ECONOMÍA| 13.03.2023
La teoría del cisne negro y Silicon Valley Bank: todo aquello que los inversores no pueden prever, pero deben contemplar
La teoría del cisne negro es un concepto propuesto por el escritor e investigador financiero de origen libanés Nassim Nicholas Taleb que describe eventos raros e impredecibles que tienen un gran impacto socioeconómico.
El nombre “cisne negro”, usado para designar estos eventos, proviene de un hecho histórico acontecido en el siglo XVII. En aquel momento, los europeos tan solo conocían los cisnes blancos, pero en las expediciones de exploración en tierras australianas descubrieron los primeros cisnes negros, una variedad que hasta el momento era considerada inexistente.
La teoría sostiene que, aunque estos eventos son desconocidos e impredecibles, pueden tener consecuencias significativas tanto a nivel social y político como económico y, por lo tanto, deben ser considerados en la toma de decisiones.
La respuesta en los mercados ante este tipo de eventos suele ser el pánico, tal y como explica Alberto Matellán, economista jefe de MAPFRE Inversión. “Los inversores venden posiciones y acuden en masa a los activos más seguros, que tradicionalmente son liquidez y bonos del tesoro estadounidenses o alemanes. Por eso, en presencia de cisnes negros se producen bajadas casi verticales de los precios, por ejemplo, de las acciones”, señala.
Esto es lo que ha ocurrido, por ejemplo, con la quiebra del Silicon Valley Bank (SVB), que está provocando fuertes caídas en las bolsas a uno y otro lado del Atlántico, dado que reaparecen los fantasmas de la crisis financiera de 2008 y la posibilidad de que se produzca el temido efecto contagio al resto del sector. Como consecuencia, la Reserva Federal (Fed) ha tenido que lanzar un plan de emergencia de financiación para la banca de EEUU.
Para que un evento se considere un “cisne negro”, debe cumplir con las siguientes características:
- Debe ser inesperado
El evento no puede ser algo que prevén los analistas ni nada que haya sucedido anteriormente. Debe ser improbable, sin evidencia de que suceda y que sorprenda a los analistas y al mercado. Si hubiese alguna probabilidad de que ocurra, los agentes financieros adoptarían medidas para protegerse, por lo que no tomaría por sorpresa al mercado.
- Debe tener un gran impacto
El evento debe tener una influencia significativa en la economía o en la política mundial.
- Es retrospectivamente predecible
Después de que ocurra, se pueden identificar factores o señales que se podrían haber utilizado para prever el evento. Sin embargo, estas señales no eran evidentes antes de que ocurriera el evento, y solo se pueden identificar a posteriori.
En estas situaciones, el economista jefe de MAPFRE Inversión insiste en que hay que evitar el pánico y analizar “con cabeza” el impacto de ese cisne negro, que en los mercados no suele ser tan profundo y duradero (como sí lo puede ser a otros niveles). “A la larga se demuestra que en la mayoría de los casos el inversor que aguanta la posición acaba en mejor situación que el que vende. Este último, para mejorar su situación, debería ser capaz de comprar justo en el mínimo”, resalta.
Los cisnes negros del siglo XXI
En los 23 años que llevamos de siglo, han acontecido grandes eventos, generalmente de impacto negativo, que han cambiado la historia y la trayectoria política y económica a nivel mundial. Todos ellos tienen en común el factor sorpresa, nadie esperaba que los siguientes acontecimientos sacudieran nuestra sociedad:
- El 11 de septiembre de 2001, cuando un grupo terrorista secuestraron varios aviones y los estrellaron contra las Torres Gemelas de Nueva York, un evento que cambió el curso de la historia y que nadie anticipó.
- La crisis financiera global de 2008, que tuvo un impacto masivo en la economía mundial y tomó a muchos expertos por sorpresa.
- La pandemia de COVID-19, que surgió repentinamente en 2019 y se propagó con rapidez por todo el mundo, causando enormes daños a la salud pública y la economía global.
¿Se podría llegar a prevenir estos eventos?
Científicos de la Universidad de Standford, han desarrollado un método para anticiparse al fenómeno cisne negro y se puede aplicar a distintos ámbitos: economía, política, sanidad, etc.
Después de examinar la información a largo plazo de tres ecosistemas, se observó que las variaciones en distintas especies biológicas son estadísticamente equivalentes. Este hallazgo sugiere que existen procesos universales que permiten anticipar estos eventos extremos. Los efectos que tienen en los mercados y cómo pueden afectar a las cotizaciones puede ser más complicado de predecir.
De todas formas, Matellán incide en que casi siempre hay que tener una parte de la cartera destinada a la protección, ya sea más o menos cuantiosa dependiendo del inversor, aunque advierte de que esta puede ser “costosa” en términos monetarios si se hace con derivados y casi siempre lo es en términos psicológicos o de incentivos.
“El inversor muy prudente tiene que ver cómo, en los buenos tiempos, otros obtienen mejores resultados, de modo que muy a menudo recibe presiones de distintos tipos para incrementar su apetito por el riesgo”, comenta.
Por otra parte, hay también carteras que apuestan directamente por los cisnes negros. Según la teoría de Taleb, dado que los cisnes negros se producen siempre cada cierto tiempo y son impredecibles, constituyen “una forma de ganar mucho dinero de manera rápida”.
Esta estrategia exige mucha fortaleza financiera y, sobre todo, psicológica, dado que se basa en asumir muchas pequeñas pérdidas constantes para obtener en algún momento “un beneficio enorme”.
“En cualquier caso, para un inversor medio, la posibilidad de cisnes negros se combate de dos formas. La principal es el ahorro periódico: esto le permite no solo tener una trayectoria inversores más estable, sino también amortiguar los golpes de cualquier caída, ya sea cisne negro o no. Y la segunda, es el asesoramiento profesional, ya que solo así se garantiza que el perfil de riesgo de la cartera más adecuado para él”, concluye Matellán.
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