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ECONOMÍA| 18.05.2021

La posición de China en un mundo tripolarizado

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La crisis epidemiológica ha puesto de manifiesto la existencia de tres bloques económicos mundiales. China continúa a un ritmo de crecimiento vertiginoso y ha emergido como fuerte candidato a convertirse en primera potencia, mientras que Washington teme por sus relaciones comerciales ante la posibilidad de que los acuerdos entre la UE y China le aparten del tablero de juego.

Como resultado de la pandemia y la incertidumbre mundial, la tercera década de este siglo ha comenzado con un claro vencedor. Con un crecimiento inédito del 2,3% durante 2020, China superó a las principales economías a una velocidad de crucero, y sobre todo a su rival Estados Unidos, que se contrajo un 3,5%. Con la mirada puesta en la herencia dejada por la Unión Soviética, el gigante asiático afronta los próximos años el reto de convertirse en la primera economía, que dependerá en mayor medida de la competencia tecnológica, el desarrollo sostenible y la integración de las cadenas de valor.

La visión de futuro de China vendrá condicionada por dos factores: la aprobación de alianzas internacionales como la firma del Acuerdo de Inversiones (CAI) con Europa, y con el objetivo de  obstruir las relaciones con EE.UU., y la última asamblea del Partido Comunista, que abordó nuevos desafíos para los siguientes cinco años. El informe Panorama Económico y Sectorial de MAPFRE Economics hace hincapié en la política que tomará el gobierno de Biden frente a la economía china y apunta que seguirá la misma línea que su predecesor Trump, aunque con un enfoque multilateral y más predecible.

Mientras Estados Unidos puede crecer desvinculándose del mercado chino, la Unión Europea no es ajena a las importantes relaciones comerciales con el país asiático. Desde hace décadas, China ha visto a Europa como el tercer polo de la economía mundial por sus intereses estratégicos hacia la UE: apuntando a las principales instituciones de la UE, a sus miembros más poderosos y, por último, a los Estados más pequeños. No obstante, su objetivo más claro ha sido el de asegurarse de que la eurozona estuviera comprometida con China.

Los expertos señalan que el panorama mundial rondará alrededor de la tecnología y las relaciones comerciales, donde EE.UU. y la UE tienen enfoques distintos respecto al apoyo a empresas tecnológicas chinas. En este sentido, el gobierno estadounidense siempre ha visto como una amenaza la entrada de grandes compañías asiáticas en suelo americano, todo lo contrario que sus homólogos europeos, quienes han mostrado un entorno más amistoso y que, de hecho, han llegado a incluir tecnología china en el desarrollo de sus infraestructuras.

 

Acuerdo CAI con Europa

En estos momentos, el Acuerdo Global de Inversiones UE-China, cuestionado por la vulneración de derechos humanos en el país asiático, está a la espera de su ratificación por parte del Parlamento Europeo.

El análisis de MAPFRE Economics estima que este acuerdo “iguala las condiciones para las empresas chinas y europeas, abre nuevas oportunidades de inversión, mejora las condiciones de protección de consumidores y trabajadores y aporta claridad sobre determinados sectores abiertos a los inversores transfronterizos”, además de agilizar flujos de inversión hacia los principales sectores estratégicos europeos. Con todo esto, la intención del tratado reside en facilitar la relación económica igualitaria entre ambos y anteponer los principios europeos de sostenibilidad y derechos sociales.

Sin embargo, no todo es oro lo que reluce. Y es que Europa, pese a sus buenas intenciones, no ve tan claro que China tome al pie de la letra todo lo pactado. Es de reconocer el compromiso del país asiático con los estándares de cambio climático y derechos laborales, si bien existe una cierta resistencia para obligarla a adoptar normas internacionales en materia de derechos humanos y laborales.

De todas formas, desde la posición de China, el CAI es algo más que un acuerdo económico, ya que su ratificación puede suponer un lastre en las alianzas entre la UE y EE.UU para los tiempos que vienen.

China mira hacia el futuro

La Asamblea Nacional Popular China 2021, celebrada en marzo, arrojó la iniciativa del país por modernizar su economía y posicionarla como la más potente del mundo. El objetivo de crecimiento para este año, anunciado por el secretario del Partido Comunista, sería del 6%, aunque instituciones como el FMI elevaron la cifra hasta el 8,1%. En la misma línea, el país asiático apunta una tasa de desempleo igual o inferior al 5,5%, lo que les devolvería a la situación pre-pandémica.

A nivel financiero, el gobierno chino estimó una reducción de su déficit, del 3,6% del PIB al 3,2% para finales de 2021. Asimismo, y con un crecimiento sostenible, esperan que tarde o temprano se adopten políticas macro prudenciales que mitiguen los posibles riesgos de una eventual burbuja.

Con el foco sobre la modernización de China en el corto plazo, destacaron la importancia de desarrollar una independencia tecnológica con el resto de países, centrar la atención en la industria de las hi-tec y la inteligencia artificial y aumentar el gasto en I+D+i. En el mismo plano, China parece haberse tomado en serio la cuestión medioambiental, y fijaron para 2030 el pico de emisiones de carbono y las cero emisiones netas para 2060.

En última instancia, la Asamblea Nacional Popular acordó mejorar para este año el sistema nacional de seguridad social y comprometer sus esfuerzos a estrechar lazos con el exterior, como es el caso del acuerdo con Europa. Con todo ello, China ha mostrado una declaración de intenciones para convertirse en esta década en una de las naciones más avanzadas y sofisticadas del planeta.