ECONOMÍA| 18.01.2024
Claves para elegir un fondo de inversión
Una vez que se ha tomado la decisión de poner los ahorros a trabajar, un fondo de inversión es una de las alternativas al alcance de cualquier persona con algo de patrimonio. Porque aunque la cantidad mínima de entrada varía según el fondo elegido, a día de hoy este factor no supone una barrera y se puede acceder a fondos incluso desde una inversión inicial de 10 euros.
Un fondo de inversión es un producto extremadamente versátil debido a la gran variedad que existe. Con mayor o menor diversificación y exposición a distintos tipos de activos, estrategias o zonas geográficas; con mayor o menor riesgo; con mayor o menor rentabilidad… La oferta es muy extensa y por eso, a menudo, la dificultad radica en saber cuál de estos vehículos de inversión es el más indicado para cada ahorrador. En este sentido, MAPFRE AM, la gestora del Grupo MAPFRE, cuenta con una amplia variedad de fondos que cumplen estos requisitos.
Es fundamental comprender los riesgos asociados y realizar una investigación cuidadosa antes de elegir. Y conviene recordar que se trata de un producto que no ofrece garantías con respecto al patrimonio invertido y el hecho de diversificar entre diferentes tipos de activos en una misma cartera, o incluso con distintos fondos, no asegura ganancias, así como tampoco las rentabilidades pasadas son garantía de rentabilidades futuras.
Dicho esto, lo primero es entender qué objetivo buscamos. Normalmente, la respuesta automática es obtener rentabilidad de nuestro capital. Por tanto, la rentabilidad será el principal factor que habrá que revisar, aunque no el único. En una primera aproximación, el riesgo proporciona la siguiente información vital. Es decir, siempre hay que tener en cuenta tanto los rendimientos ofrecidos por el fondo como el nivel de riesgo al que expone al inversor.
Además de la relación rentabilidad-riesgo, hay otros aspectos a vigilar. Y todos ellos aportan información clave que nos ayudará a seleccionar el fondo de inversión que más se ajuste a nuestro perfil y objetivos. Recopilamos a continuación los más importantes:
Objetivos y horizonte temporal:
Primer factor, que tiene que ver más con nosotros que con el producto en sí. Debemos conocer nuestras metas financieras antes de tomar decisiones. Y estas, por regla general, van asociadas a un plazo de tiempo definido. ¿Quiero tener un dinero extra con el que complementar mi jubilación? ¿Estoy ahorrando para financiar los estudios de mis hijos? ¿Mi intención es comprarme una casa? Las respuestas a estas preguntas harán más fácil saber si tenemos que decantarnos por un fondo enfocado al corto, al medio o al largo plazo.
Tolerancia al riesgo:
Estrechamente vinculado al primer punto. Tras haber definido nuestros objetivos y horizonte temporal, será nuestra aceptación del riesgo lo que mandará en la elección del fondo óptimo para nosotros. Un perfil conservador es el de aquella persona que sufre o tiene alergia a los vaivenes de los mercados. A este tipo de inversor le convendrá un fondo que, a misma rentabilidad, presente menos riesgo. Un perfil moderado podrá asumir algo más de riesgo, pero menos que un perfil agresivo, busca maximizar la rentabilidad y se siente cómodo con una mayor exposición al riesgo.
Tener bien clara nuestra tolerancia al riesgo y elegir un vehículo de inversión acorde a ella hará más fácil evitar decisiones impulsivas durante períodos de mucha fluctuación del mercado o cuando vengan “mal dadas”.
En todos los fondos podemos encontrar una escala de 1 a 7 como indicador del riesgo: esta va desde el menor riesgo potencial (1) al mayor (7). No obstante, cabe destacar que la categoría más reducida no implica que la inversión esté carente de riesgo.
Tipos de fondo:
Existen diversos tipos de fondos de inversión y su clasificación se basa en el nivel de riesgo y la composición de sus activos. Por ejemplo, dentro de los más conservadores encontramos los fondos monetarios, con una duración media de la cartera igual o inferior a seis meses, o los garantizados, que aseguran la conservación de la inversión inicial hasta una fecha determinada.
Los fondos de renta fija solo invierten en instrumentos de deuda y varían en función de la calidad crediticia de los activos (lo seguros que podemos estar de que van a cumplir con sus obligaciones de pago), mientras que los mixtos tienen un nivel de riesgo medio, ya que diversifican sus inversiones en activos de renta fija y renta variable. Por lo general, el riesgo aumenta con un mayor porcentaje de inversión en acciones, aunque también aumenta la rentabilidad potencial. Los fondos de renta variable son más arriesgados, ya que invierten la mayor parte de su patrimonio en acciones.
El abanico en el tipo de activos es inmenso: en renta fija pueden invertir en deuda local o de gobiernos; de países emergentes o desarrollados; en deuda emitida por empresas… En renta variable, el fondo puede tener exposición a zonas geográficas concretas o a todo el mundo; a sectores de actividad diversos o centrarse en una temática concreta; focalizarse en las mayores compañías del mundo o buscar empresas más pequeñas…
Rentabilidad histórica:
Aunque como hemos comentado, la rentabilidad pasada no garantiza el rendimiento futuro, analizar el historial de ganancias (o pérdidas) del fondo proporciona información útil sobre su consistencia y desempeño en diferentes condiciones del mercado. Así, es interesante ver cómo lo hace el fondo en el año en curso, pero también —y sobre todo—, cómo se ha comportado en los tres, cinco y diez últimos años.
Además, es importante medir estos retornos con un índice representativo de su categoría o benchmark, que va a servir de referencia objetiva para saber cómo ha ido la inversión. Conviene realizarlo además en un plazo de tiempo de tres años como mínimo, para tener mejor perspectiva de si la gestión de la cartera es eficaz.
Comisiones:
Los costes asociados a un fondo de inversión van a impactar de forma directa sobre las ganancias obtenidas. Aquí, el objetivo será encontrar no tanto los gastos más bajos a toda costa, sino aquellas comisiones que sean competitivas y que sean de un fondo de calidad.
Las comisiones más comunes son las de gestión y depósito, que se descuentan diariamente del valor liquidativo del fondo (valor de cada participación que se calcula al final de cada día de negociación, dividiendo el patrimonio entre el número total de participaciones). También conviene revisar si tiene comisión de suscripción, que se cobra al comprar participaciones, y de reembolso, que se carga al deshacer la inversión.
Gestión del fondo:
La experiencia y habilidades del gestor del fondo son cruciales para el éxito a largo plazo, así como su filosofía o estrategia de inversión. Verificar si hay cambios recientes en la gestión del fondo y en la rotación de carteras puede ser un indicador de la capacidad del fondo para enfrentar los desafíos del mercado. Y como información añadida, se puede revisar si los gestores son partícipes del fondo, algo que dará pistas sobre cómo de alineados están los intereses del gestor con los de los inversores. A grandes rasgos, la participación directa de los gestores fomentará su vocación de maximizar los rendimientos y preservar el valor del fondo.
Podemos fijarnos también en la política de distribución de ingresos o resultados, ya que puede afectar directamente sobre los flujos de efectivo. Algunos inversores prefieren fondos que reinvierten automáticamente los ingresos (fondo de acumulación), mientras que otros buscan ingresos regulares (fondo de reparto).
Patrimonio gestionado:
El volumen de activos de un fondo de inversión puede afectar la capacidad del gestor para tomar decisiones ágiles y aprovechar oportunidades de mercado. Un fondo demasiado grande puede tener dificultades para mantener la flexibilidad y eficiencia, mientras que uno con poco patrimonio puede tener dificultades a la hora de diversificar. Además, a menor liquidez, menor capacidad para manejar reembolsos de inversores sin tener que vender activos de manera apresurada en los mercados.
Considerar estos aspectos al elegir un fondo de inversión es esencial para maximizar el rendimiento, minimizar los riesgos y garantizar que tus inversiones estén alineadas con tus objetivos financieros a lo largo del tiempo. Recuerda siempre revisar la información que encontrarás en la ficha del fondo de inversión de las gestoras y entidades comercializadoras, así como el Documento de datos Fundamentales para el Inversor (DFI), que deben aportar de forma obligatoria y recoge toda la información necesaria y relevante sobre el producto.
Por último, se ha de indicar que el partícipe de un fondo de inversión solo debe tributar cuando realiza el reembolso, es decir, la venta, de sus participaciones. El resultado positivo o negativo que el inversor obtenga al deshacer su posición en un fondo, ya sea total o parcialmente, a efectos del IRPF tiene la consideración de ganancia o pérdida patrimonial y se incluye en la base imponible del ahorro.
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