ejemplo, el continente africano que en 2019 contaba con 1300 millones de habitantes, superará los 4200 en el año 2100. En consecuencia, esta previsión se convierte en un reto demográfico, económico, medioambiental, migratorio y social.

Smarts cities made in Spain

Las ciudades sostenibles, conectadas y optimizadas gracias a la aplicación de la tecnología y el big data (las smart cities) gestionan el funcionamiento de la movilidad, los recursos energético o hídricos y numerosos ámbitos relacionados con la comunicación con la ciudadanía o el tejido comercial, entre otros. En definitiva, una ciudad inteligente debe ser capaz de aportar un desarrollo sostenible y contribuir a organizar los espacios urbanos con soluciones innovadoras para alinearlos a las necesidades de sus habitantes.

Madrid y Barcelona ya forman parte del ranking mundial de ciudades inteligentes y sostenibles, según el último Índice IESE Cities in Motion (ICIM), que coloca a la primera en el puesto 25 y a la Ciudad Condal en el 26.

Barcelona acoge desde 2011 el Smart City Expo World Congress, el evento líder a nivel internacional y punto de encuentro para la reflexión sobre las ciudades inteligentes que reúne a centros de investigación y empresas de todo el mundo. El informe apunta a que es la ciudad líder española con más vehículos eléctricos registrados, destaca su labor en investigación e innovación que aplica a la movilidad, transporte y planificación urbana, entre otros ámbitos.

En el caso de Madrid, el informe remarca su buen posicionamiento en movilidad y transporte y un importante avance en medioambiente contemplado en el plan de calidad del aire Madrid 360 que incluye medidas como una línea de ayudas para la sustitución de vehículos contaminantes por otros de combustibles limpios, entre otras acciones. La ciudad cuenta también con iniciativas como el portal de participación ciudadana Decide Madrid, donde cualquier persona puede crear propuestas de proyectos en beneficio de la ciudad y someterlos a votación ciudadana si consiguen los apoyos suficientes.

Hablar de smart cities lleva implícita la reflexión sobre sostenibilidad en todas sus vertientes ya que este modelo impacta en áreas como la movilidad o el transporte, la seguridad, la gobernanza o la proyección internacional. Pero, además, está directamente relacionado con ámbitos como la salud, la antropología o la sociología; porque la tecnología, que es la variable imprescindible de la ecuación, es el medio para solucionar un problema, la vía para los cambios de hábitos con el objetivo de mejorar la calidad de vida de las personas.

Rubén Cánovas, Head Director of Smart Cities de NTT DATA, lleva casi diez años trabajando en proyectos de transformación e innovación para introducir la tecnología en los procesos urbanos y ha vivido su evolución casi desde los inicios. “Hace ocho o diez años solo se hablaba de sensorizar las ciudades. Había empresas que tenían unos planes de negocios espectaculares con una previsión de venta enorme de sensores. Pero claro, colocar sensores en una ciudad debía resolver una problemática que implicase aportar un valor a la sociedad, por lo que algunos proyectos quedaban algo desangelados. Después llegó una segunda oleada en el mercado relacionada con la conectividad -que derivó en una tercera- que puso foco en las megaplataformas tecnológicas para poder conectar todos esos dispositivos. Actualmente, ya tenemos claro cuál es la aproximación de la tecnología en los procesos urbanos: debe resolver problemas reales, tener presente que el dato no es necesariamente un dispositivo y que la tecnología es un medio, no un fin”.

Para Cánovas, “proyectos como ‘Madrid Central’ (actualmente denominado Madrid 360) o iniciativas como la denominada ‘pulso ciudad’ son casos de éxito. En el segundo ejemplo no se trabaja con ningún dispositivo físico. Se plantean ocho temáticas y se recoge la información de las redes sociales agrupada por barrios; y, al final, se trata de un termómetro que visibiliza la percepción ciudadana de la ciudad. El objetivo no es una hoja de resultados con gráficos, es una herramienta para evaluar las políticas públicas, o en un momento dado, para tomar decisiones estratégicas o saber si una campaña ha tenido impacto o no. En el caso de ‘Madrid Central’, sin entrar en valoraciones que no proceden, tenemos una aplicación cero invasiva para el ciudadano que se registra, justifica la entrada en la zona y el sistema (de forma transparente) no le hace ninguna propuesta de sanción. En Barcelona también existe una iniciativa similar, aunque ligeramente menos automatizada. Al final, es un proyecto relevante porque a partir de 2023 la legislación europea va a exigir a las ciudades con más de cincuenta mil habitantes que habiliten zonas de baja emisión”.

Esta definición de cómo se integra la tecnología en lo urbano se demuestra en ciudades como Madrid o Barcelona, pero, también, en otras más pequeñas como Santander o Valencia que, posiblemente, no tienen tanta capacidad de inversión pero que han confirmado que se puede democratizar el modelo smart city a través de proyectos replicables a bajo coste.

2 casos de uso combinando building block

La Comisión Europea ofrece a las ciudades el denominado building block, un componente tecnológico que impulsa el uso combinado de plataformas y diferentes tecnologías para que cualquier ciudad, sea grande o más pequeña, pueda desarrollar proyectos smart city reciclables. 

“Entendiendo que dentro de varias décadas las personas habitaremos mayoritariamente las ciudades, debemos pensar cómo reducir la brecha entre las que se pueden permitir grandes inversiones y las que no, o entre las grandes ciudades y las de menores dimensiones. Por eso, se plantean las soluciones reutilizables que con la dosis adecuada de personalización puedan ser útiles a unos y otros. Para mí, la palabra es replicable. No tiene sentido que inventemos lo mismo una y otra vez porque de lo que se trata es de impactar en la sociedad de la manera óptima”, afirma Rubén Cánovas y explica dos iniciativas que cumplen esta premisa. 

Orense; un sistema de sensores para prevenir incendios. Una solución de alerta temprana con sensores que detectan cambios de temperatura o de la humedad relativa en el aire en zonas naturales. Un sistema que puede ahorrar enormes recursos económicos evitando incendios y que puede extrapolarse a cualquier punto geográfico. 

Sevilla, control del estado de salud del patrimonio histórico de la ciudad. Menos de tres meses son suficientes para preparar la instalación de sensores y la plataforma tecnológica de una solución que permite controlar, en cualquier momento, los parámetros que afectan a la conservación del patrimonio histórico (frescos, esculturas, etc.).

Smart cities alrededor del mundo: ejemplos internacionales

IESE genera periódicamente el ranking IESE Cities in Motion para elegir a las smart cities top a nivel mundial a través de nueve ámbitos (gobernanza, planificación urbana, tecnología, medioambiente, proyección internacional, cohesión social, movilidad y transporte, capital humano y economía). 

Si colocamos la cruz del mapa en Estados Unidos podemos hacer zoom para analizar cuáles son los mejores ejemplos de ciudades inteligentes en ese extenso país. En el Smart Cities Index publicado anualmente por The IMD Business School, New York aparece en el puesto doce en la clasificación de 2021.

La metrópolis más famosa del mundo es un ejemplo de gestión de residuos óptima. Más de diez mil toneladas de basura diaria han llevado a la ciudad a instalar cientos de sensores inteligentes en los diferentes distritos que recolectan datos para mejorar la eficiencia en esa gestión. A este, se suman otros proyectos como el programa Floodnet. Una solución que aplica la tecnología para adaptarse al cambio climático a través de sensores que detectan inundaciones que, además, alertan de cambios en el nivel del agua (en tiempo real) para agilizar la reacción de los servicios de emergencias. La Gran Manzana cuenta con un Chief Technical Officer responsable de gestionar y aplicar los avances tecnológicos y centralizar las necesidades de la ciudad, un rol creado especialmente para esta labor. 

Seattle es otro ejemplo estadounidense que cuenta con iniciativas sociales como Food Rescue que conecta a las empresas con excedentes de alimentos con las ONG que los reciben y gestionan en beneficio de personas que los necesitan. 

En el sur del continente americano situamos a Aguaduna, en el estado de Bahia, Brasil, una ciudad que trabaja para conseguir un modelo basado en flujos circulares de recursos para neutralizar, en la medida de lo posible, el impacto del cambio climático. Aguaduna aspira a ser un modelo reciclable y su estrategia viene marcada por el uso de la tecnología y la sostenibilidad para mejorar la calidad de vida de las personas y preservar el entorno, dinamizando la actividad empresarial en paralelo, como parte de su cometido. 

Volviendo a Europa, Alemania se está posicionando como un importante proveedor de soluciones tecnológicas completas para ciudades en todo el mundo, además de aplicarlas en su propio territorio. Hamburgo con su SmartPORT es un ejemplo de proyecto que aplica inteligencia artificial de última generación para garantizar una actividad portuaria eficiente, que contribuye al crecimiento sostenible, protege el medioambiente y minimiza su impacto ambiental. Los sectores smart más desarrollados en el país pasan por la movilidad urbana entre otros ámbitos de actuación y suman una estrategia de Smart Hubs que se extiende en más de una decena de ciudades, una iniciativa que enlaza en red a empresas alemanas con socios tecnológicos y emergentes para impulsar el ecosistema digital.

Las ciudades del futuro: más humanas y tecnológicas

Aunque durante la pandemia de la COVID-19 hemos repensado precipitadamente nuestra forma de vivir, de trabajar, de estudiar, incluso de la concepción que teníamos sobre la salud y el bienestar, ¿podría ser la smart city el modelo ideal de ciudad para dar respuesta a este cambio de paradigma?

Volvemos a la reflexión de partida. Si en 2050 nos enfrentamos a un mundo repleto de nuevas megaurbes necesitamos orquestar estrategias para estar preparados. Los investigadores alertan de que dotar de servicios básicos e infraestructura pesada (aeropuertos, carreteras, etc.) a incipientes ciudades superpobladas es un desafío y se corre el riesgo de que el crecimiento demográfico no acompañe al tiempo requerido para proveerlas de lo necesario.

Por otra parte, el medioambiente es el otro gran reto para la sociedad. Levantar ciudades gigantes no es sostenible en el sentido de asegurar la calidad de vida de sus habitantes. En un estudio del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), publicado en The Lancet Planetary Health, que analiza más de 800 ciudades de Europa, el área metropolitana de Madrid ocupa el primer puesto con más mortalidad asociada a la contaminación de dióxido de nitrógeno. Y Barcelona está en la sexta posición. Por tanto, el modelo smart city que integra la tecnología en el fluido de la actividad urbana puede garantizar una actividad sostenible.

Pensar en nuevos modelos de planificación urbanística que coloquen al ciudadano en el centro es una oportunidad para fomentar la transición verde, frenar el cambio climático y mejorar la vida de las personas.

 

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