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INNOVACIÓN | 28.12.2020

Una nueva forma de compartir la movilidad

Marta Villalba

José María Cancer Abóitiz

Director general de CESVIMAP

Hace ya tiempo que, al referirnos a cómo es y será la movilidad, utilizamos el acrónimo CASE, que corresponde a que será Conectada, Autónoma, Compartida (Shared) y Eléctrica. Detrás de la idea de “conectada” se encuentra, en cierto modo, el “horror vacui” o miedo al vacío que parece hemos experimentado en los últimos años. Vivimos inmersos en un estilo de vida hiperconectada, que fuerza que nos hayamos habituado a conocer en cada instante qué ocurre en el mundo, qué sucede en el nuestro y a mantener la conexión digital con nuestros contactos en red.

Todo ello induce a tratar de mantener esa conexión durante los ratos en los que nos desplazamos en algún medio de transporte, generando no pocos riesgos de accidente por falta de atención a la conducción. Para garantizar la conectividad, los vehículos modernos incorporan comunicación bluetooth y wifi, permitiendo, así, un estado permanente de conexión a sus pasajeros, al estar en todo momento geolocalizados y, de quererlo, monitorizados.

La pandemia de COVID que estamos sufriendo nos ha separado, en gran medida, de nuestros amigos y familiares, reduciendo nuestros desplazamientos para encontrarnos. Esto hace que el tiempo que pasamos en medios de transporte se convierta en muy cotizado para mantener la conexión con ellos. Cuando somos nosotros quienes conducimos, este factor se ha combinado con una menor presencia de vehículos en la ruta durante estos meses, incrementando últimamente la propensión a tener accidentes por conducción desatenta.

Con la ilusión de la posible “conducción autónoma”, muchos se imaginaban liberados, a muy corto plazo, de la necesidad de mantener la atención en el volante. Sin embargo, diferentes encuestas recientes han mostrado la falta de confianza de una parte importante de la población en la infalibilidad, a día de hoy, de las máquinas y sus famosos algoritmos a la hora de tomar el control de los vehículos en circunstancias reales de conducción en tráfico abierto. Parece que, ahora que tenemos más información de los avances reales de la tecnología, nos conformamos con una “ayuda” a la conducción y no nos sentimos tan cómodos con la idea de que una máquina suplante al hombre al frente del vehículo.

Pero, si algo ha cambiado la pandemia es la idea de una movilidad “compartida”. En plena instalación en la mente de todos de la necesaria “distancia social” para reducir las posibilidades de contagio, parece difícil que pueda triunfar la idea de compartir alegremente el medio de transporte. Esto se ha traducido en una disminución, en 2020, del uso del transporte público, un aumento de la circulación de vehículos con un solo ocupante o la proliferación de Vehículos de Movilidad Personal en las ciudades.

Pricewaterhouse Coopers hacía recientemente una interesante reflexión1 sobre este tema, en la que combinaba la movilidad conectada con la compartida, definiendo que la era post-COVID iba a hacer que la movilidad CASE pasara de “Shared” a “Smart”. Con esta definición, se alude, por ejemplo, a las enormes posibilidades que ofrece la conectividad de los vehículos para que lo compartido sea el vehículo y no el viaje, al ser conocedores de las necesidades de cada uno en cada momento, sus trayectos y destinos, etc. Se trata de un uso “inteligente” de la movilidad.

La conectividad abre la puerta a un transporte “público” personalizado, a los alquileres de flotas de vehículos para uso individual por minutos, horas, días, semanas, etc., dando de alta y de baja a usuarios que activan y desactivan cada medio de transporte al utilizarlo o dejarlo nuevamente disponible para su uso por otra persona. Saber con antelación, mediante inteligencia artificial, quiénes van a usar un coche/moto/patinete a primera hora y dónde van a finalizar su trayecto, dejándolo disponible para el siguiente usuario, y así a lo largo de la jornada, genera una economía de escala, al ser utilizado cada vehículo por un mayor número de personas al día. El medio se comparte, pero el trayecto no.

Por último, la percepción que hemos tenido de la mejora de la calidad del aire en entornos urbanos durante los periodos de confinamiento de esta pandemia nos ha hecho más sensibles al efecto positivo de reducir el número de coches de combustión presentes en las calles. Hemos cambiado nuestra percepción de que la movilidad eléctrica podía mejorar nuestra calidad de vida, por el convencimiento de que realmente es así.

Desde centros de investigación, como CESVIMAP, intentamos concienciar a la sociedad de que el vehículo eléctrico de batería no es aún la panacea que resuelva todas nuestras necesidades de movilidad, pero sí que es un medio de afrontar, con menor impacto en emisiones, una gran parte de los trayectos que realizamos cada día.

Además, la propia idiosincrasia del vehículo eléctrico hace que sea, en general, conectado y fácilmente semiautomatizable, ideal para ser utilizado de una manera compartida y dotada de inteligencia colectiva.

Creemos, por ello, que una de las cosas que más ha cambiado y cambiará con la pandemia es la paulatina incorporación de los pequeños vehículos eléctricos utilitarios a nuestras rutinas diarias de movilidad en las ciudades.

Mientras escribo estas líneas, he organizado una cena para esta noche con otra pareja, en la terraza de un restaurante, con estufas, en pleno centro de Madrid, con aforo limitado, a la que nos desplazaremos en un pequeño coche compartido. A la vuelta, a una hora ya prevista, forzados por el toque de queda, nos vendrá a buscar un VTC, que nos traerá de vuelta a casa.

La pandemia cambiará la manera concreta en la que hacemos muchas cosas, pero nunca podrá vencer nuestra necesidad de socializar. Nosotros nos adaptaremos a las necesidades sanitarias, pero la movilidad, sin duda, se tendrá que adaptar a nuestras nuevas necesidades. Siempre que ha habido negocio, el mercado se ha adaptado a la nueva realidad. Siempre que la industria se ha adaptado a una nueva necesidad, se ha generado riqueza. Siempre que se ha generado riqueza, la sociedad se ha mantenido en movimiento. Nuestra obligación es conseguir que ese cambio se haga de forma “Smart” o provechosa para la sociedad en su conjunto y, además, “Shared” o accesible, válida y beneficiosa para la mayoría de sus individuos.