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INNOVACIÓN| 07.09.2021

¿Ciudades inteligentes? Sí, pero de otro modo

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El despliegue de proyectos que potencian la innovación en las ciudades no ha parado de crecer en la última década, pero los resultados tardan en llegar por dar prioridad a los productos por encima de las personas y sus necesidades reales.

En la última década se ha hablado mucho sobre las ciudades inteligentes y hoy sigue siendo un tema recurrente, ya que muchos especialistas en urbanismo consideran que el uso de las nuevas tecnologías es clave para el desarrollo adecuado de las ciudades. Solo así se lograrán entornos más adaptados a las necesidades reales de las personas, más resilientes ante cualquier adversidad -la pandemia de coronavirus es un buen ejemplo de ello- y más respetuosos con el medio ambiente

Sin embargo, transcurridos más de diez años desde que se empezara a popularizar el término de smart cities, cabe preguntarse si el camino transitado ha sido el más adecuado o si, por el contrario, todavía hay mucho que corregir para que los objetivos marcados sean factibles. 

Eso es precisamente lo que han hecho en la revista MIT Technology Review, propiedad del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), concretamente en un artículo firmado por Jennifer Clark y titulado “Las empresas hundieron las ‘smart cities’. Las personas pueden revivirlas”.

 

Un campo de pruebas para las ciudades inteligentes

En el artículo se opina acerca de la evolución del concepto smart city y llegan a la conclusión de que el desarrollo no ha sido el correcto. Para ello se esgrimen varias razones, aunque la principal de todas es que las empresas tecnológicas encargadas de instalar y ser las precursoras de esta evolución “se centraron en vender sus productos en lugar de mejorar las urbes”. A fin de cuentas, se trataba de un terreno que había que explorar tal y como se había hecho en otros momentos de la historia, con la llegada de nuevos materiales y transportes innovadores

Esto ha convertido a las ciudades en auténticos campos de pruebas donde se han lanzado soluciones novedosas e incluso revolucionarias que se han quedado lejos de arreglar los principales problemas que tienen las grandes urbes en la actualidad. Eso no quiere decir que no existan ejemplos de cómo la tecnología ha mejorado la calidad de vida en algunas ciudades, puesto que ciertas poblaciones han experimentado un cambio sumamente positivo. 

La smart mobility, como vía para atender las problemáticas del transporte urbano, es un aspecto clave en las ciudades inteligentes y que permitirá mejorar la calidad de vida de sus residentes. CESVIMAP, el Centro de Experimentación y Seguridad Vial de MAPFRE Open Innovation -y una de las patas sobre las que se sustenta la innovación en la compañía aseguradora- lleva investigando el vehículo autónomo desde 2018. Actualmente, lidera una iniciativa pionera para reducir los fallos de las tecnologías de percepción del entorno en estos coches sin conductor.

Que nadie se quede atrás

La sensación que ha quedado en esta última década ha sido similar a la que ha ocurrido en el día a día de numerosas personas que tienen la capacidad económica y social de acceder a las últimas tecnologías: “debo subirme al tren aunque no sepa qué estoy haciendo”. 

Eso es precisamente lo que se ha hecho en numerosas urbes, que se han visto arrastradas por una “moda” que iba a ser capaz de arreglar los principales problemas que acechaban a sus habitantes, tales como el transporte público, el acceso a banda ancha, la posibilidad de disponer de viviendas asequibles o la calidad del aire, la cual sigue tendiendo a empeorar. 

Y es precisamente en ello en lo que se detienen en el MIT, en que, si bien la tecnología puede ser una gran aliada para lograr los propósitos propios de las ciudades inteligentes, el factor humano y otros estamentos como el político y el económico han de poner las bases sobre las que desarrollar la necesaria evolución.

Principales problemas a los que se enfrentan las smart cities

En este sentido, los principales problemas a los que se han enfrentado los proyectos de smart cities en la última década se podrían resumir en los siguientes puntos: 

  • La mayoría de ellos han estado dirigidos a segmentos muy concretos en los que los ciudadanos se han convertido en usuarios, en lugar de centrarse en la creación de soluciones destinadas a toda la ciudad.
  • En numerosas ocasiones no se ha tenido en cuenta la idiosincrasia local, optando por fórmulas estandarizadas que, si bien en algunas urbes han funcionado, en otras no han “casado” bien con la población. Como es evidente, este hecho choca con la necesidad que cualquier gran compañía tiene de crear soluciones únicas sobre las que fundamentar los proyectos que se pongan en marcha en cada ciudad.
  • No se ha tenido en cuenta la participación ciudadana lo suficiente, sino que se les ha considerado clientes de esas nuevas tecnologías.
  • En numerosos proyectos se obvió el tejido que se había ido entrelazando a lo largo de las décadas e incluso los siglos. Las ciudades tienen su propia “vida” y se puede apreciar el paso del tiempo en sus calles más longevas. Pues bien, este aspecto también se ha pasado por alto, dando el salto que, sin duda, resulta necesario, sin el apoyo en el pasado. 

Así las cosas, con la pandemia de COVID-19 salieron a la luz un gran número de debilidades en las ciudades que ya comenzaban a denominarse como inteligentes. Y, tal y como se indica en el artículo antes citado, la utilidad de los proyectos piloto “empezó a disminuir abruptamente a medida que la gente evitaba las zonas de más tráfico”.

Ciudades inteligentes, sí, pero…

En este nuevo escenario, en el que se ha constatado que las empresas tecnológicas deben dejar de pensar en la venta de productos y centrar el foco en las necesidades reales de las personas, el principal reto será volver al origen y responder a los elementos esenciales de una smart city

  • Conseguir una conectividad global, de manera que cualquier dispositivo pueda tener conexión a Internet para el intercambio de información.
  • El correcto uso de la ingente cantidad de datos que se generan y una adecuada utilización de los mismos para hacer las urbes más habitables.
  • Tener en cuenta la situación local, respondiendo a las necesidades de la comunidad y atendiendo a los intereses de las personas.
  • Encaminarse a conseguir entornos sostenibles, en los que las mejoras tecnológicas pueden ayudar, pero donde la acción social y la concienciación deben ir de la mano. 

Cientos de especialistas en urbanismo en todo el mundo coinciden en que estamos en un momento crucial tras la pandemia que ha puesto todo patas arriba, ya que es el momento de dar los pasos que sean necesarios para repensar las ciudades. Y para ello habrá que potenciar los medios de transporte ecológicos, mejorar el acceso a viviendas dignas y frenar la superpoblación urbana. Todo ello será más sencillo con la tecnología, es decir, creando verdaderas ciudades inteligentes en las que las personas estén por delante de los productos.