ECONOMÍA | 16.03.2020
¿Y ahora qué?
Alberto Matellán
Economista Jefe MAPFRE Inversión
¿Y ahora qué? Esta es la pregunta clave entre los inversores estos días, que viven una situación inédita, igual que el resto de los ciudadanos.
La expansión del coronavirus ha sorprendido, resultando mucho más explosiva de lo que se pensaba en Europa y en el resto del mundo. De hecho, España o Italia se asemejan más a lo ocurrido en las provincias chinas de Wuhan o Hubei que en el resto de Asia, donde resultó más moderado. Esta sorpresa ha perpetuado el pánico en los mercados que no encuentran soporte.
La clave ahora es combatir en tres frentes. El primero, reducir la expansión del virus. No solo por una cuestión sanitaria y humana, lo más importante, sino también económica: cuanto antes empiece a reducirse la tasa de contagios, antes se podrá volver a la normalidad de la actividad. De hecho, es el único parámetro que parece influir en el ánimo de las cotizaciones. El problema es que eso supone medidas draconianas de parálisis económica que, a corto plazo, implican todavía más pérdidas.
En el contexto anterior, el segundo punto es mantener la estabilidad financiera. Y esto es tarea principalmente de los bancos centrales. En concreto, el objetivo consiste en que los sistemas de pagos funcionen con normalidad. Y las inyecciones de liquidez masivas apuntan a este propósito. No tiene ningún sentido ahora hablar de estimular la demanda con bajadas de tipos, ni basar ninguna crítica en este argumento. El único y primordial papel de los bancos centrales en estos momentos es mantener funcionando el sistema de pagos global. De ese modo, se podrá evitar una crisis de impagos o suspensiones de reembolsos en cadena, que de producirse perpetuaría la crisis económica. Pero esta batalla está todavía lejos de ser ganada; de hecho, no se puede conseguir por sí sola.
En este sentido, el tercer frente clave está íntimamente ligado al anterior. Consiste en mitigar en lo posible el impacto de la parálisis económica. Los analistas estiman cifras cada vez peores, lo que en la práctica se traduce en despidos y cierres de empresas, entre otros efectos. Y en esta batalla el protagonismo recae sobre las autoridades fiscales y regulatorias. El objetivo es limitar las pérdidas de aquellos agentes más afectados, así como de ayudar a las autoridades monetarias en el objetivo anterior. Para ello, las opciones son múltiples, y pueden abarcar rebajas fiscales, ayudas directas, cambios en las condiciones de créditos, ayudas regulatorias a entidades financieras para incentivar dichas condiciones, entre otras muchas.
Quizá el principal problema en este sentido es un margen de maniobra limitado en términos fiscales. Pero, aun así, es algo que se ha practicado en el pasado para ayudar a regiones o sectores afectados por catástrofes. Estamos hablando de reproducirlo a mucha mayor escala. Si se logra, contribuiría a limitar temporal y cuantitativamente el impacto económico e, incluso, a estimular la recuperación de la demanda posterior.
Las recetas para combatir estos tres frentes son mucho más fáciles de señalar que de ejecutar. Pero la principal dificultad radica, por un lado, en lograr la coordinación necesaria de todas las autoridades y, por otro, en que los inversores mantengan la disciplina adecuada, porque todavía no sabemos dónde está el suelo del mercado. Lo que sí sabemos es que dicho fondo no llegará, al menos, hasta que la tasa de contagios en Europa y EE.UU. empiece a reducirse y, para eso, faltan varias semanas. Mientras tanto, el mercado interpretará negativamente cualquier acción de apoyo porque ya no se cree que las autoridades tengan capacidad para soportar el precio de los activos, como ocurría hasta hace poco generando un exceso de complacencia.
También sabemos que, si vemos avances en esos tres frentes, se refuerza la posibilidad de que la crisis sea solo temporal y, por tanto, se acerque la vuelta a la normalidad. Sabiendo esto, quizá podamos interpretar con más frialdad los sucesos de los próximos días.